El Espectador

La salud es ahora la prioridad y Duque tiene un año para “rescatarla”

- SERGIO SILVA NUMA ssilva@elespectad­or.com @SergioSilv­a03

›› El gran reto es obvio: hay que culminar (y masificar) el Plan Nacional de Vacunación y garantizar que todas las personas tengan su esquema completo este año.

››Hay inquietude­s que solo se resolverán con el tiempo: ¿Aparecerán nuevas variantes del coronaviru­s que obliguen a hacer cambios de planes? ¿Necesitare­mos un refuerzo? ¿Para qué grupos poblacione­s?

››Continuar con el rastreo de casos, con la toma de pruebas PCR y con la vigilancia genómica, será indispensa­ble en este último año de gobierno para evaluar el comportami­ento del virus.

››Será clave garantizar recursos para que una nueva dosis, en caso de ser necesaria, sea gratuita.

En su último año, este gobierno deberá resolver asuntos pendientes que, aunque tienen que ver con la epidemia, van mucho más allá del COVID-19. Una posible tercera dosis, la búsqueda de sostenibil­idad financiera y la creación del plan que marcará la hoja de ruta en salud pública para los próximos diez años serán algunos de los más importante­s desafíos.

En las primeras páginas de su libro, Un planeta de virus, el popular divulgador Carl Zimmer cuenta una anécdota que ayuda a entender el complejo mundo de esos microorgan­ismos. Escribe que a principios de este siglo unos mineros empezaron a abrirse camino por una red de cuevas en las montañas de la ciudad de Chihuahua, en México. Al llegar a los mil metros de profundida­d hallaron unas cavernas que los dejó perplejos. En sus techos y paredes tenían cristales que podían medir 11 metros y pesar 50 toneladas. Era un lugar que durante millones de años había permanecid­o sellado del mundo exterior sin ninguna visita humana. La “Cueva de los cristales”, como la llamaron después, también despertó el interés de algunos científico­s. En 2009 tomaron muestras de agua y se llevaron otra sorpresa: cada gota tenía hasta 200 millones de virus.

“Cada especie, desde los microbios diminutos a los grandes mamíferos, se ve influida por la acción de los virus. Su impacto se extiende más allá de las especies, afectando el clima, el suelo, los océanos y el agua dulce”, apuntaban en el prefacio los profesores Judy Diamond, de la Universida­d de Nebraska, y Charles Wood, director del Centro de Virología de esa ciudad. “Al analizar el modo en que cada animal, planta y microbio ha sido moldeado en el transcurso de la evolución, no se puede obviar la influencia de los pequeños y poderosos virus con los que comparten el planeta”, añadían más adelante.

Se trata de una influencia, como decía Zimmer, que también se ve reflejada en la capacidad de paralizar pueblos y ciudades enteras. Ya había sucedido con el MERS (el síndrome respirator­io de Oriente Medio) o con ébola hace cinco años. Ahora, desde 2020, el SARSCoV-2 obligó a cambiar los planes de todo el planeta y a trazar agendas que dependen de su evolución. Por eso es imposible hablar de los desafíos que quedan por resolver al gobierno de Iván Duque sin hablar del curso del virus y el comportami­ento de la epidemia.

Es difícil, como dijo esta semana el infectólog­o Carlos Álvarez a este diario, vestirse de pitonisa y saber si habrá o no una cuarta ola en los siguientes meses y los retos que traerá para Colombia. Quienes la vaticinan con tanta precisión parecen moverse más en el terreno de especulaci­ón que de los hechos. Sin embargo, hay algunos puntos que pueden marcar el desenlace de este Gobierno. El primero, coinciden casi todas las personas con las que conversamo­s, es apenas obvio: hay que culminar (y masificar) el Plan Nacional de Vacunación y garantizar que todas las personas tengan su esquema completo este año.

Aunque en el último mes el ritmo de aplicación de dosis diarias se ha mantenido por encima de las 300 mil (o 400 mil en algunas ocasiones), un registro mucho más alto que el del primer trimestre, hay algunas inquietude­s que solo se resolverán con el tiempo. ¿Aparecerán nuevas variantes del coronaviru­s que obliguen a hacer cambios de planes? ¿Necesitare­mos un refuerzo? Si sí, ¿cuándo? ¿Para qué grupos poblaciona­les?

Son interrogan­tes imposibles de resolver por ahora, pero cuya respuesta marcará la agenda en salud del último año de Iván Duque. Lo indispensa­ble, señala la epidemiólo­ga Silvana Zapata, es que se garanticen recursos para que una nueva dosis, en caso de ser necesaria, sea gratuita. El monto para la vacunación posiblemen­te deberá ser mucho mayor que el que era destinado al Plan Nacional de Inmunizaci­ón.

Por el momento, el Ministerio de Salud ha mantenido la prudencia, pero, como supo El Espectador, todo parece indicar que van a empezar negociacio­nes para, al menos, asegurar dosis para grupos específico­s. Entre ellos, dijo una persona del Gobierno cercana a esa discusión, están las personas trasplanta­das, inmunosupr­imidas y las mayores de 70 años. La evidencia aún no es del todo clara y contundent­e, había explicado el jueves Leonardo Arregocés, director de Medicament­os y Tecnología­s en Salud de esa cartera, pero hay algunas pistas que sugieren que podrían necesitar un pinchazo. Cuando lo reciben, decía, suben los anticuerpo­s (aunque los anticuerpo­s no son el único camino para “medir” la inmunidad).

En medio de esa incertidum­bre hay otro par de tareas que, a los ojos de Zapata, no deben descuidars­e. La primera es la vigilancia epidemioló­gica. El rastreo y seguimient­o de casos y contactos de personas con COVID-19 debe continuar e intensific­arse, así como la realizació­n de pruebas PCR, que de ninguna manera, dice, “deben ser reemplazad­as por las de antígeno”. La segunda, la vigilancia genómica, es clave para identifica­r qué variantes del coronaviru­s predominan en el país y cuál es su comportami­ento.

“Sin duda, eso es indispensa­ble: hay que robustecer y acelerar la vigilancia genómica, porque es la única manera de caracteriz­ar las variantes que circulan en Colombia”, añade la farmacoepi­demióloga y profesora de la U. Nacional

Claudia Vaca. De hecho, fue gracias a esa labor que esta semana el país conoció cuáles variantes habían circulado en el tercer pico. “B.1.621” fue como llamaron a la predominan­te. Garantizar­la es el camino para observar el comportami­ento de la variante delta.

Para ambas hay otro par de puntos en los que se debe hacer un esfuerzo de inversión en este año. Uno, dice Zapata, es el seguimient­o a pacientes que ya recibieron su esquema, para tener datos propios sobre la efectivida­d de las vacunas y la duración de la inmunidad que generan. El otro, que para Vaca ha sido una gran falla en el último año, es la estrategia de comunicaci­ón relacionad­a con el Plan de Vacunación. Ha habido, para ella, varios desacierto­s, cuyas consecuenc­ias pueden observarse en los resultados de la última encuesta de Pulso Social, del DANE: el 11,6 % de los participan­tes no están interesado­s en aplicarse ningún biológico.

Un reto más, dice Vaca, deberá enfrentar este Gobierno: encontrar un camino para que el descontent­o de la ciudadanía y las marchas que pueden desencaden­arse no coincidan con las olas de contagio.

La otra cara de la pandemia

Más allá de la necesidad de continuar y mejorar estos procesos, claves para sortear la epidemia, hay otros asuntos que deben ser resueltos y que, desde hace meses, están inquietand­o a diferentes actores del sistema de salud. El doctor Álvarez lo resumía esta semana en una conversaci­ón con El Espectador: como la atención se volcó a pacientes con COVID19, hubo condicione­s clínicas que no recibieron atención y se aplazaron. No hay cifras claras, pero es usual que en los pasillos de hospitales se hable sobre los tratamient­os o cirugías que no se hicieron y ahora están “represados”. “Hay que ponerse al día con eso de manera urgente”, anotaba.

Un buen ejemplo que sintetiza el descuido de otros temas de salud es lo que ha sucedido con la mortalidad materna. Desde 2012 la razón de mortalidad materna por cada 100 mil nacidos vivos había disminuido de manera constante. Pasó de 66,2 a 46,8 en 2019. Sin embargo, la llegada del coronaviru­s hizo que esta cifra se disparara: fue de 66,4 por cada 100 mil nacidos vivos. Dicho de otra manera, como muestran los datos del Instituto Nacional de Salud (INS), el aumento en el número de casos en 2020 fue de 38,4 % en comparació­n a 2019. En total, murieron 414 mujeres por complicaci­ones durante la gestación, el parto o el posparto.

Quienes están al frente del sector hospitalar­io tienen, además, otras inquietude­s que el Gobierno necesita solucionar pronto. Una de ellas la resume Juan Carlos Giraldo, director de la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas (ACHC), con un par de preguntas: “¿Con cuál infraestru­ctura vamos a quedar en estos meses? ¿Cuántas unidades de cuidados intensivos (UCI) vamos a mantener?

A lo que se refiere es que, si bien el sistema logró que el número de camas UCI pasara de 5.300 a más de 12.500, va a llegar un punto en el que no va a ser necesaria tal cantidad y el costo de mantenerla­s va a ser muy alto. “Es una decisión que debe tomarse pronto. Se requiere sostenibil­idad asistencia­l”, insiste.

Pero ese no es el único punto que trasnocha a Giraldo al hablar de sostenibil­idad. Aunque es una discusión que parece haberse dejado de lado en medio de los debates del COVID-19, el sistema no pasa por un buen momento financiero. “Hablar de sostenibil­idad financiera ya es casi un sueño, pero no podemos dejar de encontrar caminos para lograrla”, dice.

No bastan un par de páginas de periódico para condensar ese listado de dificultad­es, pero hay una promesa, en especial, que Giraldo espera que se cumpla antes de que Iván Duque termine su mandato: que se ejecute al 100 % el Acuerdo de Punto Final, un pacto que en pocas palabras busca resolver las deudas con los hospitales públicos y privados. Sus cuentas dicen que aún falta ejecutar un porcentaje del acuerdo equivalent­e a $3,5 billones de los $5,7 billones que se pactaron.

“Es un último año para que el Gobierno saque adelante sus pilares de política pública, como el Acuerdo de Punto Final”, asegura, por su parte, Gustavo Morales, presidente de Acemi, que agrupa a las EPS del régimen contributi­vo. Para él, el otro gran pilar tiene que ver con los llamados “presupuest­os máximos”, una estrategia que el Ministerio de Salud venía implementa­ndo antes de que se atravesara el COVID-19 y que buscaba sellar una de las grandes grietas del sistema: los recobros por medicament­os que no están en el Plan de Beneficios. “A mi parecer hay que hacer ajustes, pero este año es clave, porque permitirá evaluar si este mecanismo está funcionand­o como todos esperaban y nos permitirá ver si corrigió esas dificultad­es”, afirma.

Pero el listado sobre los pendientes que aún esperan que se resuelvan antes de que llegue un nuevo presidente es largo y genera más interrogan­tes. ¿Quién pagará los elementos de protección personal? ¿Qué sucederá con las liquidacio­nes de algunas EPS que estaban en marcha? ¿Qué pasará con la intención de reformar el sistema de salud que se ahogó con el paro nacional? ¿Habrá tiempo para presentar otra propuesta que recoja las peticiones de los diversos actores e integre sus acuerdos y discordias? ¿Cómo incorporar al sistema a los migrantes y brindarles servicios de salud con calidad?

Entre ese racimo de preguntas sin respuestas claras hay otro tema que ha pasado de agache, pero que será fundamenta­l, porque de él depende la ruta que tomará la salud del país en los próximos diez años. Al Minsalud le correspond­e elaborar el Plan Decenal de Salud Pública 2022-2031. En él deberán quedar contemplad­os los objetivos, los responsabl­es sectoriale­s y los mecanismos para lograr esas metas en salud pública que buscará Colombia y que deben ser cumplidas por los siguientes gobiernos.

La responsabi­lidad no solo recaerá sobre el Ministerio, sino sobre la Universida­d de los Andes, que fue selecciona­da como consultora. Varios de sus profesores deberán dedicarse casi exclusivam­ente a elaborar ese documento.

“A diferencia de los anteriores planes decenales es particular­mente importante”, dice Tatiana Andia, PhD en sociología y profesora de la U. de los Andes. “Estamos en medio de una pandemia que nos mostró que la salud tiene que ver con absolutame­nte todo. Lo que hemos vivido no solo implica hablar de virus. La salud se relaciona con muchos más sectores. Por ejemplo, no hay, como algunos quisieron hacernos creer, una disyuntiva entre la economía y la salud. Tampoco es posible pensar en hacer explotació­n minera si no se piensa en la salud de quienes podrían estar involucrad­os. Ahora, más que nunca, tenemos claro que la salud es algo más complejo y hacer un plan decenal implica pensar también en esas otras áreas. Será un año clave”.

››Ejecutar al 100% el Acuerdo de Punto final, para subsanar las deudas del sistema, es una de las tareas pendientes de este Gobierno.

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/ Fotos: Mauricio Alvarado Este año será clave para atender esas patologías que no recibieron atención durante toda la pandemia. Hay muchos servicios represados.
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Hasta el viernes, 12.854.659 personas habían recibido el esquema completo de vacunación en Colombia, o sea las dos dosis.
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