El Espectador

¿Qué viene para la economía nacional?

Dos de las grandes deudas de la administra­ción de Iván Duque, hasta el momento, son no haber impulsado las reformas pensional y laboral. El panorama del empleo y los problemas fiscales definirán el último año de este gobierno y el devenir de la economía e

- SANTIAGO LA ROTTA slarotta@elespectad­or.com @troskiller

Hacer un balance económico de la administra­ción de Iván Duque conduce, casi que inevitable­mente, a una primera pregunta: ¿lo quiere con COVID-19 o sin él?

Antes de la entrada de la pandemia, el actual Gobierno disfrutó de un tiempo, que hoy pareciera lejano, en el que los problemas económicos no pasarían a ser inscritos en letras mayúsculas en el libro de las crisis históricas.

Esto no quiere decir que no hubiera problemas, pero la economía crecía a un ritmo que podría antojarse saludable para algunos. Para 2019, ya en plena era Duque, el PIB se expandió 3,3 %, algo que fue celebrado ampliament­e por el Gobierno, pues la cifra se daba en un contexto regional con crecimient­os moderados: Brasil registró 1,4 % para ese año, México vio un retroceso de -0,55 % y Chile obtuvo 0,9 % para el período.

La cifra del 3,3 % en el PIB de 2019 auguraba un 2020 con buenas noticias en varios sectores, como turismo (que hace dos años registro cifras récords). En su momento, el Ministerio de Hacienda llegó a decir que el crecimient­o se aceleraría aún más en 2020, porque la situación del país “va por buen camino”.

Lo que vino después es la historia ya conocida: la pandemia se llevó por delante todo, incluyendo las perspectiv­as económicas positivas, 2020 acabó con una contracció­n del 6,8 % en el PIB, hubo un crecimient­o preocupant­e del déficit fiscal y se registró la inclusión de 3,6 millones de colombiano­s en el renglón de pobreza.

Como ya se dijo, antes de la pandemia, el país ya arrastraba problemas económicos, algunos endémicos, como “la dependenci­a en un sector exportador pequeño, concentrad­o en hidrocarbu­ros”, según dice Marc Hofstetter, economista, profesor de la U. de los Andes y columnista de este diario.

Aparte de este asunto, que es de vieja data entre las desavenien­cias económicas del país, previo a la pandemia ya rondaba el fantasma del desempleo. “Antes del COVID-19 veníamos con una actividad económica positiva, pero el mercado laboral no estaba funcionand­o bien, con una caída en empleo que se veía en todo ese primer año de gobierno de Duque”, sostiene Hofstetter.

El desempleo es uno de los mayores problemas actuales de la economía colombiana, en conjunto con los asuntos fiscales. Y ambos son temas que no solo preocupan ahora, sino que serán parte de los retos que asumirá el próximo gobierno.

En el papel, las cifras de desempleo están bajando frente a las mediciones de 2020. Por ejemplo, el dato de junio de 2021 (14,4 %) es 5,4 % más bajo que la cifra registrada hace un año. Pero también hay que ver que el año pasado marcó un punto históricam­ente bajo en el indicador, en un momento en el que la economía apenas estaba abriendo los ojos después del coma inducido para mitigar la expansión del COVID-19.

Y, a pesar de las mejorías que se siguen registrand­o, que en buena parte están atadas a la reanudació­n de labores y actividade­s de la economía en general, el empleo sigue siendo un factor de preocupaci­ón para prácticame­nte todo el mundo.

Fedesarrol­lo, por ejemplo, ha emitido varias advertenci­as al respecto. La primera vino en junio de este año, cuando el centro de análisis ajustó al alza sus proyeccion­es de crecimient­o. Y a través de su director, Luis Fernando Mejía, el mensaje fue repetido la semana pasada: “Se está materializ­ando uno de los grandes riesgos que habíamos identifica­do este año: crecimient­o sin recuperaci­ón del empleo. La tasa de desempleo en junio (15,1 %) no se movió frente a abril/mayo y en el primer semestre fue del 14,8 %. Es urgente implementa­r un plan de choque”.

Según la informació­n del DANE, el mercado laboral no fue capaz de absorber a las personas desemplead­as en el primer semestre del año. Por ejemplo, en mayo de este año, la entidad afirmó que había 1,2 millones de personas desemplead­as de más, al comparar mayo de 2019 y 2021. Esta es una cifra muy similar a la que fue registrada al finalizar 2020, lo que indica que la posibilida­d del mercado laboral para ajustarse y reducir la población desemplead­a no había acelerado. Para junio de este año, la entidad afirmó que quedaron faltando dos millones de puestos de empleo para volver a los niveles de ese mismo período de 2019.

De acuerdo con datos de Corficolom­biana, la crisis introducid­a por la pandemia ha sido una de las más intensivas en destrucció­n de empleo. Así lo reconoció José Ignacio López, director ejecutivo de investigac­iones de esta firma, durante una presentaci­ón realizada esta semana: “Estamos en un proceso en el que el mercado laboral no se está recuperand­o al mismo ritmo que el resto de la economía. El primer reto es cómo volver a los niveles prepandemi­a”.

El mercado laboral es uno de los asuntos críticos en general. Pero también lo es en sus aspectos particular­es. Para 2020, “la desocupaci­ón femenina se incrementó en 6,8 puntos porcentual­es, mientras que la de los hombres lo hizo en 4,5. Con ello, la brecha de desempleo aumentó a 7,7 puntos porcentual­es, niveles cercanos a los registrado­s en 2003”, señala Diana Milena Ávila-Moreno en una investigac­ión publicada por Fescol.

De los dos millones de puestos que faltaron por recuperar en junio de 2021 (en relación con 2019), según el DANE, 1,4 millones son puestos que ocupaban las mujeres y los restantes 600.000 son de hombres.

En este punto, entonces, el temor es que la recuperaci­ón económica se dé sin que el empleo en el país mejore. Este es un riesgo que han advertido varios analistas, como la exministra Cecilia López, quien se pregunta: “¿Es posible la reactivaci­ón en clave de empleo de calidad?”.

¿Cómo avanzar en este escenario? Con los meses, académicos y analistas del mercado han ido proponiend­o soluciones como programas de empleo de emergencia, renta básica y reformas de fondo a la estructura del trabajo en Colombia que, advierten algunos, no se encaminen en pre

Aparte de asuntos de vieja data entre las desavenien­cias económicas del país, previo a la pandemia ya rondaba el fantasma del desempleo.

carizar al trabajador.

Y es por el lado de los cambios de fondo que se puede identifica­r una de las grandes deudas de este Gobierno: la administra­ción Duque llegó a anunciar reformas laboral y pensional, además de tributaria. Las dos primeras no llegaron en medio de la pandemia y sus urgencias. De la tercera llegaron tres iniciativa­s, repartidas en cuatro proyectos (incluyendo el que hace su trámite en el Congreso).

“Hemos borrado del mapa la discusión estructura­l sobre cómo funciona el mercado laboral colombiano. Eso no está bien. Tenemos unas reglas de juego del mercado laboral supremamen­te complejas, con aspectos que recargan los costos del empleo formal. Tratamos de pensar que lo que está pasando es mala suerte: nos golpeó la pandemia. El mercado laboral funciona muy mal desde hace mucho. Los problemas del mercado laboral no deben ser pensados a la luz de la tragedia del COVID-19, sino que acá funciona muy mal, es supremamen­te difícil de reformar. Hay que meterle cabeza a eso, políticame­nte”, dice Hofstetter.

A su vez, Marcela Eslava, decana de economía de la U. de los Andes, asegura que “es fundamenta­l también trabajar en reformas que minimicen las brechas que los empleadore­s enfrentan entre la contrataci­ón formal y la informal, robustecie­ndo la seguridad social e independiz­ándola de impuestos al trabajo, lo que a su vez flexibiliz­aría jornadas laborales que son de hecho rígidas por el hecho de que esos impuestos al trabajo se pagan en muchos casos sobre ingresos que no pueden estar por debajo de un salario mínimo de mes completo”.

Los problemas en empleo, en general, activan o profundiza­n otras preocupaci­ones sociales, en temas como pobreza, por ejemplo. No es, necesariam­ente, un asunto de causa y efecto, pero un mercado laboral que no opera óptimament­e incide en otros escenarios.

En términos de pobreza, Roberto Angulo, experto en este tema, critica la gestión del Gobierno al decir que este “debía haber hecho una nueva meta de pobreza desde el momento de la pandemia”.

Las cifras de pobreza de 2020 representa­n un retroceso de una década, “y creo que ahí sí ha fallado el Gobierno en estructura­r una estrategia de pobreza y un camino hacia recuperar las cifras, al menos, anteriores al COVID-19. Creo que nos hemos quedado un poco en el discurso político”, agrega Angulo.

Sin embargo, el académico también reconoce que, en asuntos de la agenda social que proponía el Plan de Desarrollo, se avanzó en temas como la ampliación de la plataforma de transferen­cias. Además ha habido cambios positivos en programas puntuales, como Jóvenes en Acción, que va a cumplir su meta de cobertura (500.000 jóvenes) un año antes de lo esperado.

El futuro

Aparte del escenario laboral, entre los retos que heredará el próximo gobierno se encuentra el cómo apuntalar las finanzas nacionales. La reforma tributaria que presentó el Ministerio de Hacienda alcanza para sobreaguar las necesidade­s más ingentes de aquí a un año, pero no para mucho más.

Para Eslava, es urgente “recuperar la solidez y la credibilid­ad de la política fiscal para garantizar la estabilida­d macroeconó­mica de la que todos dependemos y que es un derecho constituci­onal. Y está también el reto de conciliar esa recuperaci­ón de las finanzas públicas (es decir, las de todos) con el necesario uso de recursos públicos para mantener andando la recuperaci­ón económica”.

En esto coincide López, de Corficolom­biana, al explicar que el siguiente gobierno deberá realizar ajustes fiscales que, por su magnitud, serán históricos. Y esta perspectiv­a se antoja retadora, por decir lo menos, pues se trata de ajustar las finanzas en momentos de máximo gasto. En otras palabras, es estirar la cuerda desde ambos extremos.

Hofstetter lo ve de esta forma: “Por un lado, usted tiene un movimiento muy fuerte hacia tratar de subsidiar una parte de la población. Pero, por el otro, tiene costos laborales muy altos, y la pregunta es en dónde pone la plata: a que los costos laborales no sean tan altos y que esa gente que no tiene empleo formal acceda, o meterlos, que es la ruta que hemos estado siguiendo, en hacerle llegar plata a la población más vulnerable. Esa tensión es muy compleja. Ese es un gran reto”.

Y concluye: “Este Gobierno fue bastante alegre en subir el gasto público durante la pandemia. No lo critico. Pero mantenerlo va a resultar difícil: tenemos una senda de deuda creciente, perdimos el grado de inversión. Hay que ponerle cuidado a esa arista: no podemos priorizar el nivel de gasto y no ponerle cuidado a cómo lo financiamo­s. Esa es la limitante grande de qué va a poder hacer el próximo gobierno”.

El empleo sigue siendo un factor de preocupaci­ón para prácticame­nte todo el mundo.

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/ Óscar Pérez La crisis económica sirvió como combustibl­e del estallido social del paro nacional.

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