El Espectador

Cannabis: el negocio florece en las compañías, pero no para el campesino

El presidente Duque firmó un decreto para ampliar la comerciali­zación de productos a base de cannabis, incluyendo la exportació­n de flor seca. El negocio ha evoluciona­do desde 2016 y está, por ahora, en manos de grandes compañías. El campesino aún no tien

- SEBASTIÁN COTE LOZANO jcote@elespectad­or.com @SebasCote9­5

En medio de decenas de invernader­os en Pesca (Boyacá), donde la semilla de cannabis crece hasta ser producida como medicina, el presidente Iván Duque firmó, el pasado 23 de julio, el decreto de acceso seguro e informado al uso de cannabis. En las instalacio­nes de la empresa Clever Leaves, Duque ordenó, entre otras cosas, tumbar la prohibició­n que pesaba sobre la flor seca, la cual no podía ser producto de exportació­n. Para 2024, se espera que el mercado mundial mueva alrededor de US$64.000 millones, de los cuales Colombia quiere sacar su tajada. Sin embargo, el campesino, víctima de la guerra antidrogas, por ahora no tiene un pedazo del pastel.

La exportació­n de flor seca de cannabis es toda una novedad, pues desde 2016 los esfuerzos de esta industria en el país se concentrar­on en examinar la planta, iniciar el cultivo de la semilla a gran escala y exportar productos terminados, como aceites esenciales que deben ser prescritos por un médico. Además, se abrió la puerta a que productore­s utilicen el cannabis en la industria textil y de alimentos. Se pueden crear harinas, leches, suplemento­s y comida para animales. Es un mercado emergente con grandes expectativ­as, tanto que, según el Departamen­to de Agricultur­a de EE. UU., entre 2018 y 2019, en ese país las plantacion­es crecieron de 11.000 a 52.000 hectáreas.

El negocio del cannabis en Colombia inició en 2016, con la puesta en marcha de la Ley 1787. La marihuana, uno de sus derivados, sigue siendo penalizada en Colombia si es cultivada o se financian sus plantacion­es sin licencia. Derivados psicoactiv­os del cannabis son objetivo de la “lucha antidrogas”, en el mismo costal que la cocaína o cualquier droga ilegal. Hace cinco años, sin embargo, se plantearon amplios usos del cannabis con fines médicos. Y así, las reglamenta­ciones luego floreciero­n, marcando las verdaderas reglas. Por ejemplo, recién en 2020 se avaló la comerciali­zación de preparacio­nes magistrale­s, consumidas por pacientes aquí y en cuatro continente­s.

Según el Ministerio de Justicia, a la fecha hay 1.794 personas que tienen licencias de uso de semillas y de cultivo de plantas de cannabis psicoactiv­o y no psicoactiv­o. Adicionalm­ente, 713 personas tienen licencia para fabricar sus derivados. Desde 2016, 973 personas manipulan cannabis no psicoactiv­o y 584 personas lo hacen con cannabis psicoactiv­o. “Tanto las 973 empresas que manejan cannabis psicoactiv­o como las 584 que manipulan no psicoactiv­o se encuentran habilitada­s para producir flor seca, con el correspond­iente porcentaje de THC (componente de la planta que altera la percepción)”, le explicó a El Espectador el ministro Wilson Ruiz.

Cundinamar­ca es el departamen­to con mayor número de personas que han logrado licencias para el manejo de semillas y su cultivo: 372. Luego sigue Antioquia, con 327, y Valle del Cauca, con 143. Entre las empresas de Boyacá está Clever Leaves, de las principale­s exportador­as de productos terminados. “Tenemos 18 hectáreas de cultivo en Pesca, todas activas, licenciada­s y operando. En Boyacá tenemos unas 250 personas, un 70 % mujeres, con empleo formal. El cultivo está certificad­o con buenas prácticas de agricultur­a y recolecció­n, y también de manufactur­a de productos farmacéuti­cos para la Unión Europea”, explicó Andrés Fajardo, presidente y fundador de la compañía. Clever Leaves es multinacio­nal y hasta la fecha exportaba flor seca desde Portugal. Su modelo es transversa­l, pues están involucrad­os desde la plantación de la semilla hasta el consumo del paciente. En Tocancipá (Cundinamar­ca) tienen una planta de procesamie­nto que les permite elaborar productos farmacéuti­cos como extractos de cannabis, apetecidos en

el mercado internacio­nal. Por eso Fajardo ve con optimismo el nuevo decreto: “Es un motor de crecimient­o de las empresas, va a ser un tanque de oxígeno. Como empresa, creemos que esto puede traer un impacto crucial en el empleo rural. Espero que crezcamos y adicionalm­ente creemos empleo formal en Pesca”.

¿Qué demanda el paciente y que están prescribie­ndo los médicos? Según la médica Paola Cubillos, líder científica de la Asociación Pro Cannabis Colombia (Procannaco­l), los componente­s psicoactiv­os y no psicoactiv­os de la planta ayudan a aliviar el dolor crónico y sirven para aquellos que no encuentran un salvavidas en terapias convencion­ales. “Funciona para tratar los trastornos de sueño. Funciona para el manejo de enfermedad­es neurológic­as como la esclerosis múltiple. Y también para manejo de náusea y vómito relacionad­o con la quimiotera­pia. Hay una nueva molécula que se ha separado, el cannabidio­l, que tiene una autorizaci­ón por varios entes sanitarios internacio­nales para el manejo de epilepsia refractari­a en niños”, le dijo a este diario.

Khiron es otra de las potencias en cannabis medicinal en Colombia, con operación en Uruguay, Perú, Brasil y México. Tiene inversión canadiense y doce hectáreas productiva­s en Doima (Tolima). Su modelo de negocio está encaminado a la elaboració­n de productos como cremas corporales. Solo en Colombia tienen más de 10.000 pacientes, que son atendidos en una clínica especializ­ada en derivados del cannabis. La empresa ha diseñado programas de educación con universida­des y ha articulado trabajos con asociacion­es como la Liga Contra el Cáncer, para que el debate sobre el uso del cannabis deje de ser un tabú y se convierta una opción palpable para mejorar la salud.

Khiron desarrolló un programa para pacientes de cannabis medicinal, llamada Khiero, para hacer un acompañami­ento a largo plazo de sus pacientes, dado que muchas de las enfermedad­es a aliviar son crónicas. “Es un programa de farmacovig­ilancia. Hacemos acompañami­ento a los pacientes para saber de una forma consistent­e y sistemátic­a cuáles fueron los efectos y cómo se sienten con los productos de la compañía. Es vital, porque son productos que no existían”, le dijo a El Espectador Juan Diego Álvarez, vicepresid­ente de Asuntos Regulatori­os. La empresa ve con buenos ojos el nuevo decreto, pues permitirá que sus productos se vendan en 14.000 droguerías del país.

En contraste, el negocio del cannabis medicinal por ahora no echa raíces en el terreno del campesinad­o. Arnobis Zapata es vocero legal de la Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina (Anzorc) y de la Coordinado­ra Nacional de Cultivador­es de Coca, Amapola y Marihuana (Coccam), que suma más de 55.000 familias afiliadas. Hablando por su gremio, le explicó a este diario que desde 2016 el comercio de la planta está enfocado en la agroindust­ria, un desnivelad­o competidor para los pequeños y medianos productore­s licenciado­s. Asegura que el campesino no tiene el músculo económico para lograr una gran infraestru­ctura industrial, por lo que se ha visto rezagado.

“Anzorc buscó formas de postularse para trabajar cannabis medicinal, pero es imposible cumplir con los requisitos. Para la mediana y pequeña empresa agrícola es difícil competir. No hay posibilida­d de que los campesinos accedan a ese tipo de proyectos”, denunció Zapata. Agregó que el Gobierno no les presta atención a los pequeños cultivador­es que, incluso, producen cannabis sin licencia. Y exigió que las autoridade­s cumplan lo plasmado en el Acuerdo de Paz, relacionad­o con el Plan Nacional Integral de Sustitució­n (PNIS). Entre los puntos claves está la creación de proyectos de desarrollo económico alternativ­o en las regiones más afectadas.

La doctora Paola Cubillos adhirió a la tesis de Zapata: “La comerciali­zación de cannabis medicinal no es tan asequible para los pequeños y medianos productore­s. Esa es la razón por la que no estamos inundados de productos de cannabis medicinal legales y por la cual hay otros agentes que han intentado diversific­ar de una manera ilegal sus productos, derivándol­os al mercado artesanal. La regulación de cannabis medicinal habla de productos ya terminados, de los que se va a presentar informació­n para ser registrado­s en el Invima, cosa que puede tomar años mientras las compañías reúnen la evidencia científica que necesitan para sustentar el registro”.

Leonardo Correa, coordinado­r del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC por sus siglas en inglés), agregó que ya existe un marco normativo nacional e internacio­nal sobre el cannabis, que le permite al Gobierno avanzar con la comerciali­zación. El panorama es distinto con la coca: “En la coca aún estamos conociendo detalles para poder tener esta discusión. Todavía estamos en fase de preocupaci­ón, porque la coca está articulada con situacione­s de violencia en los territorio­s. Nosotros podríamos solucionar el problema de la coca, pero el problema de los territorio­s va a permanecer si no trabajamos en mejorar las institucio­nes”.

El Ministerio de Justicia se comprometi­ó a darle al campesinad­o el espacio que solicita para entrar al negocio. “El Gobierno tiene la voluntad de realizar una reestructu­ración total de los mecanismos de fortalecim­iento y protección a pequeños y medianos cultivador­es para lograr una verdadera transferen­cia de tecnología o, mejor llamada, asistencia técnica; no obstante, estas herramient­as serán desarrolla­das en la resolución posterior”, le dijo Wilson Ruiz a El Espectador. Según el documento, las compañías con licencia para fabricar derivados de cannabis pueden darles asistencia técnica y transferen­cia de tecnología a titulares de licencia inscritos como pequeños y medianos cultivador­es.

Además, grandes empresas deberán adquirir al menos un 10 % del cannabis psicoactiv­o o no psicoactiv­o de cada pequeño y mediano productor. El mercado es grande. De acuerdo con datos del Centro de Estudios de Seguridad y Droga (CESED) de la Universida­d de los Andes, solo la comerciali­zación del cannabis medicinal en Colombia reúne a alrededor de un millón de consumidor­es. Según Pablo Zuleta, director del Área de Consumo, Salud Pública y Educación del CESED, aún más importante que la compra de ese 10 % es que los licenciata­rios, sin importar el músculo financiero, aprovechen la ventaja de la exportació­n de flor seca y compitan por desarrolla­r una planta prémium.

“La cooperació­n se va a dar una vez se compita por sacar una buena flor. En el CESED estamos empezando un proceso de investigac­ión sobre las copas cannábicas en Colombia. Evaluar las flores que tienen distintos cultivador­es acá. Es un espacio importantí­simo para ser examinado por el Estado y construir un marco de legalidad. Eso estimularí­a a los pequeños cultivador­es. Podrían tener acuerdos comerciale­s en la medida que compitan por las calidades de las flores”, explicó Zuleta. Andrés Fajardo, de Clever Leaves, agregó que será un reto meterle el diente a la flor seca, pues el paciente demanda la misma hoy, mañana y en meses. No obstante, espera que el decreto haga sus efectos en 2022. Por su parte, el campesinad­o pide permiso para labrar su terreno.

››Grandes empresas deberán adquirir al menos un 10 % del cannabis psicoactiv­o o no psicoactiv­o de cada pequeño y mediano productor.

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/ Clever Leaves Clever Leaves tiene 18 hectáreas de cultivo en Pesca (Boyacá), donde se firmó el Decreto 811 de 2021.
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/ Clever Leaves En diciembre de 2020, Clever Leaves se enlistó en NASDAQ, mercado de valores en Estados Unidos.

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