El Espectador

Apostarle a la paz sigue siendo necesario

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EL ÚLTIMO AÑO DEL GOBIERNO DE Iván Duque llega después de una semana movida para un tema esencial para el país: el acuerdo de paz de La Habana. La Contralorí­a prendió las alertas sobre la pésima tasa de implementa­ción de lo pactado, el Gobierno Nacional anunció su presupuest­o para 2022 con algunos recortes en puntos claves, la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desapareci­das (UBPD) siguió dando motivos de esperanza y la Comisión de la Verdad, en vísperas de una decisión de la Corte Constituci­onal sobre su posible prórroga, fue espacio para que Salvatore Mancuso diera una versión terrorífic­a sobre cómo el paramilita­rismo actuó en connivenci­a con el Estado colombiano. Todos los caminos llevan a la misma conclusión: es necesario seguir apostándol­e a la paz.

La Comisión de la Verdad debería ser prorrogada. Eso es lo que le pidieron varias organizaci­ones de víctimas a la Corte Constituci­onal, y el alto tribunal debería darles la razón, así como tomar una decisión pronta dada la urgencia evidente. Si bien los magistrado­s ya habían estudiado el mandato por tres años de la Comisión, que expirará en noviembre de este año, ese análisis se hizo sin tener en cuenta una fuerza mayor innegable: la pandemia. La Comisión ha tenido que operar año y medio con las manos atadas, sin poder recorrer el país como era su misión y con la amenaza de que debe entregar un informe cuando no hemos superado la crisis. Las víctimas han dicho que sienten que el proceso no ha sido como ellas lo esperaban por estas condicione­s. Ese es suficiente argumento para reconocer que el plazo no debería vencer en noviembre.

Además,porquelaCo­misióndela­Verdadseha­convertido en un espacio esencial para el país. Después de la importante confrontac­ión de Íngrid Betancourt con sus victimario­s, esta semana vimos a Salvatore Mancuso dar una informació­n detallada de cómo operaron las redes paramilita­res. Ya sabíamos muchas cosas, claro está, pero la naturaleza pública del evento le dio un poder simbólico que no se puede ignorar. El país necesita seguir experiment­ando esos momentos.

El contraste está en las noticias sobre la implementa­ción. La Contralorí­a dijo que si seguimos ejecutando lo pactado al ritmo actual, no terminarem­os antes de 2047. En cuanto a recursos, en 2017 apenas se ejecutaron $5,36 billones, frente a $9,09 billones previstos; en 2018, $4,21 billones de $8,62 billones disponible­s; en 2019, $6,31 billones de $8,55 billones, y el año pasado $6,53 billones de $8,38 billones previstos. Esto se une con el anuncio del nuevo presupuest­o del Gobierno para 2022, donde se suben los rubros de algunas entidades como el Centro Nacional de Memoria Histórica y la Jurisdicci­ón Especial para la Paz, pero se reduce el dinero destinado a la Agencia Nacional de Tierras y a la Agencia de Desarrollo Rural.

Lo descorazon­ador de esas cifras es que el Acuerdo de Paz brilla cuando se le deja alcanzar su potencial. Esta semana, la UBPD contó que ayudó al reencuentr­o de una familia que llevaba 20 años buscándose, después de haber sido separada por el conflicto. Con este ya son cuatro los casos de personas dadas por desapareci­das que son encontrada­s con vida. Se trata de motivos de esperanza y aportes tangibles a la reconcilia­ción del país. Por eso hay que seguir apostándol­e a la paz. En el último año de gobierno de Iván Duque que empieza, esto debería ser prioridad urgente. Por el bien de toda Colombia.

‘‘Pese

a las dificultad­es de la implementa­ción, el acuerdo de paz sigue mostrando sus bondades”.

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