El Espectador

Constituci­ón, consulta popular y estallido social

- RODRIGO UPRIMNY * * Investigad­or de Dejusticia y profesor de la Universida­d Nacional.

EL ESTALLIDO SOCIAL DE LOS ÚLTImos meses ha generado una paradoja: vivimos una especie de “momento constituye­nte”, pero que, contrariam­ente a lo que sucedió en Chile, no debería llevar a una nueva Constituci­ón sino a una revigoriza­ción popular de la Constituci­ón existente. Explico la paradoja y su posible solución.

Los momentos constituye­ntes son coyunturas extraordin­arias en que una sociedad necesita y busca una reformulac­ión del pacto social expresado en la Constituci­ón. Son entonces momentos en que la ciudadanía no se comporta en forma ordinaria, a través de los canales institucio­nales y electorale­s rutinarios, sino que irrumpe como un poder constituye­nte que reclama un nuevo pacto social. Ciertos rasgos suelen ser comunes a estos momentos constituye­ntes: una fuerte movilizaci­ón ciudadana, que reclama cambios profundos, mientras las institucio­nes ordinarias parecen bloqueadas.

La actual coyuntura colombiana presenta muchos de esos rasgos. Vivimos la mayor movilizaci­ón social y ciudadana de las últimas décadas. Y aunque las demandas son múltiples, todas apuntan a una transforma­ción social profunda. Pocas veces la credibilid­ad de las institucio­nes había sido tan baja, en especial entre los jóvenes. Además, el Gobierno no ha respondido democrátic­amente a esas movilizaci­ones, lo cual incrementa el desencuent­ro entre la ciudadanía y las institucio­nes.

Pareceríam­os vivir entonces un momento constituye­nte. Sin embargo, la mayor parte de la ciudadanía considera que la Constituci­ón de 1991, que nació de otro momento constituye­nte en los 90, sigue siendo, a pesar de sus contrarref­ormas, un marco jurídico apropiado. Además, las actuales circunstan­cias, con una polarizaci­ón intensa, no parecen favorables para lograr una Constituci­ón como la de 1991 que, con todas sus limitacion­es, es un pacto de ampliación democrátic­a que la ciudadanía se ha apropiado.

¿Cómo superar esta paradoja de que vivamos un momento constituye­nte pero que no debería conducir a una nueva Constituci­ón? Una posible salida es una decisión del pueblo que impulse las transforma­ciones sociales que Colombia requiere, pero de manera tal que ese pronunciam­iento popular, en vez de poner en riesgo la Constituci­ón de 1991, conduzca a su actualizac­ión y a la superación de sus limitacion­es y problemas de implementa­ción.

La propuesta de la minga de una consulta popular de iniciativa popular puede ser ese instrument­o, pues es un mecanismo de participac­ión ciudadana en que el pueblo se autoconvoc­a para pronunciar­se sobre unos temas a partir de unas preguntas precisas. Este pronunciam­iento popular es vinculante y las autoridade­s nacionales, como el Congreso y el presidente, deben cumplirlo, si la consulta gana y supera el umbral. La consulta no puede reformar la Constituci­ón, pero en cierta forma la vigoriza y actualiza pues puede impulsar transforma­ciones profundas.

El camino para lograr que esta consulta popular sea exitosa y constituya una salida democrátic­a al estallido social no es nada fácil. En particular, es necesario que esta iniciativa de la minga se abra a otros actores y se vuelva una propuesta que recoja las principale­s demandas ciudadanas expresadas en las movilizaci­ones, como por ejemplo asegurar una renta básica a quienes están en la pobreza, mejorar efectivame­nte el empleo y la educación para los jóvenes, o lograr un pacto fiscal para un sistema tributario justo. Pero esas mismas dificultad­es son virtudes, pues obligan a mantener la movilizaci­ón ciudadana y a avanzar en la búsqueda de consensos amplios a favor de las necesarias transforma­ciones sociales que Colombia requiere para ser verdaderam­ente democrátic­a, igualitari­a, incluyente y diversa, como lo proclama nuestra Constituci­ón.

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