El costo del olvido
NO SE TRATA DE LA PELÍCULA COlombiana que ha tenido tanto reconocimiento internacional, se trata de analizar lo que está sucediendo en Perú y en muchos otros países latinoamericanos que tanto preocupa a sectores de gran poder en Colombia. En nuestro país vecino, donde se acaba de posesionar Pedro Castillo como nuevo presidente, no solo quienes han ostentado el poder allí sino sus pares en otras naciones, entre ellas la nuestra, están terriblemente preocupados. Algunos medios colombianos han hecho análisis realmente sorprendentes en los cuales el pavor al comunismo los lleva a conclusiones que, con todo respeto, pueden desenfocar un debate que sí es absolutamente pertinente.
Claro que existen razones para preocuparse, eso es innegable. Sería un gran error negarlo. Llega un presidente sin experiencia en la administración pública, pero con un gran poder que adquirió probablemente como líder sindical. El costo de no conocer el manejo del Estado lo estamos pagando los colombianos, y a esto se agregan sus primeros nombramientos, que refuerzan la imagen de una izquierda dura que se había logrado moderar en la última etapa de la campaña presidencial. Peruanos del ala progresista afirman que, finalmente, después de varios intentos, Castillo logró nombrar a un ministro de Hacienda que no tiene tanto rechazo del sector empresarial, porque creen que es mejor que otros. Los mercados, que con los primeros nombramientos reaccionaron muy mal, empezaron a calmarse un poco, pero hay alerta y se viven momentos complejos en Perú. La esperanza del sector privado se fundamenta en que los cambios radicales se enfrentarán a un Congreso donde el gobierno no tiene mayorías. Moderación en sus propuestas es la esperanza de muchos.
Para muchos colombianos, Perú es el espejo en que nos debemos mirar y lo usan para atacar a Gustavo Petro. Por ello es fundamental entender mejor este proceso que se repite en la región. Si a esta realidad peruana sumamos las otras de América Latina, la verdad es que los habitantes de esta parte del mundo estamos pagando el precio del olvido, por décadas si no por siglos, del campesinado, de los afrodescendientes, de los jóvenes, de las mujeres y en general de los pobres. Hoy esos amplios sectores no solo están reaccionando sino rebelándose, independientemente del régimen político de sus países. Y esto, con el perdón de quienes dicen que ese es el pasado, es el presente.
Es el costo de haber aceptado nuestra profunda desigualdad como una realidad inmodificable y de creer que bastaba con bajar pobreza sin tocar la concentración de la riqueza y del poder. Algunos esperamos llegar a adultos para rebelarnos, pero fue tarde, muy tarde. Los marginados de ayer son los rebeldes de hoy y van a cambiar la historia del mundo y de nuestra región. Si eso no se entiende y no ayudamos a un tránsito pacífico hacia una nueva agenda de inclusión social, justicia y derechos para todos, nuestros hijos y nietos pagarán esa inmensa deuda. Es el costo del olvido. Ignorar esa gran verdad y pensar que podemos seguir como antes será el segundo error histórico que cometemos.
el mínimo incremento en la productividad de factores, cuyo crecimiento ha sido prácticamente cero en los últimos 50 años. El crecimiento ha sido básicamente lo obtenido con incremento poblacional y productividad del capital. Poco hemos diversificado nuestro sector productivo, más de la mitad de las divisas están centradas en recursos agotables y extractivos, tenemos una innovación rezagada, la agricultura como porcentaje del PIB tiene una participación mínima y estamos centrados en servicios con baja productividad.
El país requiere catapultar el crecimiento potencial de su economía, trabajar para lograr incrementos anuales importantes en la productividad de factores (PF) y diversificar su economía hacia nuevos sectores y regiones. El incremento de la PF pasa por una reforma total a la educación y al proceso de formación y acumulación de capital humano. En primera infancia la participación del nivel denominado transición es apenas del 64 %, muy bajo comparado con la cobertura en primaria (90 %), lo que subraya la importancia de implementar bonos educativos para primera infancia y reconociendo “tu derecho a elegir” para que los padres puedan escoger instituciones públicas o privadas que tengan incentivos por resultados, acompañadas con un buen programa de alimentación escolar. La primaria y secundaria deben retirarse del modelo retardatario del partido político de Fecode que ha garantizado una muy baja calidad, como lo demuestra el mediocre resultado en pruebas PISA (puesto 67).
Pero si queremos empleos que aumenten la PF es imperativo impulsar y transformar la formación para el trabajo, orientada especialmente hacia sectores donde el valor del trabajo y el conocimiento sean requeridos de forma masiva, mejor remunerados y ojalá en desarrollo de nuevas tecnologías, especialmente en lo digital. Pero la discusión tiene que ir más allá. El aumento en la PF tiene otro ingrediente central, la masificación de la transferencia de tecnología, investigación e innovación, que requiere de una malla de instituciones brindando extensionismo tecnológico, sumada a centros de investigación, innovación y diseño, que son fundamentales. El crecimiento potencial lo podemos aumentar si logramos implementar en todo el territorio el catastro multipropósito, que no solo habilite la titulación masiva de predios sino unas rentas municipales menos cargadas con el regresivo ICA. Tenemos que desarrollar nuevos sectores: un experto mundial estima que si Colombia reforestara siete millones de hectáreas, pude generar 3,5 millones de empleos y 30 billones de dólares extras en PIB, sumados al positivo impacto ambiental. Discutamos entonces cómo aumentar el crecimiento potencial de la economía, con equidad, sostenibilidad e inclusión.
‘‘Esperamos
llegar a adultos para rebelarnos, pero fue tarde, muy tarde. Los marginados de ayer son los rebeldes de hoy y van a cambiar la historia del mundo y de nuestra región”.