El abismo del terror
Para algunos habitantes, la imagen proyectada de Boyacá como territorio de paz ha invisibilizado la afectación que les dejó el conflicto. La Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas recibió información de 18 fosas ubicadas en esta provincia,
El Alto de Buenavista, en la boyacense Provincia de Lengupá, fue usado por los paramilitares para desaparecer al menos a 600 personas entre 1989 y 2005. La Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas va a investigar la existencia de 18 fosas en esta región. Acompañamos a familiares en una peregrinación por la verdad y la memoria.
Como en otras regiones del país, en Boyacá también crece la vegetación sobre las fosas de personas desaparecidas y la vida anda al lado de cementerios con cuerpos sin nombres. La diferencia es que en este departamento poco se ha reconocido la desaparición forzada y el conflicto armado. Su gente cree que les han negado el derecho como víctimas a ser reparadas, porque la dimensión de lo que ocurrió allí no fue la misma de otros lugares que casi a diario salen en los noticieros.
Pero ellos también tienen su historia de guerra. Han pasado por la Batalla de Boyacá, la violencia liberal-conservadora, la llegada de grupos insurgentes, la guerra por las esmeraldas y el paramilitarismo. Víctor Carranza, el “zar de las esmeraldas”, y Puerto Boyacá fue la asociación directa que hizo el país con la violencia en Boyacá, pero hay muchas más víctimas y victimarios que se esconden en el silencio.
A finales de julio viajamos a la Provincia de Lengupá, una de las 15 subregiones en las que se divide este departamento, ubicada al suroriente. Es la zona que comunica el altiplano cundiboyacense con los llanos del Casanare. La conforman los municipios de Berbeo, Campo Hermoso, Miraflores, Páez, San Eduardo y Zetaquirá. Su paisaje montañoso, que forma parte de la cordillera Oriental, es de vegetación espesa y cuenta con una amplia variedad de climas, que van desde el frío del páramo de Bijagual hasta los 30° C.
Lengupá fue uno de los epicentros de la violencia en Boyacá. Apoyó la campaña libertadora y fue el lugar de nacimiento de varios miembros de las guerrillas liberales que operaron en los Llanos Orientales. Allí también nació el expresidente Santos Acosta y el fundador del Partido Liberal en Colombia, Ezequiel Rojas. Sin embargo, esa identidad liberal de su gente se convirtió en su lápida luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, en 1948.
Desde los ochenta llegó el frente 38 de las Farc y el frente Libertador del Eln. La zona fue usada como corredor estratégico y para hacer un trabajo político, aunque no tuvo mayor desarrollo porque ambas guerrillas fueron frenadas a inicios de los noventa por el Ejército y paramilitares de las Autodefensas Campesinas del Casanare.
Hoy en Miraflores, su capital, viven Estela Pulido y Miriam Vargas, ambas rodean los 70 años y tienen una vida tranquila en sus fincas. Durante la última década se han dedicado a recoger las memorias de las dos grandes violencias que vivió la provincia: la bipartidista y la paramilitar.
Cuentan que tanta historia violenta dejó una comunidad fragmentada, que no quería hablar por miedo o porque sencillamente no tenían a quién contarle su dolor. Entonces ellas empiezan a invitar a la gente a tomarse un tinto para escuchar sus testimonios. Cada relato las lleva a otro distinto. Conocen a Miguel Ovalle, Nelson Mendoza y Guillermo Cruz, y conforman el Comité de Derechos Humanos a mediados de 2000.
Convocan a más personas a través de la emisora y hacen encuentros con apoyo de la Corporación Social para la Asesoría y Capacitación Comunitaria (Cospac) en otros municipios, como San Eduardo, para reconstruir su memoria del conflicto. Con la confianza ganada de la gente, en 2012 instalan en Miraflores la primera galería de la memoria con los retratos de algunas víctimas.
“Nunca nos han reconocido todo lo que nos ha pasado”, dice Estela. “Porque es que los muertos de acá son muchos y por eso estamos escribiendo libros para que los jóvenes conozcan, para que el país conozca cómo fue el conflicto en la región, que aquí hay fosas de gente que ni siquiera es de acá y que sus familias están buscando”.
Estela, quien trabajó como enfermera, se unió al sindicato de la salud y luego dirigió el ancianato de Miraflores, cuenta que nació en Bogotá a raíz del desplazamiento forzado de sus padres liberales, pero sus raíces son boyacenses. Su madre fue encarcelada en el pueblo por defender al Partido Liberal.
“Con decirle que la gente liberal no podía ni ir a misa. O ni decían que lo eran para no ser perseguidos. El que lo hacía era marcado y si se oponía lo botaban por la cuchilla de Buenavista o les hacían hacer la ‘carrera de la muerte’”, en referencia a la práctica de chulativas y Ejército de hacer correr a la gente por la montaña para dispararles por la espalda.
Miriam estudió derecho, trabajó en hoteles y recorrió el país. Ahora se dedica a la fotografía y a hacer aviturismo en Miraflores. “Me leí cuanto libro había de Lengupá
y siempre me rondó esa pregunta de por qué el paramilitarismo se instaló acá, si estos son minifundios. Era una buena ruta para el narcotráfico, pero además llegaron aquí porque tenían que despejar los territorios para el paso de los tubos de petróleo y para que la gente no exigiera nada”.
El dominio paramilitar
El Oleoducto Central de los Llanos
pasa por tres municipios de la provincia. Con la llegada de empresas petroleras también se reforzó la presencia militar. En Miraflores se instaló la estación de bombeo de crudo y el Batallón Energético y Vial José María Carbonell, al mando en la época de Víctor Hugo Matamoros, quien, según la gente, fue aliado de los “paras” y permitió tanta barbarie.
Héctor José Buitrago, conoci
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Provincia de Lengupá fue uno de los epicentros de la violencia en Boyacá por su cercanía con el Casanare y por ser la cuna del Partido Liberal.