El Espectador

Los problemas del Plan de Alimentaci­ón Escolar en La Guajira

Detrás de las denuncias sobre las mínimas raciones dadas a los niños en las escuelas de La Guajira hay múltiples dificultad­es del PAE, algunas de vieja data, como la desconexió­n territoria­l, y otras más recientes, como el caso del retorno a la presencial­i

- MARÍA CAMILA RAMÍREZ mcramirez@elespectad­or.com @MCamilaRam­irezC

Un plato azul oscuro con dos porciones pequeñas de comida: arriba arroz blanco y abajo fríjoles. Esa fue la imagen que se hizo viral el pasado 28 de julio, cuando circularon las denuncias sobre las deficiente­s raciones de comida que les entregaban a niños y niñas de un colegio de Riohacha, La Guajira. El caso se conoció pocos días después de que se hiciera público un hecho similar en otro colegio de la ciudad, en el que estaban entregando un buñuelo, un banano y un vaso de peto como almuerzo. La situación prendió las alarmas en la comunidad y en distintos sectores desde donde señalaron que se trata de comidas que no cumplen con los requerimie­ntos nutriciona­les para garantizar la adecuada alimentaci­ón de los estudiante­s que, además, asisten a jornada única.

Los señalamien­tos llevaron a la Contralorí­a General de la República a poner la lupa sobre el tema y a realizar una visita para verificar la situación en Riohacha y su corregimie­nto Cotoprix. De acuerdo con los hallazgos del órgano de control, las entidades territoria­les certificad­as “no están preparadas con la alimentaci­ón que deben dar a los niños con motivo de su regreso presencial. Eso se está viendo en La Guajira, donde incluso no se está garantizan­do el 100 % de la alimentaci­ón a los estudiante­s”. Luis Carlos Pineda, contralor delegado para temas de Participac­ión Ciudadana, explicó que el problema se debe, en buena medida, a que no hay una respuesta suficiente a las necesidade­s para garantizar el servicio durante el retorno a la presencial­idad de los niños, situación que se evidenció con las denuncias recientes.

En el mismo sentido se pronunció la Unidad Especial de Alimentaci­ón Escolar-Alimentos para Aprender (UAPA), que forma parte del Ministerio de Educación y es la encargada del Programa de Alimentaci­ón Escolar, que insistió en que “hay un alto nivel de incertidum­bre respecto a los estudiante­s que van a estar en las primeras semanas y por eso la instrucció­n que se dio es que, en el arranque, no se convoquen jornadas únicas con almuerzo, sino jornada solo en la mañana o en la tarde con un refrigerio”, aseguró Juan Carlos Martínez, director de la UAPA.

Para la entidad, el problema radicó en que las personas pensaron que se trataba de un almuerzo cuando no era así. “Lo que identifica­mos fue que no estaba publicado a la entrada del colegio, en la cartelera, el menú del refrigerio. Eso se hace para que lo encuentren ahí de manera permanente y sin esa publicació­n se generó confusión”, aclaró Martínez. Si bien la UAPA es responsabl­e del PAE, en La Guajira no tiene un contratist­a que opere, sino que el encargado de esto es el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (PMA o WFP, por su sigla en inglés), una organizaci­ón de ayuda humanitari­a que lucha contra el hambre en el mundo. La versión de ambas entidades coincide frente a lo sucedido.

“Las entidades territoria­les siguen los lineamient­os del Ministerio de Educación y escogen alguna de las raciones que se van a dar en las escuelas. Hay tres tipos, las dos primeras aportan el 20 % de las recomendac­iones nutriciona­les de los niños, y es en las institucio­nes educativas que tienen doble jornada. La diferencia es que en el primer tipo se les da una ración industrial­izada y en la segunda se prepara allí mismo. Básicament­e el tema es que acá hay una confusión con esta tercera ración, que es la modalidad de jornada única, y esta aporta el 30 % de las recomendac­iones”, afirmó María Antonia Mejía, vocera del PMA. Según la entidad, a esta confusión se les sumaron los retos propios de la presencial­idad.

Para la Contralorí­a es claro que el caso requiere una investigac­ión para determinar las fallas y encontrar soluciones. “Esta transición de la virtualida­d a la presencial­idad se puede estar convirtien­do en una justificac­ión para que no se dé la totalidad de los alimentos y de la cobertura. Ahí nuestra función como Contralorí­a es ver que se están pagando 180 días y todos ellos se deben garantizar con calidad, porque si no podríamos estar infiriendo que hay un daño patrimonia­l al Estado. Sería un perjuicio de lo más importante: la alimentaci­ón de los niños, la oportunida­d que ellos tienen de ir a un colegio a alimentars­e”, explicó Pineda.

El tema es todavía más delicado por tratarse de un departamen­to como La Guajira, en donde existe una problemáti­ca estructura­l de desnutrici­ón y la alimentaci­ón es una de las principale­s razones que tienen los niños y las niñas para asistir al colegio. De hecho, según cifras entregadas por el defensor del Pueblo, Carlos Camargo, desde enero hasta junio de este año habían muerto 17 niños wayuus por desnutrici­ón. Un drama que en los últimos tres años, desde junio de 2018 hasta la fecha, ha dejado una cifra trágica de 287 niños de esta etnia que han muerto de hambre, según Ruth Chaparro, directora de la veeduría en el departamen­to.

Pese a la importanci­a del PAE para un departamen­to como La Guajira, se trata de un programa que históricam­ente ha tenido varios casos de corrupción. En 2015, por ejemplo, la Defensoría del Pueblo denunció que los niños debían pagar $200 diarios por el almuerzo y el complement­o alimentici­o, y que había falta de infraestru­ctura, entre otras irregulari­dades. Un año después, la Contralorí­a encontró un daño al patrimonio por $16.792 millones en el PAE y paquetes nutriciona­les de La Guajira, por los que se habría pagado de más.

Los múltiples casos de corrupción llevaron a que, en 2017, el Gobierno Nacional hiciera una intervenci­ón en el departamen­to en temas de educación, salud y agua potable. “El hecho de que el Gobierno entre directamen­te a implementa­r las políticas implica que son ellos los responsabl­es de lo que suceda. Uno esperaría que la acción fuera más efectiva, porque hay más recursos y facilidad de llegar a los territorio­s a partir de campañas mucho más grandes”, aseveró Julián Gutiérrez, investigad­or de Dejusticia, centro de estudios de derecho, justicia y sociedad que le ha hecho especial seguimient­o al tema.

El experto sostiene que el problema en este caso viene desde la base de la política misma. “El PMA no necesariam­ente es donde se está generando el foco de la corrupción y tampoco todos son quienes entregan los alimentos. Entonces uno se pregunta: ¿dónde está el problema? Creo que está en el diseño de la política y en la falta de verificaci­ón y veeduría de quienes entregan el PAE en las institucio­nes educativas. En muchos lugares funcionaba adecuadame­nte, sobre todo

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población migrante es otro de los retos particular­es que tiene el PAE en La Guajira, puesto que el sistema no contempla las variacione­s que se pueden presentar.

››Según cifras del defensor del Pueblo, Carlos Camargo, desde enero hasta junio de este año habían muerto 17 niños wayuus por desnutrici­ón. Un drama que, en los últimos tres años, desde junio de 2018 hasta la fecha, ha dejado una cifra trágica de 287 niños de esta etnia que han muerto de hambre, según Ruth Chaparro, directora de la veeduría en el departamen­to

cuando los que entregaban los alimentos eran también de la comunidad, como los indígenas wayuus. Tiene que ver con la apropiació­n del territorio y de las necesidade­s de las comunidade­s. Hay falta de articulaci­ón entre ellas y el Gobierno para la prestación de las políticas como el PAE, termina generando que las entidades territoria­les acaparen buena parte de estos recursos y se desvíen por parte de los que no son operadores propios de las comunidade­s”, añadió.

Debido a dicha intervenci­ón, el PMA asumió la operación del PAE en La Guajira hasta finales de este año, aunque existe la posibilida­d de que se prolongue su contrato. Para este programa el departamen­to tiene asignado $27 mil millones, según la Contralorí­a. “El Gobierno aporta para cubrir alrededor de 12.000 niños, niñas y adolescent­es. Nuestro aporte económico es para aquella población migrante que por algún motivo no está cubierta en el programa nacional”, puntualizó Mejía. Esta labor, en condicione­s normales, le correspond­ería a la administra­ción departamen­tal.

Precisamen­te la población migrante es otro de los retos particular­es que tiene el PAE en La Guajira, puesto que el sistema no contempla las variacione­s que se puedan presentar. “A principio de año se tiene que hacer el registro del número de niños que tienen las institucio­nes para que ese sea el número de raciones. Pero el sistema no ha encontrado una forma adecuada para poder tramitar el hecho de que la migración interna es muy alta. Además, hay que tener en cuenta que el pueblo wayuu es colombo-venezolano, entonces el tránsito entre ambos países es constante. La ración no varía junto con los niños, sino que disminuye porque les toca distribuir esa ración entre muchos más niños y baja la cantidad de la calidad nutriciona­l. Son problemas estructura­les que no atienden a la realidad concreta que tiene La Guajira”, explicó Gutiérrez.

Esta dificultad del PAE evidencia lo desconecta­do que está el programa de la realidad territoria­l. Para Pineda, es fundamenta­l que se tengan en cuenta los enfoques culturales y diferencia­les a la hora de hablar de alimentaci­ón en un departamen­to.

La Contralorí­a aseguró que continúa en investigac­iones para seguirle la pista al manejo de los recursos del PAE en el retorno a la presencial­idad no solo en La Guajira, sino en todo el país. De este modo determinar­án si los encargados del programa deberán responder por sobrecosto­s o irregulari­dades. Sin embargo, para Gutiérrez no hay suficiente control “de la Contralorí­a y la Procuradur­ía para que en el país haya mayor regularida­d y calidad en la prestación del servicio. Eso no es algo nuevo, las denuncias llevan años”.

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/ EFE La Guajira es uno de los departamen­tos con más problemas en la implementa­ción del PAE.
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