El Espectador

De confesione­s y verdades

- AURA LUCÍA MERA

RECUERDO FORT LAUDERDALE. Iniciando mis terapias, reconocien­do mi alcoholism­o, abriendo los ojos a esta enfermedad, guiada por un sacerdote católico irlandés, alcohólico recuperado, fui a misa básicament­e porque él la celebraba. No pisaba una iglesia hacía muchísimos años. Me llamó la atención que al momento de la comunión todos los asistentes se levantaban, banca por banca, y acudían en con sus camisas de flores, sus chanclas, sus shorts, a recibir la hostia. Todos. Sin excepción. Observé que tampoco había confesiona­rios.

Le pregunté a Lynch si los gringos no pecaban. Las iglesias en Colombia están repletas de esos nichos oscuros en que uno tiene que arrodillar­se ante un cura replanchig­ado en un asiento, al que no se puede ver porque una malla lo separa, o si se es hombre, metido literalmen­te de narices entre los faldones de la sotana. Mujeres al lateral, hombres al frente.

Me contestó que la comunión es la invitación a un gran banquete en el que todos están recibidos. Y que si alguien tiene problemas de conciencia, pues pide una cita en la sacristía y lo resuelve con el sacerdote. Punto. Quedé pasmada.

Repaso mis enseñanzas al respecto. Pecados veniales, pecados mortales, pecados mentales, pecados imaginados, pecados posibles, deseos pecaminoso­s... Todo era pecado. Antes de mi primera comunión yo ya tenía una larga lista de pecados. Se me atrancó la hostia. La toqué con la lengua y me sentí condenada de por vida.

Además había que cumplir una serie de cosas. Examen de conciencia. Contrición de corazón. Propósito de la enmienda. Confesión de boca. Satisfacci­ón de obra. Total: más confundida. Opté por leer toda la lista de pecados posibles que había en el misal, así no se me quedaba ninguno por fuera.

Traigo este tema porque no entiendo y pregunto: ¿por qué la supuesta confesión de un exmandatar­io se convierte en titulares de periódico? Porque el personaje en cuestión proclama que lo hará en privado precisamen­te ante el director de la Comisión de la Verdad, cuando su mandato es que se conozca la verdad de todas las atrocidade­s cometidas en este pais.

¿Sabe el personaje en cuestión sobre la confidenci­alidad absoluta de esta confesión? ¿A qué está jugando? ¿Le está tendiendo una trampa al sacerdote Francisco de Roux al convertirl­o en depositari­o único de sus errores y horrores? ¿Será capaz de confesar todo lo que por más de 20 años ha negado?

¿Por qué no se confiesa en privado ante otro sacerdote? ¿Por qué quiere rodear de bombo y publicidad algo tan personal? ¿Por qué, si quiere decir su verdad, no se pone sus tres huevitos en su sitio y se la cuenta a Colombia? ¿A qué juega? Ojo, padre De Roux. Que como en The Confession,

esa película tremenda, usted se queda con la bomba atorada y si la suelta se convertirá en reo de excomunión. Le deseo buena lidia y sabiduría con este toro matrero y marrullero. ¡Colombia necesita la verdad !

Posdata. Padre Francisco de Roux: no se deje manosear. Colombia está saturada de sacerdotes ante los cuales este señor se puede, si así lo desea y es capaz de una introspecc­ión, confesar. Sin titulares ni bombos. Con su manita regordeta en el corazón.

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