De confesiones y verdades
RECUERDO FORT LAUDERDALE. Iniciando mis terapias, reconociendo mi alcoholismo, abriendo los ojos a esta enfermedad, guiada por un sacerdote católico irlandés, alcohólico recuperado, fui a misa básicamente porque él la celebraba. No pisaba una iglesia hacía muchísimos años. Me llamó la atención que al momento de la comunión todos los asistentes se levantaban, banca por banca, y acudían en con sus camisas de flores, sus chanclas, sus shorts, a recibir la hostia. Todos. Sin excepción. Observé que tampoco había confesionarios.
Le pregunté a Lynch si los gringos no pecaban. Las iglesias en Colombia están repletas de esos nichos oscuros en que uno tiene que arrodillarse ante un cura replanchigado en un asiento, al que no se puede ver porque una malla lo separa, o si se es hombre, metido literalmente de narices entre los faldones de la sotana. Mujeres al lateral, hombres al frente.
Me contestó que la comunión es la invitación a un gran banquete en el que todos están recibidos. Y que si alguien tiene problemas de conciencia, pues pide una cita en la sacristía y lo resuelve con el sacerdote. Punto. Quedé pasmada.
Repaso mis enseñanzas al respecto. Pecados veniales, pecados mortales, pecados mentales, pecados imaginados, pecados posibles, deseos pecaminosos... Todo era pecado. Antes de mi primera comunión yo ya tenía una larga lista de pecados. Se me atrancó la hostia. La toqué con la lengua y me sentí condenada de por vida.
Además había que cumplir una serie de cosas. Examen de conciencia. Contrición de corazón. Propósito de la enmienda. Confesión de boca. Satisfacción de obra. Total: más confundida. Opté por leer toda la lista de pecados posibles que había en el misal, así no se me quedaba ninguno por fuera.
Traigo este tema porque no entiendo y pregunto: ¿por qué la supuesta confesión de un exmandatario se convierte en titulares de periódico? Porque el personaje en cuestión proclama que lo hará en privado precisamente ante el director de la Comisión de la Verdad, cuando su mandato es que se conozca la verdad de todas las atrocidades cometidas en este pais.
¿Sabe el personaje en cuestión sobre la confidencialidad absoluta de esta confesión? ¿A qué está jugando? ¿Le está tendiendo una trampa al sacerdote Francisco de Roux al convertirlo en depositario único de sus errores y horrores? ¿Será capaz de confesar todo lo que por más de 20 años ha negado?
¿Por qué no se confiesa en privado ante otro sacerdote? ¿Por qué quiere rodear de bombo y publicidad algo tan personal? ¿Por qué, si quiere decir su verdad, no se pone sus tres huevitos en su sitio y se la cuenta a Colombia? ¿A qué juega? Ojo, padre De Roux. Que como en The Confession,
esa película tremenda, usted se queda con la bomba atorada y si la suelta se convertirá en reo de excomunión. Le deseo buena lidia y sabiduría con este toro matrero y marrullero. ¡Colombia necesita la verdad !
Posdata. Padre Francisco de Roux: no se deje manosear. Colombia está saturada de sacerdotes ante los cuales este señor se puede, si así lo desea y es capaz de una introspección, confesar. Sin titulares ni bombos. Con su manita regordeta en el corazón.