“Ojalá hubiéramos hecho trizas la paz”
LOS LÍDERES DEL CENTRO DEMOcrático llevan varios años tratando de desacreditar las voces de aquellos que señalan a su partido como una fuerza política enemiga de la paz. Cuando a cualquier dirigente del uribismo le reclaman porque el accionar de su colectividad ha dificultado notoriamente el fin del conflicto en Colombia, la respuesta es casi siempre la misma: “nosotros sí queremos la paz. Pero una paz con legalidad”.
Ese eslogan vacío y engañoso les ha servido para hacerle creer a la gente que la intención del partido no es perpetuar la guerra, sino buscar una paz mejor. Pero detrás de ese cuento se esconde una estrategia que, definitivamente, ya hizo agua. Ese concepto de la tal “paz con legalidad” con el que el presidente Duque y el uribismo han pretendido maquillar sus verdaderas intenciones no es otra cosa que un listado de utopías que hubieran hecho imposible la firma de cualquier acuerdo.
“Queremos una paz en la que los antes alzados en armas no puedan participar en política y vayan a la cárcel; una paz sin la JEP y sin la Comisión de la Verdad; una paz en la que no se ofrezcan beneficios por contar la realidad de lo que ocurrió en la guerra; una paz que esconda la innegable participación del Estado en la matanza; una que proteja a los terceros «de buena fe» y que garantice la impunidad de los militares”. En síntesis, una paz imposible, inviable e intrascendente.
Y es que no hace falta ser un genio para entender por qué el Centro Democrático y sus sectores políticos afines han hecho todo lo que han podido para atravesarse al acuerdo que el Estado suscribió con la antigua guerrilla de las Farc.
Aun cuando han pretendido justificar toda su cruzada bajo el ropaje de una aparente indignación por el hecho de que los antes jefes guerrilleros estén hoy libres y en el Congreso, la realidad es que esa situación particular poco o nada trasnocha a los líderes de la derecha. Su preocupación más grande, como se hace cada vez más evidente, es que los colombianos conozcamos la verdad de lo que ocurrió en la guerra.
“Ojalá hubiéramos hecho trizas la paz”. Con esa frase, la senadora Paloma Valencia se sinceró la semana pasada y, después de años de negarlo, por fin admitió sin vacilaciones cuál ha sido el eje del accionar político de su partido. Mientras tanto, en el marco de la Comisión de la Verdad, Salvatore Mancuso y Rodrigo Londoño se sentaban a conversar y, sin mencionarla, en el desarrollo de la charla dejaron claro el por qué del pánico que la senadora Valencia y sus compañeros de partido le tienen a la paz.
Es sorprendente que el relato de Mancuso no haya tenido mayor efecto entre la opinión. El otrora jefe paramilitar, aunque no entró en mayores detalles, relató cómo las fuerzas del Estado, los políticos y los empresarios, fueron los principales socios y promotores de su estructura criminal. Los gamonales de toda la vida, muchos de ellos militantes del uribismo, deben estar temblando con las declaraciones de Mancuso. En la verdad de este exjefe paramilitar, quien llegó a afirmar que su organización hasta puso presidente, hay una bomba que le quitaría la máscara a los señores de la guerra de saco y corbata. Ojalá lo reciba la JEP.