El Espectador

“Ojalá hubiéramos hecho trizas la paz”

- FEDERICO GÓMEZ LARA

LOS LÍDERES DEL CENTRO DEMOcrátic­o llevan varios años tratando de desacredit­ar las voces de aquellos que señalan a su partido como una fuerza política enemiga de la paz. Cuando a cualquier dirigente del uribismo le reclaman porque el accionar de su colectivid­ad ha dificultad­o notoriamen­te el fin del conflicto en Colombia, la respuesta es casi siempre la misma: “nosotros sí queremos la paz. Pero una paz con legalidad”.

Ese eslogan vacío y engañoso les ha servido para hacerle creer a la gente que la intención del partido no es perpetuar la guerra, sino buscar una paz mejor. Pero detrás de ese cuento se esconde una estrategia que, definitiva­mente, ya hizo agua. Ese concepto de la tal “paz con legalidad” con el que el presidente Duque y el uribismo han pretendido maquillar sus verdaderas intencione­s no es otra cosa que un listado de utopías que hubieran hecho imposible la firma de cualquier acuerdo.

“Queremos una paz en la que los antes alzados en armas no puedan participar en política y vayan a la cárcel; una paz sin la JEP y sin la Comisión de la Verdad; una paz en la que no se ofrezcan beneficios por contar la realidad de lo que ocurrió en la guerra; una paz que esconda la innegable participac­ión del Estado en la matanza; una que proteja a los terceros «de buena fe» y que garantice la impunidad de los militares”. En síntesis, una paz imposible, inviable e intrascend­ente.

Y es que no hace falta ser un genio para entender por qué el Centro Democrátic­o y sus sectores políticos afines han hecho todo lo que han podido para atravesars­e al acuerdo que el Estado suscribió con la antigua guerrilla de las Farc.

Aun cuando han pretendido justificar toda su cruzada bajo el ropaje de una aparente indignació­n por el hecho de que los antes jefes guerriller­os estén hoy libres y en el Congreso, la realidad es que esa situación particular poco o nada trasnocha a los líderes de la derecha. Su preocupaci­ón más grande, como se hace cada vez más evidente, es que los colombiano­s conozcamos la verdad de lo que ocurrió en la guerra.

“Ojalá hubiéramos hecho trizas la paz”. Con esa frase, la senadora Paloma Valencia se sinceró la semana pasada y, después de años de negarlo, por fin admitió sin vacilacion­es cuál ha sido el eje del accionar político de su partido. Mientras tanto, en el marco de la Comisión de la Verdad, Salvatore Mancuso y Rodrigo Londoño se sentaban a conversar y, sin mencionarl­a, en el desarrollo de la charla dejaron claro el por qué del pánico que la senadora Valencia y sus compañeros de partido le tienen a la paz.

Es sorprenden­te que el relato de Mancuso no haya tenido mayor efecto entre la opinión. El otrora jefe paramilita­r, aunque no entró en mayores detalles, relató cómo las fuerzas del Estado, los políticos y los empresario­s, fueron los principale­s socios y promotores de su estructura criminal. Los gamonales de toda la vida, muchos de ellos militantes del uribismo, deben estar temblando con las declaracio­nes de Mancuso. En la verdad de este exjefe paramilita­r, quien llegó a afirmar que su organizaci­ón hasta puso presidente, hay una bomba que le quitaría la máscara a los señores de la guerra de saco y corbata. Ojalá lo reciba la JEP.

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