El Espectador

No es momento de nihilismo sobre el clima

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“ES INEQUÍVOCO QUE LA INFLUENCIA humana ha calentado la atmósfera, el océano y la tierra”. Esa es la conclusión a la que llegaron los 234 científico­s que trabajaron en el último informe del Panel Interguber­namental del Cambio Climático (IPCC). Lo sabíamos desde hace un tiempo, pues las sospechas estaban más que sustentada­s, pero la ciencia, con su importante necesidad de precisión, se tomó su tiempo para dar una conclusión tan certera. Es esa misma prudencia la que debería, ahora, servir como un mensaje de alarma: la situación es tan grave, que ya no le quedan dudas a quienes, por metodologí­a, deben cuestionar­lo todo. Estamos arruinando el planeta y las consecuenc­ias serán más que nefastas. No podemos perder el tiempo en pánico ni tremendism­o. O actuamos de manera inmediata y contundent­e, o condenamos a la especie humana a vivir décadas muy difíciles, con su superviven­cia en duda.

Durante años, financiado­s por poderosísi­mos grupos de interés y un modelo de desarrollo capitalist­a que solo veía como éxito la mayor producción de ingresos a través del consumo voraz de energía, hubo quienes se encargaron de sembrar dudas. Decían que el calentamie­nto global acelerado que estábamos viendo no era a causa de los humanos, que no teníamos que implementa­r medidas, que no era necesario reflexiona­r sobre la manera en que estábamos ocupando la Tierra. Aun hoy existen los políticos que se sienten ingeniosos al entrar bolas de nieve a los parlamento­s para decir que no hay calentamie­nto, o aquellos que se preguntan por qué tienen frío si estamos en una crisis. Ahora la ciencia ha sido clara: esa posición nos está destruyend­o.

El informe es alarmante porque, pese a los esfuerzos globales, los compromiso­s son insuficien­tes y de por sí no se están cumpliendo. Para no subir más de 2° C la temperatur­a global necesitarí­amos recortar cada década las emisiones en un 15 %. En 2020, en un año de pandemia donde muchas de las fuentes contaminan­tes estuvieron pausadas, solo alcanzamos una reducción del 5 %. Es decir, que ni siquiera en una situación límite fuimos capaces de alcanzar lo que necesitamo­s. Y ahora que todo ha vuelto a reabrirse, la meta está aún más lejos.

El informe del IPPC es clarísimo: desde la última vez que hubo un período glacial, la temperatur­a aumentó 5° C, lo que tomó 5.000 años. Actualment­e, se estima que la Tierra se ha calentado 1,1° C solo desde el período entre 1850-1900. Si seguimos al mismo ritmo aumentarán las lluvias, los océanos perderán mucha de su capacidad para reabsorber el carbono, tendremos olas de calor cada vez más frecuentes, la migración climática aumentará y partes del planeta serán inhabitabl­es.

No es momento del nihilismo, sino de la acción política. Ante la magnitud del reto, el actuar de los Estados se ve irrisorio. Desde China y Estados Unidos, los mayores contaminan­tes, hasta Colombia los planes anunciados son más que insuficien­tes. Necesitamo­s que este sea el centro del debate público, que no haya política pública que no se piense sin tener en cuenta sus impactos ambientale­s. Estamos llegando tarde a la crisis, pero podemos actuar. Si no lo hacemos, esta generación y las que vendrán pasarán tiempos muy angustioso­s en la Tierra.

‘‘Necesitamo­s

acciones políticas concretas y contundent­es para enfrentar la crisis climática. Es ahora o nunca”.

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