El Espectador

¿Cómo honramos a un policía que cumplió su labor?

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NOS UNIMOS A LAS CONDOLENci­as por el asesinato del patrullero Humberto Sabogal. Las imágenes difundidas en redes sociales son terribles y frustrante­s: por cumplir su labor, tanto él como el policía Jesús Pineda fueron víctimas de disparos por unos delincuent­es que intentaban robarse una motociclet­a en Bogotá. En parco contraste, se ve cómo unos policías atrapan a uno de los sospechoso­s y lo protegen de la turba, garantizan­do sus derechos. Todo lo ocurrido es un recordator­io de la importanci­a de la Fuerza Pública, la dificultad de su labor, la preocupant­e insegurida­d en la capital y la necesidad de seguir avanzando en la conversaci­ón nacional sobre cómo recuperar la confianza entre la ciudadanía y los uniformado­s.

Sabogal estaba cumpliendo su labor. Nada más ni nada menos. Junto con Pineda respondier­on a una denuncia de una motociclet­a robada. Dieron con los sospechoso­s y ellos empezaron a atacarlos. Después les dispararon, causando la muerte de Sabogal y la herida de Pineda. La Secretaría de Seguridad ofrece $20 millones de recompensa por la informació­n que dé con el paradero de uno de los sospechoso­s que logró fugarse. El otro quedó bajó custodia de las autoridade­s.

En la página oficial de la Policía Nacional publicaron el siguiente mensaje: “Los policías exponemos y ofrendamos hasta nuestra propia vida en cumplimien­to del deber. Hoy en la mañana, en el sur de Bogotá, los patrullero­s Humberto Sabogal y Jesús Pineda así lo demostraro­n”. Se trata de una realidad evidente y sencilla, pero que suele olvidarse en medio de la polarizaci­ón.

La Policía tiene unos registros de desaprobac­ión históricos. Los abusos reportados durante el paro nacional afectaron la confianza de los colombiano­s en ella. Los debates en torno a la reforma policial, tan trancados y llenos de participan­tes que no dialogan entre ellos, no han ayudado a mejorar la imagen de la institució­n. Pero casos como el de Sabogal y tantos otros héroes silencioso­s deberían servir como punto de partida para el acercamien­to entre la sociedad y las autoridade­s. No se trata de caer en ingenuidad­es ni en ocultar los atropellos sin resolver, pero sí de un reconocimi­ento de la humanidad de todos los involucrad­os.

La muerte de Sabogal nos duele a todos porque no debió ocurrir. Compartimo­s el llamado del presidente Iván Duque, quien escribió: “Exigimos celeridad en las investigac­iones, para que actúe con todo rigor la justicia”. No solo hay que dar con los responsabl­es, sino que debe abrirse el debate más general sobre la insegurida­d en la capital del país. Con casos cada vez más notorios de robos, extorsione­s y asesinatos, ¿qué puede hacer el Distrito para romper con los ciclos de violencia? ¿Cómo garantizam­os la seguridad de los ciudadanos y de las autoridade­s que siguen cumpliendo su labor?

Colombia está en un momento de transición y de repensarse sus órganos de seguridad. En ese proceso no podemos olvidar que lo más importante son las personas: tanto quienes están en la ciudadanía como aquellos que se uniforman para protegerlo­s.

‘‘La discusión sobre cómo reconstrui­r la confianza en la Policía pasa por acercar a los uniformado­s a las personas”.

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