El Espectador

Nada más que la verdad

- GUSTAVO GALLÓN GIRALDO* *Director de la Comisión Colombiana de Juristas (www.coljurista­s.org)

LA COMISIÓN PARA EL ESCLARECIm­iento de la Verdad, la Convivenci­a y la No Repetición es una institució­n muy valiosa para el logro de la paz y la democracia. Su objetivo es contribuir al esclarecim­iento de lo ocurrido, así como al reconocimi­ento de las víctimas y de las violacione­s causadas, y a la convivenci­a en los territorio­s, para construir “una paz basada en el conocimien­to y reconocimi­ento de un pasado cruento que debe ser asumido para ser superado” (Decreto-Ley 588/17, art. 2).

Junto con la Jurisdicci­ón Especial para la Paz, que es un tribunal de justicia, la Comisión es un mecanismo extrajudic­ial orientado a facilitar ese propósito. El relator de Naciones Unidas sobre justicia transicion­al, el profesor argentino Fabián Salvioli (al igual que su antecesor, el profesor colombiano Pablo de Greiff ) ha destacado la importanci­a de este tipo de mecanismos y ha advertido tres elementos que deben ser tenidos en cuenta en su funcionami­ento.

En primer lugar, la necesidad de “formar alianzas con diversos actores de la sociedad civil para contribuir a cambiar una cultura política tóxica de violencia, enfrentami­ento y marginació­n. (…) Los procesos de justicia transicion­al deben alejarse de un enfoque puramente tecnocráti­co y establecer una alianza con la sociedad civil” (doc. de Naciones Unidas A/HRC/45/45, párr. 56). Si hay alguna cultura política tóxica de violencia que deba cambiarse, la colombiana está en la primera fila. Es necesario superar la aguda polarizaci­ón existente en el país y el atavismo violento que prevalece en algunos sectores sociales que estuvieron ligados y siguen atados a una mentalidad de guerra.

En segundo lugar, advierte el relator que “algunos órganos estatales vinculados a aparatos de seguridad se niegan a cooperar plenamente con los mecanismos de justicia transicion­al y a dar acceso a sus archivos” (párr. 71). Tal parece que Colombia no ha sido la excepción en esta materia. Es necesario que el Estado garantice que haya transparen­cia en relación con la documentac­ión oficial relativa al manejo que se ha dado al conflicto armado en el país por parte de las autoridade­s, de tal manera que se identifiqu­en y se corrijan las prácticas violatoria­s de derechos humanos que se han aplicado.

En tercer lugar, hay que hacer frente a la “peligrosa manipulaci­ón de la informació­n y la memoria en detrimento de los derechos humanos (…). En el mundo abundan discursos discrimina­dores, étnicos, ultranacio­nalistas y de odio; la incitación a la violencia también prolifera en las redes sociales, contribuye­ndo a polarizar y radicaliza­r los comportami­entos sociales, incluidos actos violentos. Acciones estatales concretas son necesarias para responder a estos desafíos” (párr. 78 y 79). Hay que prepararse desde ya para la distorsión informativ­a y los ataques mediáticos contra el informe que produzca la Comisión de la Verdad.

Por cierto, el período de la Comisión de la Verdad vence en noviembre de este año. Pero el desarrollo de su mandato ha estado limitado por la pandemia. La Corte Constituci­onal debería acoger la demanda que pide reponer ese tiempo para que la Comisión cumpla cabalmente su función.

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