El Espectador

El águila arpía se puede encontrar en varios lugares de Colombia, pero lo que se conoce de la especie es muy poco. Iniciativa­s de biólogos esperan contribuir a la conservaci­ón de esta especie.

- NATALIA PEDRAZA BRAVO npedraza@elespectad­or.com @PedrazaBra­vo

Se trata de una de las aves más grandes del mundo, pero en el país hay pocos datos sobre su estado. Este año, biólogos colombiano­s publicaron una investigac­ión que documenta 21 casos de persecució­n humana de esta especie solo en las últimas dos décadas, en Colombia y Panamá.

En 2016, el Jardín Botánico del Pacífico reportó la existencia de un nido del águila más grande del mundo: el águila arpía (Harpia harpyja). Un ave que habita en 18 países, entre estos, Colombia. Pocas semanas después del aviso, los biólogos Santiago Zuluaga y Mateo Giraldo recibieron una noticia devastador­a: la hembra que estaba cuidando el pichón había sido cazada.

Zuluaga y Giraldo volaron de inmediato a Bahía Solano, en el Chocó, dónde estaba el nido. Al llegar encontraro­nla cría de águila arpía estaba viva. De inmediato intentaron trepar el árbol para alcanzar al animal y poder brindarle asistencia.

Pero una vez lograron coronar la cima era demasiado tarde, el pichón estaba muerto.

El acontecimi­ento marcó la vida de los dos investigad­ores y junto a otros expertos decidieron reportar los casos de persecució­n humana de esta especie

Al empezar el estudio se toparon con un problema inesperado: en Colombia hay pocos datos sobre esta especie.

La investigac­ión creció y lograron hacer un registro de caza del águila arpía en once de los 18 países, desde el sur de México hasta el norte de Argentina.

Los resultados de la investigac­ión fueron publicados en la revista Journal of Raptor Research este año y expusieron varias realidades preocupant­es. La primera es que encontraro­n 132 casos documentad­os de caza del águila arpía desde hace ochenta años. Además, concluyero­n que en el 89 % de esos 132 casos el águila murió y, en los que sobrevivió, solo seis individuos pudieron regresar a la naturaleza.

Estas cifras han llevado a los expertos a sospechar que la especie está peor de lo que se creía.

Parte de la razón por la que el trabajo de Zuluaga y Giraldo es tan valioso es porque están generando datos que ninguna institució­n tiene. Pues el Instituto Humboldt, el Instituto Amazónico de Investigac­iones Científica­s (Sinchi) y las Corporacio­nes Autónomas Regionales no han hecho un registro juicioso de la especie.

Los únicos dos nidos de arpías estudiados

“¿Por qué es grave que maten a una arpía? Por la ecología de la especie. Es un animal muy longevo, puede vivir cincuenta años, pero tiene ciclos de anidación donde solo producen una cría cada dos o tres años. , cuenta Giraldo.

A pesar de la poca informació­n que tienen las entidades del Estado, hay organizaci­ones civiles que reconocen la importanci­a de esta especie y, de forma voluntaria y con recursos propios, están velando por el águila arpía. “Soy Harpía Caquetá” es una de ellas. Esta iniciativa fue creada por un grupo de cuatro estudiante­s y egresados del programa de Biología de la Universida­d de la Amazonia, en Florencia, Caquetá, y están monitorean­do un nido de arpía en Cartagena del Chairá.

Los jóvenes han hecho estudios del territorio donde han identifica­do las principale­s amenazas hacia estos individuos.

“El lugar donde se encuentra el nido tiene quince hectáreas, de las cuales diez son potreros, asegura Camilo Yasnó, también integrante de Soy Harpía.

Además, los investigad­ores aseguran que han identifica­do que a estas aves las cazan porque son llamativas. Aunque les han llegado noticias de otros tres posibles nidos de águila arpía en el Caquetá, hasta el momento no han podido movilizars­e para verificarl­os. “Algunos quedan hasta a quince horas desde donde estamos y el recurso económico ha sido un limitante”, afirman.

Otra iniciativa particular que trabaja con esta especie es el Bioparque La Reserva ubicado en Cota, Cundinamar­ca. “Contamos con cuatro ejemplares rescatados y que, luego de su rehabilita­ción, no fueron aptas para ser liberadas por tener problemas físicos o comportame­ntales, son animales que dependen del ser humano para su bienestar”, asegura Iván Lozano, fundador del proyecto.

Según el director del Bioparque, la única entidad del Estado que ha trabajado para la conservaci­ón de la especie es la Fuerza Aérea Colombiana.

Aunque todos los investigad­ores reconocen el trabajo que la Fuerza Aérea Colombiana ha realizado, especialme­nte facilitand­o el transporte de los especímene­s, sienten que hay un obstáculo para generar alianzas con ellos porque muchos lugares donde habita el águila arpía son zonas con conflicto armado.

También existe el Proyecto Grandes Rapaces de Colombia, dirigido por Mateo Giraldo, el investigad­or principal del artículo publicado en Journal of Raptor Research este año.

Mientras hacían la investigac­ión, Giraldo se enteró de una noticia que lo conectaría de nuevo con la historia del pichón que murió en el 2016: el mismo nido se había reactivado y tendría una nueva cría.

“Las arpías tienen fidelidad de nido, por lo que creemos que el mismo macho, padre del primer pichón, regresó al lugar con otra hembra”, explica. Desde el 2019 están monitorean­do el nuevo pichón al que llamaron Quita, que hoy tiene ocho meses y que, según las estimacion­es, saldrá del territorio de anidación cuando tenga entre dos años y medio y tres años en el 2023.

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/ Cristian Camilo Vargas Chairá, el pichón de 23 meses monitoread­o por la iniciativa “Soy Harpía Caquetá”.
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