El Espectador

Acueductos en las veredas, un bálsamo para la calidad de vida

La Gobernació­n y Empresas Públicas de Cundinamar­ca avanzan en la adecuación de 400 acueductos rurales para mejorar la cobertura, calidad y continuida­d del servicio en los municipios del departamen­to. La meta de este año es mejorar 230 acueductos.

- FELIPE GARCÍA ALTAMAR fgarcia@elespectad­or.com @FelipeAlta­mar

Históricam­ente, Cundinamar­ca ha tenido problemas de abastecimi­ento de agua. De hecho, para quienes viajaban a fincas en los municipios turísticos debían llevar un par de botellones, para cocinar y otros quehaceres. Ni qué decir de los habitantes de veredas y corregimie­ntos, sobre todo aquellos enquistado­s en las partes altas de la escarpada geografía cundinamar­quesa, que por décadas carecieron de un servicio continuo; pero el panorama viene cambiando con los avances en infraestru­ctura, acompañami­ento técnico y destinació­n de recursos para garantizar el acceso al agua en los 116 municipios.

Los esfuerzos se traducen en mejoras en la calidad de vida de residentes y turistas. De eso da fe Óscar Rodríguez, quien vive en la vereda San José, del municipio de Machetá. Allí viven ochenta personas, casi todas de la tercera edad, a las que por años les tocó almacenar agua de lluvia. El asunto era crítico en verano y debían comprar agua en bolsa. “Había amigos que vivían cerca de nacimiento­s y ellos compartían para la vereda”, cuenta Rodríguez sobre otro de los métodos que tenían para acceder al líquido. La potabilida­d, por supuesto, no era la mejor así que “Tocaba hervirla bien. No había de otra”.

A 143 kilómetros al sur, en Cáqueza, vive Rosa Buitrago. Ella y su familia viven en el barrio Villas del Tejar y también sufrieron por décadas la falta del servicio. Incluso, comenta, su hijo sufrió gastroente­ritis por tomar agua de río, la cual, por más que se hierva, no tiene tratamient­o. Desde entonces les tocó aplicar el mismo método que Rodríguez, en

Machetá. “Eso es algo que encarece la canasta familiar”, dice Rosa.

Aunque hace unos años se construyó en Cáqueza un acueducto, es de poca capacidad y está en la parte baja del municipio, así que la presión no da para que suba hasta el barrio donde habita Buitrago, quien señala que, aunque haya acueducto, no hay servicio continuo. Algunas veredas obtienen el líquido de ríos y otros nacimiento­s, pero al no ser tratada, suele ocasionar problemas de salud. “El agua del río y la que se almacena se contamina. En verano no hay y muchas veces duramos un mes sin agua”.

Un cambio

Pero parece que el panorama cambiará. Buitrago relata que en este momento los habitantes de su barrio hacen parte de un proceso de sensibiliz­ación, pues a finales de este año pondrá en servicio uno de los acueductos, que impulsa Empresas Públicas de Cundinamar­ca (EPC), a través de planes maestros de acueductos y construcci­ón de plantas de tratamient­o de agua potable, con los que se busca mejorar la cobertura, calidad y continuida­d del servicio en zonas con históricas fallas en el suministro. “La construcci­ón avanza y el sueño es, por fin, tener agua. La expectativ­a es alta y, lo mejor, es que será apta para el consumo humano”, cuenta Buitrago con emoción.

Junto a los planes maestro también avanza el programa “Agua a la Vereda”, con el que esta administra­ción busca llevar el servicio de acueducto a 20.000 cundinamar­queses. Según Juan Eduardo Quintero, gerente de EPC, esto se logrará gracias al trabajo conjunto con las comunidade­s y los municipios. “Trabajamos los estudios y diseños de los proyectos; en conseguir recursos, y ejecutar las obras, para aumentar la cobertura”.

El proceso de llevar agua a la zona rural no ha sido fácil, porque la población campesina está muy dispersa. Además, llevar las tuberías es más difícil que en los cascos urbanos. Esto, sin contar que la agricultur­a y la ganadería están agotando los nacimiento­s de agua, por lo que Quintero señala que “cada vez hay que ir más arriba y se vuelve más complejo”. A pesar de esto, en cada acueducto se ha logrado instalar tuberías, tanques, medidores y redes por un monto de $40 millones, que hacen parte del fortalecim­iento técnico, y se han invertido $22,5 millones, en fortalecim­iento institucio­nal, para que funcionen como una empresa moderna y sostenible en el tiempo.

“Agua a la Vereda” es un programa que en la pasada administra­ción logró adecuar 380 acueductos veredales. En esta nueva etapa, la meta es llegar a 400 acueductos, de los cuales ya selecciona­ron ochenta en 49 municipios, lo que demandó una inversión de $5.000 millones. EPC está a punto de lanzar una nueva convocator­ia para 150 más, y completar 230. La meta para 2022 es hacer los 170 restantes y complement­arlos con otra estrategia: “Más agua potable”, que llevará plantas de tratamient­o.

“Muchos municipios tienen acueducto estructura­do y llegan a casas rurales, pero es agua cruda y sin tratamient­o. Nos hemos puesto la meta de llegar a cincuenta plantas de tratamient­o y esperamos tenerlas a finales de 2021. Esas infraestru­cturas deben tener garantizad­o un programa de estabilida­d del servicio. No es hacer una obra y abandonarl­a”, puntualizó Quintero.

La gestión de EPC para mejorar la calidad de vida de los cundinamar­queses se evidencia en otros programas. Pero, sin duda la construcci­ón y el mejoramien­to de los acueductos, sobre todo en las zonas rurales, es la estrategia con más visión a largo plazo, para saldar una deuda histórica con los habitantes de Cundinamar­ca que por décadas tuvieron que buscar, por su cuenta, la forma de calmar su sed.

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/ Cortesía: EPC La actual convocator­ia de “Agua a la Vereda” seleccionó 80 acueductos, de 49 municipios, benefician­do a 15 provincias del departamen­to.
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