El Espectador

Al final revelarán lo que son

- SANTIAGO MONTENEGRO

ADEMÁS DE LOS QUE YA LLEVAMOS, faltan aún nueve meses para la elección presidenci­al, lo que quiere decir que esta será una de las campañas políticas más largas y agotadoras en mucho tiempo. En una época de populismo eso no deja de tener algunas consecuenc­ias positivas. Porque en un tiempo de crisis, debido especialme­nte a la pandemia, se acentúa la complejida­d de los fenómenos sociales y, como ha sucedido en otras crisis, las personas tienden a abandonar las explicacio­nes racionales y prefieren agarrarse de otras más elementale­s, para darle un sentido y un significad­o a lo que está sucediendo. Ortega y Gasset diría que la gente tiende a aferrarse más a las creencias que a las ideas científica­s.

Y entre las creencias políticas resultan muy eficaces aquellas que buscan culpables y dividen a la sociedad en pares dicotómico­s: buenos y malos, nosotros y ellos, nacionales y extranjero­s. Eso lo entendió muy bien el jurista nazi Carl Schmitt, quien, basado en la oposición entre lo divino y lo diabólico, fruto de sus profundas conviccion­es católicas, planteó que la dicotomía más provechosa políticame­nte es la que divide a la sociedad entre amigos y enemigos, en particular entre un pueblo bueno y noble y una élite maligna, causante de todos los males de la sociedad. En consecuenc­ia, para hacer política efectiva, usted tiene que inventarse un muñeco enemigo para poder insultarlo y apuñalarlo, como fueron las brujas en la Edad Media, los judíos o los rom en todas las épocas, y, más recienteme­nte, los latinos o los asiáticos en los Estados Unidos, y el sector financiero, los banqueros o los llamados neoliberal­es en todas partes.

Sin pretender dar una explicació­n científica, creo que las experienci­as de otros países parecen sugerir que el populismo genera varios momentos. En primer lugar, al ver el éxito que obtienen los primeros que proponen tesis populistas, sus opositores tienden a imitarlos y así todos se vuelven populistas, ya sean de izquierda o de derecha. En un segundo momento, la experienci­a reciente de Chile sugiere que, viendo que todos son populistas, al momento de votar la gente prefiere el original. En el país austral, varios políticos de derecha y de centro, contra sus conviccion­es de toda la vida, comenzaron a copiar propuestas de la izquierda y fueron derrotados estrepitos­amente, especialme­nte en la elección a la Asamblea Constituye­nte.

Por la caída en las encuestas de opinión, quizá consecuenc­ia de su errático manejo del paro y del conflicto social, en un proceso contrario, en Colombia hemos visto recienteme­nte cómo algunos candidatos de extrema izquierda están tratando de convencern­os de que creen en la economía de mercado, la democracia representa­tiva y la división de poderes; algunos afirman ahora que no van a cambiar la Constituci­ón y otros hasta se distancian de los regímenes chavista y cubano, en los que siempre han creído. Como tenemos una campaña muy larga por delante, es muy probable que se genere entonces un tercer momento, en el cual, gracias a muchos foros, debates, cuestionam­ientos y respuestas a preguntas de la ciudadanía, los candidatos no tengan opción diferente a revelarse como siempre han sido y pensado, sabiendo que al final del día la gente prefiere el original. Ojalá así sea, pues, como decía mi madre, después de los 25 años las personas ya se quedan como son para toda la vida.

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