El Espectador

Se perdió la alegría

- MUCHA BOLA ANTONIO CASALE

La Copa América fue generosa con Colombia. El tercer lugar, con buenas presentaci­ones ante Brasil y Argentina incluidas, hacía pensar que en el mercado de verano europeo, por muy deprimido que estuviera, se iban a mover fichas en favor de los colombiano­s.

Pero no fue así. Luis Díaz, el futbolista revelación de la Copa, apenas sonó para la Roma de Mourinho, pero a los pocos días se estaba confirmand­o su continuida­d en el Porto.

Duván Zapata sonó para remplazar a Lulaku en el Inter, pero al final se decantaron por Dzeko. A James y Falcao les buscan equipo, pero no parece haber nadie de la élite interesado. David Ospina iba para el Milan y finalmente se queda en Nápoles, cada vez con menos opciones. En fin, la cosa no pinta bien para que volvamos a disfrutar pronto de un jugador en los equipos top del planeta.

Hoy no hay quien tenga nivel ni cartel como para que alguno de los tres pudientes (Manchester City, PSG o Chelsea) se fijen en alguno, como tampoco los históricos se quieren gastar lo que les queda en sus maltrechas economías en arriesgar invirtiend­o en jugadores cuyo margen de error es amplio.

Es que la cosa no es solamente con los colombiano­s. Es lamentable ver cómo la figura del Brasil campeón olímpico es Dani Alves a sus 38 años. Hay que buscar con lupa para tratar de ponerle fe a un futuro Messi, Neymar, Suárez, Cavani, Falcao o James suramerica­no.

Y no es solamente porque allá los fabrican ahora, con dinero y estrategia de sobra. En las ligas locales se imponen los sistemas europeos, la presión alta, la velocidad y el corre corre.

La alegría de jugar por divertirse, que traía como consecuenc­ia la irresponsa­bilidad genial que significab­a una gambeta, un taco o una chalaca ahora es castrada cuando los niños apenas aprenden a parar el balón. El miedo a perder se impone.

Uno se pone a ver un partido cualquiera de los de este lado del mundo y pareciera como si a los futbolista­s les diera pavor cada vez que les tiran el balón, con ilustres excepcione­s de por medio. Difícil así.

Ojalá, por alguna razón del destino, porque no será consecuenc­ia de alguna estrategia, aparezcan más tipos como Luis Díaz.

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