El Espectador

“Nacho lee”

- LARIZA PIZANO

SUENA LA POSIBILIDA­D DE QUE EL Gobierno Nacional vuelva a poner las estatuas de Cristóbal Colon y la reina Isabel de Castilla en la calle 26 de Bogotá. Eso, después de que los indígenas misaks trataran de tumbarlas el 7 de junio.

El argumento de la nación —que manda por las estatuas porque son un monumento nacional— es que es inconcebib­le que una minoría trate de imponer una concepción que, según algunos, debería ser de todos. Argumenta el Ministerio de Cultura que lo que más choca en el Palacio de Nariño es pensar que la batalla sobre los monumentos la van a ganar unos indígenas.

Si los llegan a poner de nuevo, se va a volver a armar una batalla campal. Hacerlo así, sin generar ninguna reflexión, es agresivo. Olvida el presidente, quien está muy pendiente de la política patrimonia­l, que él también es mandatario de los indígenas, de los de la primera línea y de los escépticos de las minorías.

El debate en Colombia sobre la construcci­ón de nación viene desde los años 90 o antes. Se decía que había que construir más espíritu nacional que Estado, dotar a las institucio­nes de sentido de pertenenci­a.

Pero salvo un intento de la Constituci­ón de 1991, que le abrió campo a la diversidad como componente de la identidad nacional, no hubo muchos debates. Y con el regreso de la derecha en 2002, estos fueron clausurado­s. Después de ocho años de pausa liberal entre 2010 y 2018, se cerró cualquier discusión. Deliberar sobre lo que nos representa es pecado, lo importante es la tradición. Y por eso quienes tumban estatuas son delincuent­es, aseguró Jorge Luis Vargas, director de la Policía, tras los hechos contra Colón en Bogotá y Barranquil­la.

Ahora impondrán de nuevo el monumento. Porque es más importante la historia irreflexiv­a. La misma que les enseñan a los niños en las izadas de bandera de los colegios, como si no importara nada más que honrar los símbolos, sin deliberar sobre ellos, aprendiend­o que el amarillo es el oro, el azul los mares y el rojo la sangre de nuestros libertador­es. ¿Cuáles?

Desde hace 20 años, Zenaida Osorio, académica de la Universida­d Nacional, viene investigan­do el tema de la imagen de las personas y, por tanto, la imagen nacional en las cartillas escolares Coquito,

y otras, muchas de las cuales siguen siendo referencia­s de infancia. En ellas siguen saliendo los niños negros con un fondo de palmeras, los indígenas con flechas, los padres leyendo el periódico y las madres con delantal.

Ninguna de esas imágenes simplifica­doras se cuestiona. Como tampoco se cuestionan la pobreza, el hambre o la discrimina­ción. Se refieren al mismo statu

que defienden los acríticos, los que no entienden que el vandalismo se reduciría con la posibilida­d de deliberar.

Para que el país pueda recuperar algo del espíritu del 91, la salida inmediata es elegir un gobierno de alma liberal; de lo contrario, la derecha básica seguirá insistiend­o, como en las cartillas, en que es mejor pensar poco o no pensar.

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