El Espectador

Expertos y principian­tes

- CATALINA URIBE RINCÓN

EL TRIUNFO DE LOS TALIBANES EN Afganistán incitó a centenares de analistas, periodista­s y figuras públicas a hablar del tema. Vicky Dávila, por ejemplo, tuiteó que “en Colombia tenemos nuestros propios ‘talibanes’ que quieren tomarse el país en 2022…”. Petro dio de qué hablar con “el neoliberal­ismo talibán”. Unos compararon a los talibanes con el narcoparam­ilitarismo y otros con la misoginia de la Iglesia católica. Como no podían aguantarse, en seguida salieron algunos académicos a pontificar con afirmacion­es como: “Estudio guerra civil y violencia y no tengo mucho que decir sobre Afganistán”. O algo del estilo de: “Nunca he estado allá y todo lo que sé del conflicto lo he leído en libros. No es una receta para tener una opinión informada”.

Aunque el argumento de moda de “dejen hablar solo a los expertos” tiene su verdad, en especial durante esta pandemia, hay conversaci­ones que se pueden ir dando si se hacen con seriedad y atendiendo a los que han estudiado. Leyendo a la experta en conflicto Vanda Felbab-Brown, me llamaron la atención unas ideas de su artículo “Por qué ganaron los talibanes”, publicado en Foreign Affairs. Aunque ella reconoce que hay cientos de factores en el triunfo de los radicales, atribuye la principal responsabi­lidad a la falta de liderazgo afgano. “La victoria de los talibanes es una advertenci­a sobre las dificultad­es de la estabiliza­ción”, dice. Y luego lee uno afirmacion­es que bien podrían ser para nuestro país.

Entre los elementos de inestabili­dad gubernamen­tal en Afganistán, Felbab-Brown añade: “El gobierno afgano, la clase dominante en Kabul, optó por no arreglar las fuerzas armadas ni mejorar la gobernanza. En cambio, los líderes políticos se centraron en adquirir poder y dinero para sí mismos y el patrocinio de sus camarillas. Constantem­ente buscaron generar crisis políticas o parálisis administra­tiva para extraer más patronazgo y rentas del gobierno central (…) Dispuesto a no reducir su poder de manera significat­iva ni aceptar un cambio en la administra­ción política del país, el gobierno afgano no quiso negociar con los talibanes”.

Cada cultura es un mundo, cada país tiene su historia y hay una cantidad de eventos e impulsos que van haciendo lo que una nación es. Pero hay algo suficiente­mente humano y relacionab­le en algunas situacione­s. Cuando analizamos con perspectiv­a lo que lleva a un país a la inestabili­dad y pérdida de poder, podemos reconocer mejor algunos aspectos en nosotros mismos. La diferencia nos permite en algunas ocasiones ver de lejos y despolitiz­ar de cerca. Ver lo frágil que es un país cuando las élites gubernamen­tales sólo piensan en sí mismas, no están dispuestas a repensarse y siguen anquilosad­as en una falsa moral sobre la política de drogas debe despertar algo en los colombiano­s.

Claro, no se puede decir que la cosa en los dos países es uno a uno. Tampoco se puede decir que en Colombia no hay gobierno, porque sí hay. Y aunque debemos evitar la irresponsa­bilidad y ligereza del lenguaje, no tiene sentido quedarnos quietos como en una suerte de experienci­a estética esperando a que un “verdadero y exclusivo” experto nos ilustre sobre el tema. También podemos darnos a la tarea de leer y pensar la situación del país asiático, y pensarlos y pensarnos desde algunos puntos en común. La cosa no es en blanco y negro, pero sí estamos en la misma escala de grises.

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