El Espectador

“Casi que un borrón y cuenta nueva”

- NICOLÁS RODRÍGUEZ

EL TITULAR CON QUE FUE RESUMIDA en algunos medios la discusión de Uribe con el padre De Roux retoma la idea de una amnistía general. En palabras del expresiden­te, “casi que un borrón y cuenta nueva”.

Eso sería lo que se requiere, dados los supuestos desequilib­rios que hay entre los beneficios para las personas que militaron en las Farc-Ep y se acogieron a la justicia transicion­al, por un lado, y los militares o los supuestos esfuerzos para juzgar a los paramilita­res, por el otro.

Como siempre que se habla de una amnistía general, la idea es seductora y cuenta con sus defensores. Incluso Petro sugirió, tras manifestar su acuerdo con una amnistía general, que un “perdón social e histórico” debía ser aprovechad­o.

Sin embargo, la propuesta es contraria a los lineamient­os de la justicia internacio­nal. Uribe lo sabe. Petro también.

El juego político los lleva a insistir en recetas viejas que les son igualmente útiles. La amnistía ya era la solución en los 80, cuando la palabra la tenían los combatient­es y de lo que se trataba era de su integració­n a la sociedad. El nuevo pacto social era siempre con ellos. La amnistía era parte del panorama moral.

Por razones de diversa índole, incluida su propia movilizaci­ón social, hoy las víctimas tienen una voz y un lugar en el diccionari­o político del país. El derecho a la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición supone la primacía de las víctimas por sobre los combatient­es.

Incluidas las víctimas de las Farc-Ep, que Uribe desconoce cuando insiste en que no hubo un conflicto armado en Colombia.

Es más, también las víctimas entre los militares, dado el creciente interés en el derecho internacio­nal humanitari­o, han ganado espacios ante la Comisión de la Verdad y las entidades surgidas del acuerdo de La Habana.

Las mismas institucio­nes que Uribe dijo no reconocer en repetidas ocasiones.

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