“Casi que un borrón y cuenta nueva”
EL TITULAR CON QUE FUE RESUMIDA en algunos medios la discusión de Uribe con el padre De Roux retoma la idea de una amnistía general. En palabras del expresidente, “casi que un borrón y cuenta nueva”.
Eso sería lo que se requiere, dados los supuestos desequilibrios que hay entre los beneficios para las personas que militaron en las Farc-Ep y se acogieron a la justicia transicional, por un lado, y los militares o los supuestos esfuerzos para juzgar a los paramilitares, por el otro.
Como siempre que se habla de una amnistía general, la idea es seductora y cuenta con sus defensores. Incluso Petro sugirió, tras manifestar su acuerdo con una amnistía general, que un “perdón social e histórico” debía ser aprovechado.
Sin embargo, la propuesta es contraria a los lineamientos de la justicia internacional. Uribe lo sabe. Petro también.
El juego político los lleva a insistir en recetas viejas que les son igualmente útiles. La amnistía ya era la solución en los 80, cuando la palabra la tenían los combatientes y de lo que se trataba era de su integración a la sociedad. El nuevo pacto social era siempre con ellos. La amnistía era parte del panorama moral.
Por razones de diversa índole, incluida su propia movilización social, hoy las víctimas tienen una voz y un lugar en el diccionario político del país. El derecho a la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición supone la primacía de las víctimas por sobre los combatientes.
Incluidas las víctimas de las Farc-Ep, que Uribe desconoce cuando insiste en que no hubo un conflicto armado en Colombia.
Es más, también las víctimas entre los militares, dado el creciente interés en el derecho internacional humanitario, han ganado espacios ante la Comisión de la Verdad y las entidades surgidas del acuerdo de La Habana.
Las mismas instituciones que Uribe dijo no reconocer en repetidas ocasiones.