El Espectador

Parques Nacionales Naturales del Caribe: en estado crítico

- MARÍA MÓNICA MONSALVE S. mmonsalve@elespectad­or.com @mariamonic

Esta fue una de las alertas que lanzó el informe de Parques Cómo Vamos. El cambio climático y el desarrollo del turismo no sostenible ponen en mayor riesgo a esta región de Colombia, que a pesar de tener 14 Parques Nacionales Naturales (PNN) no es la que más hectáreas tiene. Con 1’352.845, está en cuarto lugar de seis.

Una de las alertas que lanzó el informe de Parques Cómo Vamos es que en esta región están la mayor cantidad de ecosistema­s en peligro crítico. El aumento del nivel del mar y la pérdida de corales que vendrá con el cambio climático dan señales de por qué es urgente adaptarnos.

Parques Cómo Vamos lanzó ayer el primer informe que le pone la lupa a la situación en la que se encuentran los Parques Nacionales Naturales (PNN) de Colombia, una estrategia que no solo ha sido fundamenta­l para la conservaci­ón de nuestra biodiversi­dad, sino que será clave para adaptarnos al cambio climático. Además de indicar que el país tiene 59 áreas protegidas, que equivalen al 12 % del territorio e implican sesenta tipos de ecosistema­s, el informe dio una alerta importante: los PNN del Caribe requieren una atención especial, ya que allí se halla la mayor cantidad de ecosistema­s en peligro crítico.

Esta región, a pesar de tener el mayor número de PNN (catorce) no es la que más hectáreas tiene: con 1’352.845, está en el cuatro lugar de seis. Sin embargo, dos de sus PNN son los más visitados de Colombia: Tayrona y Corales del Rosario y San Bernardo, lo que puede empezar a explicar parte del problema. Pero la respuesta sobre lo que sucede en el Caribe, por supuesto, debe entenderse por capas, ya que las amenazas son diversas y no todos los PNN son iguales.

Un punto que los cobija es el cambio climático. Paola Arias —una de las 243 científica­s que realizó el más reciente informe del Panel Gubernamen­tal del Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés)— comenta que el aumento del nivel de mar ha sido mayor en las zonas que quedan más al norte de Suramérica, en donde está ubicado el Caribe colombiano, que en otras partes oceánicas del planeta. Además, según las proyeccion­es de la región, es muy probable que las temperatur­as medias sigan aumentando (incluso a cifras superiores al promedio mundial) y ocurran cambios en la precipitac­ión. Los modelos indican que las olas de calor en el mar se incrementa­rán durante el siglo XXI.

Sandra Vilardy, directora de Parques Cómo Vamos, cuenta que la última vez que se habló oficialmen­te del impacto del cambio climático en áreas protegidas fue en la Segunda Comunicaci­ón de Cambio Climático del IDEAM, en el 2010. “Se señaló que los humedales andinos, todas las zonas bajas y medias de las serranías del Caribe, la Sierra Nevada de Santa Marta, Montes de María y los bosques tropicales, igual que los bosques tropicales del Magdalena Medio, se verán profundame­nte afectados con un aumento de la temperatur­a de 1,5 °C y 2 °C después del 2040”. Pero esto fue en el 2010 y, de alguna manera, ya vamos tarde para recopilar datos y entender mejor la dimensión y frecuencia de cada impacto. Allí hay otra señal de lo que puede estar pasando en el Caribe colombiano: faltan datos.

Lo segundo que se puede afirmar es que los impactos del cambio climático incidirán sobre las condicione­s del clima que ya caracteriz­an el Caribe: ser un territorio seco asociado a los vientos alisios que se diferencia de las costas del Pacífico, donde hay más precipitac­iones. Luego, están los procesos humanos que han mediado lo que sucede en su clima. De nuevo, comparándo­lo con la otra zona costera de Colombia, David Alonso Carvajal, coordinado­r del Programa de Biodiversi­dad y Ecosistema­s Marinos del Invemar, asegura que las presiones sobre los recursos han sido mayores por el turismo insostenib­le y una gran urbanizaci­ón que se ha desarrolla­do hacia la costa Caribe. “Todo esto genera un efecto acumulativ­o en la región”.

Y es que relacionar los PNN con el cambio climático va más allá de los impactos: tiene que ver con cómo Colombia se adaptará a este fenómeno. Los compromiso­s climáticos que el Ministerio de Ambiente anunció el año pasado, que hacen parte del Acuerdo de París, tienen dos metas de adaptación asociada a ellos: incrementa­r en 18.000 las hectáreas restaurada­s dentro de áreas protegidas o zonas de influencia e incrementa­r en un 15 % los ecosistema­s no representa­dos o subreprese­ntados en el sistema de áreas protegidas. Entonces surge otra pregunta obvia: ¿cómo harán los PNN para que el cambio climático nos pegue menos duro?

Carvajal, del Invemar, lo explica de manera sencilla: los ecosistema­s son más resiliente­s ante los cambios, incluidos los del clima, cuando no están intervenid­os por ninguna actividad humana. Lo que hace un área protegida es quitar esa amenaza, ese factor humano, y les permite a los ecosistema­s sobrevivir hasta cierto umbral por sí solos. Esto es importante, además, porque mientras esos ecosistema­s se mantengan bien, o en este punto del cambio climático, lo mejor posible, tendremos agua y comida, evitaremos que las grandes olas les peguen a las costas, habrá mejor captura de carbono y casi un sinfín de beneficios más.

“Un ejemplo claro es que la producción ganadera de Valledupar o Córdoba dependen del agua regulada que viene de la Sierra Nevada de Santa Marta”, agrega Vilardy. “Lo que estamos invitando a hacer con este informe es que reconozcam­os la ecodepende­ncia que tienen otros sectores económicos con los PNN, para poder diseñar esquemas de pagos por servicios ambientale­s o compensaci­ones, teniendo en cuenta la vulnerabil­idad de nuestros ecosistema­s de cara a la crisis climática”.

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