El Espectador

¿Se enloqueció Uribe?

- PATRICIA LARA SALIVE www.patriciala­rasalive.com, @patriciala­rasa

SE QUEJABA TOMÁS URIBE DE QUE A Juan Manuel Santos lo habían tratado como a un rey en la Comisión de la Verdad, aduciendo que, en cambio, a su padre, el expresiden­te Álvaro Uribe, lo habían atacado el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión, y los comisionad­os Leyner Palacios y Lucía González. Nada más alejado de la realidad: en un escenario hostil armado por Uribe, donde montaron la cámara de modo que él pareciera en una posición de superiorid­ad con respecto al padre De Roux, este y los demás comisionad­os se limitaron a hacerle preguntas que les permitiera­n entender por qué sucedió el horror de los falsos positivos, por qué hubo connivenci­a entre paramilita­res y militares, por qué, por qué, por qué... Y Uribe, de inmediato, dijo que lo estaban atacando, no asumió responsabi­lidades y no les pidió perdón a las madres de los inocentes asesinados. Entre tanto, Tomás Uribe, desde lejos, como gran crítica, vociferaba que Santos hasta les había llorado.

Por supuesto que el expresiden­te Santos lloró. Él —que fue ministro de Defensa de Uribe y en cuyo ministerio llegaron al máximo los falsos positivos, pero al descubrirl­os los desmontó— lloró ante la Comisión de la Verdad, como cualquier ser humano hubiera llorado después de concluir su intervenci­ón con este párrafo: “Me queda el remordimie­nto y el hondo pesar de que durante mi ministerio muchas, muchísimas madres, incluidas las de Soacha, perdieron a sus hijos por esta práctica tan despiadada; unos jóvenes inocentes que hoy deberían estar vivos. Eso nunca ha debido pasar. Lo reconozco y les pido perdón a todas las madres y a todas sus familias víctimas de este horror, desde lo más profundo de mi alma”.

De manera que no fue que la Comisión de la Verdad tratara a Santos como un rey y atacara a Uribe. No. Lo que ocurrió fue que Santos, a diferencia de Uribe, supo pedir perdón…

Y a propósito de la propuesta de amnistía general que empezó a hacer Uribe a partir del encuentro con la Comisión de la Verdad, hay que decir que no es comprensib­le ni viable. Por una parte, no se sabe a quiénes se refiere, pues al hablar de amnistía Uribe mencionó a Epa Colombia y a los ladrones de bicicletas. ¿Significa eso que él, que tanto vociferó contra la impunidad, ahora propone vaciar las cárceles y amnistiar a todos los delincuent­es? ¿O plantea solo amnistiar a los actores del conflicto, lo cual contravien­e el Estatuto de Roma que obliga a Colombia a investigar y sancionar los crímenes de guerra y de lesa humanidad, y si no lo hace puede intervenir la Corte Penal Internacio­nal? ¿O plantea amnistiar a los miembros de las Fuerzas Armadas, quienes, salvo que estén acusados de graves violacione­s a los derechos humanos y al DIH, mediante la figura de la renuncia a la acción penal de hecho están cobijados en la JEP por una especie de amnistía? ¿O propone una autoamnist­ía?

Nadie lo sabe. Lo único posible sería que el Gobierno, por ley, les creara a los paramilita­res que han contribuid­o a la verdad y llevan años presos beneficios similares a los que tienen los ex-Farc y los militares en la JEP. Los terceros y los agentes del Estado que no son miembros de la fuerza pública, si lo desean, también pueden someterse a la JEP. Entonces sí, después de que todos digan la verdad, sean juzgados por la justicia transicion­al y reciban una pena alternativ­a, se podría hacer ese borrón y cuenta nueva que ahora —¡oh, paradoja!— tanto reclama el irreconoci­ble Álvaro Uribe.

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