¿Se enloqueció Uribe?
SE QUEJABA TOMÁS URIBE DE QUE A Juan Manuel Santos lo habían tratado como a un rey en la Comisión de la Verdad, aduciendo que, en cambio, a su padre, el expresidente Álvaro Uribe, lo habían atacado el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión, y los comisionados Leyner Palacios y Lucía González. Nada más alejado de la realidad: en un escenario hostil armado por Uribe, donde montaron la cámara de modo que él pareciera en una posición de superioridad con respecto al padre De Roux, este y los demás comisionados se limitaron a hacerle preguntas que les permitieran entender por qué sucedió el horror de los falsos positivos, por qué hubo connivencia entre paramilitares y militares, por qué, por qué, por qué... Y Uribe, de inmediato, dijo que lo estaban atacando, no asumió responsabilidades y no les pidió perdón a las madres de los inocentes asesinados. Entre tanto, Tomás Uribe, desde lejos, como gran crítica, vociferaba que Santos hasta les había llorado.
Por supuesto que el expresidente Santos lloró. Él —que fue ministro de Defensa de Uribe y en cuyo ministerio llegaron al máximo los falsos positivos, pero al descubrirlos los desmontó— lloró ante la Comisión de la Verdad, como cualquier ser humano hubiera llorado después de concluir su intervención con este párrafo: “Me queda el remordimiento y el hondo pesar de que durante mi ministerio muchas, muchísimas madres, incluidas las de Soacha, perdieron a sus hijos por esta práctica tan despiadada; unos jóvenes inocentes que hoy deberían estar vivos. Eso nunca ha debido pasar. Lo reconozco y les pido perdón a todas las madres y a todas sus familias víctimas de este horror, desde lo más profundo de mi alma”.
De manera que no fue que la Comisión de la Verdad tratara a Santos como un rey y atacara a Uribe. No. Lo que ocurrió fue que Santos, a diferencia de Uribe, supo pedir perdón…
Y a propósito de la propuesta de amnistía general que empezó a hacer Uribe a partir del encuentro con la Comisión de la Verdad, hay que decir que no es comprensible ni viable. Por una parte, no se sabe a quiénes se refiere, pues al hablar de amnistía Uribe mencionó a Epa Colombia y a los ladrones de bicicletas. ¿Significa eso que él, que tanto vociferó contra la impunidad, ahora propone vaciar las cárceles y amnistiar a todos los delincuentes? ¿O plantea solo amnistiar a los actores del conflicto, lo cual contraviene el Estatuto de Roma que obliga a Colombia a investigar y sancionar los crímenes de guerra y de lesa humanidad, y si no lo hace puede intervenir la Corte Penal Internacional? ¿O plantea amnistiar a los miembros de las Fuerzas Armadas, quienes, salvo que estén acusados de graves violaciones a los derechos humanos y al DIH, mediante la figura de la renuncia a la acción penal de hecho están cobijados en la JEP por una especie de amnistía? ¿O propone una autoamnistía?
Nadie lo sabe. Lo único posible sería que el Gobierno, por ley, les creara a los paramilitares que han contribuido a la verdad y llevan años presos beneficios similares a los que tienen los ex-Farc y los militares en la JEP. Los terceros y los agentes del Estado que no son miembros de la fuerza pública, si lo desean, también pueden someterse a la JEP. Entonces sí, después de que todos digan la verdad, sean juzgados por la justicia transicional y reciban una pena alternativa, se podría hacer ese borrón y cuenta nueva que ahora —¡oh, paradoja!— tanto reclama el irreconocible Álvaro Uribe.