La destrucción de la herencia cultural
No solo las murallas de Cartagena han sido víctimas de la destrucción de la herencia y tradiciones históricas y culturales importantes. Hay que recordar que hace veinte años los mismos talibanes que se han apoderado de Afganistán dinamitaron los Budas de Bamiyan, unas gigantescas imágenes que formaban parte de un complejo que los bárbaros invasores consideraron que iban contra las creencias del islam. Ese bellísimo monumento cultural desapareció y desde luego es irreemplazable. Durante la Revolución Cultura ordenada en China por Mao fueron destruidos centenares de monumentos, edificios e incluso publicaciones de las antiguas tradiciones de ese país, una pérdida para toda la humanidad. El gobierno turco ordenó convertir la bellísima Catedral de Santa Sofía en Estambul en una mezquita, lo cual obligó a tapar muchas de las pinturas tradicionales que adornaban sus paredes. No hay que olvidar el caso de Rockefeller, que ordenó destruir unos murales de Diego Rivera, porque en ellos estaban representados algunos de los prohombres del comunismo.
Todo esto es muestra clara de la persecución a las tradiciones culturales por parte de elementos fanáticos que no se detienen a considerar el valor de una obra, sino que proceden a destruirla por ir contra sus convicciones. No cabe duda de que las quemas de libros que en algunas partes se acostumbran forman parte de esa tendencia a hacer desaparecer la cultura. Los nazis agregaron a sus infamias la definición como arte degenerado a toda la música y la pintura que no coincidía con los discutibles gustos estéticos de los dirigentes nacionalsocialistas. El resultado fue que no solo desapareció allí todo el arte moderno, sino que incluso libros de ilustres autores, muchos de ellos ganadores de premios importantes, fueron lectura prohibida en la Alemania de esa ápoca. Lo malo es que no hay país que en un momento de su historia no haya recurrido a la destrucción de cultura, cuando ella no hacía parte de la ortodoxia del momento.
Es cierto que las ideas no desaparecen, pero cuando se trata de monumentos culturales que además tienen significado histórico, muchas veces ellos se han perdido para siempre y la humanidad ha sufrido en consecuencia. Que hayan pintado con cal las murallas de piedra de Cartagena es algo reversible, pero infortunadamente ese no es el caso con muchos de los ejemplos citados. En la Afganistán de los talibanes probablemente muchos más monumentos desaparecerán y parece que los mejores esfuerzos que se hagan no lo podrán impedir.