El Espectador

Canicas para todos

- MARC HOFSTETTER

En un juego de monopolio varios de sus jugadores, por el azar de los dados y sus decisiones, terminan tremendame­nte endeudados y amenazan con la bancarrota. El banquero del juego, temiendo el fin de la partida, vislumbra una solución: a cada uno de los jugadores le regala unas canicas. Estas, aclara, las pueden cambiar por los verdaderos billetes del juego a una tasa de cambio establecid­a siempre y cuando otros jugadores estén dispuestos a hacer dicho canje. Eso sí, si las cambian, deberán pagarle intereses al banquero por el uso de las canicas.

Algo similar, que sorprenden­temente ha pasado desapercib­ido, acaba de suceder en la economía global. El FMI emitió 456.000 millones de DEG (derechos especiales de giro) —el equivalent­e a las canicas de marras—. Repartió los DEG entre sus 190 países miembros.

Las reglas de juego indican que las tajadas para cada uno no son de igual tamaño, sino proporcion­ales a la participac­ión en el capital de cada país en el FMI. Infortunad­amente, eso quiere decir que más canicas fueron a parar a los países más ricos y menos a los más pobres. (El FMI ha abogado para que los más ricos encuentren la forma de transferir­las a los más necesitado­s, pero ese reto no ha llegado aún a buen puerto).

La tajada colombiana, las canicas que nos depositaro­n, equivalen a US$2.790 millones. No es una tajada pequeña. Son más de $10 billones, cerca de 1 % del PIB total anual.

La idea del FMI es que la emisión ayude a aliviar la situación fiscal de muchos países. Los recursos no son gratuitos (si se usan), pero la tasa de interés es una fracción de la que paga el Gobierno colombiano por deuda externa.

La pregunta ahora es qué hará Colombia con esos recursos. En el país el administra­dor de las reservas internacio­nales no es el Gobierno, sino el Banco de la República. Por esa razón, los recursos aparecen ahora consignado­s en el balance de este, engrosando las reservas internacio­nales brutas del país. Que los recursos descansen en el balance del Banco le agrega una capa de complejida­d al uso que les dé el Gobierno.

En la junta directiva del emisor que se llevará a cabo mañana se discutirá el asunto. Dado que la intención del FMI con la emisión es dar un espacio fiscal a los gobiernos, me parece claro que la discusión no debería ser si el Gobierno puede echar mano de los recursos, sino de la figura mediante la cual puede hacerlo estando estos en el balance del emisor.

El reto para el Banco no es menor. No se trata simplement­e de acordar qué tecla oprimir para transferir unos recursos. La figura que use y cómo presente la transacció­n sentarán un precedente. Hacia adelante, en los debates acalorados sobre el financiami­ento público, sin duda, le pedirán que ese camino que siguió con las canicas también lo siga con los “billetes de verdad”.

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