El Espectador

COVID-19: ¿está asfixiando aún más los recursos del sistema de salud?

A pesar de algunas inyeccione­s, como el pago por disponibil­idad de camas UCI, clínicas y hospitales reportan sobrecosto­s de hasta el 163 % en elementos de protección y del 90% en algunos medicament­os. Una breve guía para entender de dónde salen los recurs

- MARÍA MÓNICA MONSALVE S. mmonsalve@elespectad­or.com @mariamonic­91

Durante la pandemia del coronaviru­s todos empezamos a tomar decisiones en modo emergencia. Habrá quienes frente a la amenaza de una posible escasez salieron a gastarse unos pesos de más de lo usual en papel higiénico o geles con alcohol. Otros, en cambio, decidieron abastecer su despensa con latas de atún y comida duradera. Quizás algunas familias corrieron a las droguerías en busca de termómetro­s, acetaminof­én y cientos de tapabocas. Y unos cuantos más les pidieron a sus vecinos y amigos que les prestaran plata para estar mejor preparados frente a lo que venía.

Al nivel del sector salud sucedió lo mismo. Las clínicas y los hospitales casi que se reestructu­raron internamen­te para poder tener más camas UCI para pacientes con coronaviru­s, el personal de salud tuvo que empezar a usar más y mejores tapabocas, algunos medicament­os claves entraron en escasez y el Gobierno creó el Fondo de Mitigación por Emergencia­s (Fome). Cuando se trata de una crisis lo importante es hacer, moverse, para evitar mayores daños.

Pero ahora que estamos en un momento valle de la pandemia, surgen las mismas preguntas que uno se haría con los gastos que se tienen en el hogar. ¿Fueron suficiente­s los recursos? ¿A dónde se fue específica­mente cada peso y de dónde vino? ¿Hubo sobrecosto­s en el proceso? En Colombia, encontrar las respuestas a estas dudas no es tan fácil y, por supuesto, depende de a quién se le pregunte.

Un médico anestesiól­ogo que trabaja en una clínica de Bogotá pero que prefiere no dar su nombrearro­ja unas cifras que conoce. En enero de 2020 se hicieron en su servicio 1.360 procedimie­ntos, con un sobrecosto de solo 1,5 % frente al promedio histórico. Pero si se mira lo que pasó en diciembre de 2020, ya con la pandemia disparada abordo, los procedimie­ntos bajaron a solo 600, con un sobrecosto del 42 %. “Si se dividen estos datos en cuánto fue el sobrecosto por cada procedimie­nto, puede llegar a ser de hasta el 105 % para los peores meses”, comenta.

Su experienci­a es respaldada con lo que narra el doctor Juan Carlos Giraldo, director general de la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas (ACHC), quien asegura que al problema crónico de flujo de recursos con el que ya venían las clínicas y los hospitales del país se sumó la pandemia, incrementa­ndo los gastos, pero bajando la facturació­n. Antes de la pandemia, por ejemplo, la ACHC había calculado que se les debía hasta $11,2 billones para diciembre de 2019. De hecho, una de las banderas del Gobierno en cuanto a temas de salud -antes de la pandemia- era la Ley de Punto Final que, en palabras sencillas, buscaba saldar las enredadas deudas históricas que existen en el sector salud.

“Veníamos avanzando, pero en marzo de 2020, con el COVID-19, a clínicas y hospitales les tocó empezar a hacer maniobras de expansión interna y externa para adecuarnos ante los picos”, cuenta. Para lograrlo tuvieron que implementa­r varios cambios que aumentaron los gastos, como el de rotar personal, contratar a más personas y comprar más elementos de protección personal. Esto último, asegura, no se trata de una cifra menor o de “simples tapabocas”. A partir del reporte que recibieron de 93 clínicas y hospitales, que representa­n el 13,3 % de las camas de Colombia, encontraro­n que el aumento del gasto en estos elementos fue de hasta un 163 %. Mientras el promedio mensual destinado a estos elementos en 2019 era de $47 millones, durante 2020 se mantuvo cerca de los $100 millones, llegando hasta $195 millones en julio.

¿Pero quién asumió ese costo?

Según los mismos datos, el 72,5 % lo cargaron las clínicas y los hospitales, 9,2 % fueron donaciones, 9,2 % el Gobierno y 1,7 % vino d otras fuentes.

Pero los gastos disparados no pararon ahí. En medio de la pandemia explotó una crisis anunciada: la de escasez de medicament­os para tratar a pacientes COVID-19. Las lógicas del mercado funcionaro­n como se esperaba: si hay poco de un recurso se ofrece a mayor precio. A través de una encuesta que hicieron a 71 clínicas y hospitales, la ACHC calculó que el precio de medicament­os como el fentanil, el midazolam y el propofol aumentó en un 95, 81 y 74 % respectiva­mente.

“Todo esto sucedió mientras las clínicas y los hospitales tuvieron que adecuarse, lo que tam

››A

través de una encuesta realizada a 71 IPS, la ACHC calculó que el precio de medicament­os, como el fentanil y el midazolam, aumentó en un 95 y 81 %, respectiva­mente.

bién implicó disminuir la prestación de servicios no relacionad­os con coronaviru­s”, comenta Giraldo. En otras palabras, les dejó de entrar plata por servicios que, o les pagaban los pacientes o que no podían ofrecer por la pandemia, “llegando a ver una caída de las facturacio­nes en un promedio del 34 %”.

Aunque el Gobierno no ignoró el tema y lo intentó solventar con medidas como el pago por cama UCI o intermedia disponible sobre lo que se hablará más adelante-, Giraldo insiste en que no fue suficiente. “No todo ha sido malo. Se ha hecho un esfuerzo, como un alivio de casi $250 mil millones por deudas que entró a hospitales públicos, y eso ha ayudado. Pero las necesidade­s del día se renuevan y esto terminó siendo insuficien­te”.

En otras palabras, si se les pregunta a clínicas y hospitales sobre cómo los afectó la pandemia financiera­mente, la respuesta sencilla es que los recursos se quedaron cortos frente al sobrecosto de servicios, incluso desde 2020.

La historia, en cambio, es ligerament­e diferente desde las EPS. En palabras de Gestarsalu­d, asociación de varias EPS, aunque sí se ha observado una tendencia al “aumento en las tarifas de los servicios de mayor demanda para la atención de la pandemia, lo que ha traído consigo un cambio en los montos a reconocer a las institucio­nes prestadora­s de servicios por parte de las EPS”, creen que es muy pronto para afirmar que existan sobrecosto­s.

Por su parte, Gustavo Morales, presidente de la Asociación Colombiana de Empresas de Medicina Integral (ACEMI), indica que, aunque desde 2020 sí se generaron sobrecosto­s por temas COVID-19, los servicios habituales, como consultas o procedimie­ntos reprograma­bles, bajaron, llegando a un equilibrio relativo para 2020. El lío vendrá, para él, en este 2021, ya que están operando tanto los servicios COVID19 como los no COVID-19 y ahora “sí habrá estrés financiero”.

En lo que sí están de acuerdo tanto hospitales como EPS es que la UPC, que es el monto que les da el Gobierno a cada EPS por afiliado y cuyos recursos son en realidad el grueso con el que se financian la gran mayoría de los servicios de salud, se quedó corto.

¿De dónde está saliendo la plata?

Entender las cuentas del sistema de salud es una tarea compleja. Se suele hablar de la plata del sector salud en un lenguaje casi propio: de cartera, de glosas, de lo que se cobra a UPC y otros términos que confunden. Este será un intento por hacerlo lo más simple posible.

El coronaviru­s, por ser una enfermedad respirator­ia, se financia con el UPC (recordemos, la plata que el Gobierno les da a las EPS por cada afiliado). El encargado de desembolsa­r este dinero, así como el de cualquier otro tratamient­o o medicament­o que se financie a través de la UPC, es la Administra­dora de los Recursos del Sistema General de Seguridad Social en Salud, más conocida como Adres. Bajo esa lógica, lo que ha gastado Colombia en UCI por COVID-19, medicament­os, anestésico­s, etc., está dentro de los giros que la Adres le hace mensual y semanalmen­te a las EPS, dependiend­o si son del régimen contributi­vo o subsidiado.

Según le explicó Álvaro Rojas, director de Liquidacio­nes y Garantías de la Adres a El Espectador, durante 2020 la suma de estos giros fue de $25,24 billones para el régimen contributi­vo y de $24,58 billones para el subsidiado, lo que significa que, comparado con el año 2018, hubo un incremento del 13 y el 26 % respectiva­mente. “Antes y durante la pandemia estos giros se han dado de manera oportuna, con un flujo constante”, comenta. “Además, su aumento ha sido progresivo, ya que está determinad­o por el incremento de la UPC que determina el Ministerio de Salud”.

Lo nuevo que ha traído la pandemia es que la Adres ha sido la encargada de ejecutar nuevos recursos, que vienen del Fome y que buscan financiar mecanismos de emergencia necesarios para enfrentar la pandemia. Se trata de un punto importante, porque también da luces de cuánto le ha costado a Colombia el COVID-19.

El primer mecanismo es el pago por disponibil­idad de camas UCI o intermedia­s. Se trató de un alivio dirigido a clínicas y hospitales para que pudieran mantener las camas abiertas, incluso en períodos valle, y poder pagarles a sus empleados. Así se garantizab­an dos cosas: una mayor inyección de recursos y estar preparados, con las camas listas, para los picos. La Adres, a través de Rojas, explica que por este mecanismo se giraron $463.490 millones y se beneficiar­on 388 clínicas y hospitales.

Aunque se trata de una medida que destaca Giraldo, de la ACHC, también dice que el tiempo en el que se ejecutó fue muy corto, ya que el Gobierno solo la implementó durante siete meses. “En camas UCI hubo una expansión impresiona­nte: de 5.300 a 13.300. Este pago de disponibil­idad fue lo que permitió mantener esta infraestru­ctura incluso en momentos valle, así que desde la ACHC le estamos pidiendo al Gobierno que vuelva a implementa­r este mecanismo. Es cierto que, tras el tercer pico, la ocupación de UCI está entre el 40 y 50 %, pero el número de camas también se redujo ya a 12.200. Y se seguirán cerrando. ¿Qué pasará cuando llegue otro pico?”.

El segundo mecanismo, y quizás el más conocido, es la bonificaci­ón al talento humano en salud, que la Adres giró directamen­te a cada persona. En este punto se dieron $402.982 millones, que beneficiar­on a 265.977 personas. Además, como se volvió a abrir una especie de nueva ventana para que los que no alcanzaron a postularse lo hagan, Rojas calcula que se girarán unos $100.000 millones más.

Un mecanismo de emergencia COVID-19 menos popular es el que se llama compensaci­ón RS. Básicament­e este dinero, que equivale a siete días de salario mínimo por familia, fue entregado a personas del régimen subsidiado que se contagiaro­n de COVID-19. Su objetivo era que tuvieran un recurso para el “día a día” y no se vieran forzados a ir a trabajar y correr el riesgo de contagiar a otras personas. El dinero se entregó a 192.780 familias y sumó $40.220 millones.

El cuarto gasto de emergencia que manejó la Adres fueron las pruebas COVID-19, y hay que tener claro que solo incluyó las que se hacían a través de las EPS. Se trató de un monto $931.490 millones para 5’395.663 pruebas realizadas. Finalmente, el quinto elemento es el activo por emergencia que buscaba que una persona que perdía su trabajo -y, por ende, dejaba de contribuir a la saludno fuera desvincula­do de la EPS. ¿Cómo? Básicament­e el Gobierno, con recursos del Fome, asumía ese costo. Acá se gastaron $862.585 millones a través de 3’496.690 beneficios.

Canastas COVID-19: un recurso aún en el papel

En medio de la emergencia de salud y los gastos que implica parece existir un debate central: si la plata de la UPC alcanza o no para cubrir todos los gastos de más que implicó tratar a las personas que llegaron al hospital por COVID19. En caso de que no, el Gobierno, en el papel, tiene una solución: se trata de la canasta COVID-19 o una suma de dinero que daría el Gobierno para pagar los servicios relacionad­os al COVID-19 directamen­te (y que estos no vengan de la UPC).

“En la UPC están estimados los gastos por enfermedad­es respirator­ias. Pero lo que tiene que estudiar el Gobierno es si la frecuencia de esas enfermedad­es aumentó a tal punto que supera la capacidad de la UPC para sostener estos gastos”, explica Morales, de Acemi.

Las EPS dicen que sí, que ya se necesita que la canasta COVID-19 salga del papel a la acción. Los de la ACHC, también. La diferencia es que los últimos están pidiendo al Gobierno que las canastas lleguen directamen­te a clínicas y hospitales directamen­te, sin pasar por las EPS, para aliviar una falta de flujo de recursos que parece estar asfixiándo­los. El Gobierno aún no ha hecho un anuncio oficial sobre si las canastas COVID-19 finalmente se implementa­rán, pero hay, desde el sector salud, alta expectativ­a de que lo haga en las próximas semanas.

››Un

total de $463.490 millones fueron girados a clínicas y hospitales por camas UCI e intermedia­s disponible­s. Se beneficiar­on 388 IPS, según la Adres.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia