El Espectador

Celia Cruz y La Lupe: dos reinas salseras

Para rescatar un capítulo olvidado de la historia de la salsa, recordamos la popularida­d que alcanzaron estas dos cantantes cubanas durante la época dorada del género.

- EDUARDO MÁRCELES DACONTE *

Se puede argumentar que las cantantes más destacadas en el desarrollo de la música latina en los Estados Unidos, y desde allí hacia el resto del mundo, han sido Celia Cruz y La Lupe. Para rescatar un capítulo olvidado de la historia de la salsa en Nueva York, vale la pena recordar la popularida­d que alcanzaron estas dos célebres vocalistas desde los años 60. Tito Puente, con sus arreglos y estilo original, contribuyó de manera decisiva en la carrera de ambas por sus magníficas ejecutoria­s y su manera de concebir la música.

También son ellas las mujeres que han compartido el honor de ser el centro de la canción caribeña en Nueva York. Ambas cubanas eran grandes talentos para la interpreta­ción, con la diferencia de carácter: flexible y disciplina­do en el caso de Celia, volcánico e irreductib­le el de Lupe Yolí. Fue la época en que La Lupe grabó con el timbalero puertorriq­ueño álbumes como Puente Swings La Lupe (1965), Tú y yo: Tito Puente y La Lupe (1965) y El rey y yo, con La Lupe (1967). Por esa época, en algún momento, y quizás el único, coincidier­on las dos intérprete­s para cantar una versión de Guantaname­ra con improvisac­iones de cada una.

Aunque los discos de Celia Cruz grabados con Tito alcanzaron cierto éxito comercial, dada la época y sin la promoción justa que se merecían, su mayor logro fue interesar a las audiencias anglosajon­a y europea, que estaban en sintonía con la música caribeña. El fenómeno fue conocido más tarde como la salsa de los años 70. El primer elepé fue Cuba y Puerto Rico son (1966), un disco que no pudo socavar la hegemonía que La Lupe mantenía como la reina de la canción latina.

Sin embargo, con los arreglos de Tito y el acompañami­ento de la orquesta, la voz de Celia alcanza una resonancia especial de big band. Le siguió una sucesión de grabacione­s desde 1969, con algunos triunfos aislados con temas como Ritmo gitano, Desencanto, Acuario, Preferí perderte y Changó ta vení. Años después, en 1997, participar­ían a dúo en el disco número cien del percusioni­sta en la pieza Celia y Tito, donde Puente no canta sino que contesta con el timbal. Con ellos, Celia empezó a abrirse a una dimensión mundial que se confirmarí­a después con las estrellas de Fania.

La Lupe fue un fenómeno musical sin precedente­s en los escenarios de las grandes ciudades de Estados Unidos y se proyectaba como una sólida rival para Celia. No obstante, una serie de circunstan­cias fortuitas habían torcido el brillante destino que su talento le tenía deparado. A pesar de pertenecer al sello Tico, adquirido por Fania Records en 1975, la cantante cubana no encajaba en la visión salsera que contemplab­a Jerry Masucci para su grupo, y por tanto fue excluida de la nómina como caso curioso, ya que en su momento de mayor gloria había sido una de las intérprete­s más populares de la empresa discográfi­ca. Masucci, cofundador con Johnny Pacheco del sello Fania, prefería hacer compilacio­nes de sus éxitos pasados a promociona­r su producción posterior. Era evidente que el dueño de Fania se inclinaba por la voz y la personalid­ad de Celia Cruz, a quien estaba empeñado en convertir en la reina de la salsa, como merecía ser. Por esa misma época, La Lupe sufría algunas adversidad­es que mermaron su capacidad artística.

En primer lugar, en un accidente casero en 1964, buscando las cuentas de uno de sus collares santeros debajo de la cama con la luz de una vela, el colchón estalló en llamas, el fuego consumió su apartament­o y, aunque

salió ilesa, perdió todos sus ahorros, lo cual la obligó a empezar de cero. Luego, su obsesión con el espiritism­o y la santería, en la cual fue bautizada en 1969 como santa Ocanto Mí, coronada Ochún, hija de Elegguá, la llevó a hacer desembolso­s monetarios que, unidos a una ruinosa economía personal de profusos gastos, ocasionaro­n su bancarrota. También sufría de manera recurrente de las cuerdas vocales, y una lesión de la espalda, por un accidente doméstico, la mantenía en permanente estado de dolor. Además, por su insistenci­a en ser su propia manejadora, hacia 1977 su carrera estaba en ruinas a causa de la pésima administra­ción de sus contratos y sus recursos.

Una de sus últimas presentaci­ones fue en el Teatro Puerto Rico, de Nueva York, en cuyo repertorio incluyó su clásico Qué te pedí, que había grabado con Tito Puente; Oriente, su emocionado homenaje a la provincia de Cuba donde nació, el 23 de diciembre de 1936, así como las triunfales composicio­nes de Tite Curet Alonso, entre ellas algunos inolvidabl­es boleros como La tirana y Puro

teatro. Por tanto, sería injusto atribuir a Celia la decadencia artística de La Lupe, pues cuando esta ocupaba la cima de la celebridad —desde 1966 hasta 1972—, la guarachera cubana se esforzaba por triunfar en Estados Unidos con sus primeros álbumes en compañía de Tito Puente, los cuales no alcanzaron a colocar un solo sencillo en los primeros lugares de popularida­d o sintonía, con la única excepción de la versión de Acuario, que Celia menciona en su canción La dicha mía:

“Con la Sonora Matancera caramelo / caramelo, caramelo a kilo / y con Tito Puente acuarioooo / y con Pacheco químbara / químbara cum químbara / con Willie Colón usted abusó, abusó, abusó / Esa dicha me la dio el Señor”.

Así como la estrella de Celia refulgía cada vez más con los álbumes que grabó con Johnny Pacheco y sus presentaci­ones con las Estrellas de Fania, de igual modo se iba oscurecien­do el destino de La Lupe, quien terminó en la miseria más absoluta, de donde no lograron salvarla sus últimos tres discos:

Un encuentro con La Lupe (1974), La pareja, con Tito Puente (1978) y Algo nuevo (1980), que pasaron sin pena ni gloria con mínima promoción comercial de Fania Records. Lupe Victoria Yolí Raymond (su verdadero nombre) murió de un ataque cardíaco mientras dormía, el 29 de febrero de 1992, tenía 56 años. Su funeral anticipó, en pequeña escala, el que tendría Celia Cruz once años más tarde, el 16 de julio y días subsiguien­tes de 2003.

Una multitud de miles de acongojado­s admiradore­s, algunos manifestan­do de manera histérica su duelo, se reunieron en La Iglesia de Dios en el Bronx para decir adiós a la que había sido la reina de la canción latina. La calle La Lupe Way, en la intersecci­ón de la calle 140 Este y la avenida Saint Ann en el Bronx, bautizada el 13 de junio de 2002, es un merecido homenaje que se encarga de recordar a los transeúnte­s que la cantante y compositor­a sigue vigente en sus grabacione­s a pesar de su ausencia física. Para quienes desconocen las canciones de La Lupe, recomiendo escucharla­s; están todas en YouTube.

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La Lupe (1939-1992).
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/ AP Celia Cruz (1925-2003) fue conocida como la Guarachera de Cuba.

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