El Espectador

Todos ponen

- HUMBERTO DE LA CALLE

HASTA AHORA LA CAMPAÑA PRESIdenci­al se ha caracteriz­ado por varias cosas: decenas de candidatos, la Presidenci­a como mango bajito y un sartal de ofertas y pajaritos de oro. Casi nadie habla de lo verdadero: tendremos al menos una década de padecimien­tos. Hay tierra prometida, pero más allá del sudor y las lágrimas, que es lo que toca afrontar en el descuadern­ado país del 2022. Y una impúdica carrera de adulación a los jóvenes, disparando seducción sin siquiera percatarse de los matices y las diferencia­s existentes en ese grupo humano.

Aunque el ritual es prometer rebajas de impuestos, ese camino no es viable. Ellos son la vía democrátic­a para lograr igualdad. La otra es la revolución y eso no lo queremos. A esto hay que agregar algunas cosas impopulare­s que hay que decir con franqueza.

Se requiere por fin una reforma tributaria verdaderam­ente integral, progresiva, que ponga a pagar más a los que más tienen, sin la cual no podremos afrontar el pasaje de sufrimient­o que se les viene a los desposeído­s. Eso exige sacrificio de los ricos. Evaluación permanente de estímulos tributario­s de modo que solo se mantengan los verdaderam­ente productivo­s. Y no señalados a dedo para pagar favores de campaña. Cárcel a grandes evasores.

Los sindicatos defienden lo suyo. Pero es un momento de responsabi­lidades superiores. Toca rehacer el sistema pensional. Tributos para las pensiones altas y un sistema de pilares en la línea de Fedesarrol­lo. Nada de subsidios a las megapensio­nes.

Salud como derecho. Corrección de los desmanes del lucro excesivo de los operadores, pero sin desdeñar el sector privado. El estándar de las obligacion­es del sistema tiene que ser revisado para llegar a lo esencial. No podemos seguir sumando desde pañales hasta cirugías estéticas. Los jueces deben refrenar su condición de ordenadore­s de gasto. Solo deben garantizar aquello que haga parte de ese estándar adoptado con participac­ión de los usuarios mediante un proceso de convencimi­ento y razonabili­dad.

Reforma laboral para dar ingreso en la anticuada legislació­n a formas de trabajo innovadora­s, flexibles, creativas. Reordenami­ento territoria­l en serio. Limpieza de la política. De verdad. Sin contemplac­iones. La corrupción nos está ganando la batalla.

Hay que rehacer la justicia desde cero. Pequeña constituye­nte para eso. Las ideas no deben detenerse en la repartició­n de la cúspide del poder judicial. La clave es acceso y eficacia.

Esas son las duras. Las maduras son: robustecim­iento de la educación pública. Ingreso gratuito a la universida­d. Universali­dad de la salud dentro del estándar ya mencionado. Órganos de control independie­ntes. Procurador elegido popularmen­te como la gran voz de la sociedad. Participac­ión política. Democracia deliberati­va. Voto obligatori­o en dos elecciones. Permanenci­a limitada a dos períodos de los congresist­as. Apoyo a los empresario­s que son los verdaderos generadore­s de empleo. Revisión de los TLC. Examinar cuáles cláusulas están siendo nocivas para la producción nacional.

Democracia no solo como instrument­o para el gobierno de las mayorías sino como reconocimi­ento de los derechos de las minorías en un marco de dignidad humana.

Coda. Se anuncia el ingreso de Alejandro Gaviria. Bienvenido. Le dará altura al debate. Pero, cuidado: si el centro se divide, estaremos de vuelta al 2018.

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