El Espectador

Lo que no revelan las cifras de inasistenc­ia escolar del DANE

Este fenómeno pasó de 2,7 % en 2019 a 16,4 % en 2020. Miles de estudiante­s, especialme­nte en Amazonas y Vaupés, dejaron de ir al colegio. Este es el primer acercamien­to al grueso de los efectos que la pandemia tuvo en la educación y deja una pregunta en e

- PAULA CASAS Y HELENA CALLE pcasas@elespectad­or.com hcalle@elespectad­or.com

Este jueves, el DANE publicó la Encuesta Nacional de Calidad de Vida de 2020, una radiografí­a de la situación socioeconó­mica de 88.310 hogares en dimensione­s como vivienda, acceso a servicios públicos, composició­n del hogar, fuerza de trabajo, acceso a educación y tecnología, trabajo infantil, gastos y condicione­s de vida.

La encuesta es publicada cada año, pero en esta ocasión era especialme­nte esperada por ser la mirada más fiel a lo que sucedió con los hogares colombiano­s en la pandemia. Entre las revelacion­es (como que los hogares de jefatura femenina aumentaron y que el 98 % de Colombia goza de energía eléctrica) una cifra llamó la atención por dramática: la inasistenc­ia escolar.

El total nacional pasó de 2,7 % en 2019 a 16,4 % en 2020, lo que parece decir que la pandemia y la falta de conectivid­ad generaron una pérdida importante en la educación de los niños y las niñas del país. El análisis por grupos de edad muestra que la mayoría de estudiante­s de primaria (95,4 %) asistieron a clases. Asimismo, los estudiante­s entre los 11 y 14 años (con un 95,6 %). Pero en el caso de los adolescent­es de 15 y 16 años (edad para el nivel de media), el 88,3 % estaba asistiendo, y para los de 17 y 21, solo el 45,7 % estaba asistiendo de manera presencial o virtual a algún centro de educación formal.

Las cifras fueron motivo de indignació­n (y deberían serlo), sin embargo, ¿qué nos dicen exactament­e y cómo remediar la situación?

Primero, la pandemia cambió los criterios sobre qué significa recibir clases y, por ende, la manera de sacar esa cifra. De acuerdo con la metodologí­a que explicó el DANE, el criterio de asistencia escolar fue contar los estudiante­s en los colegios que llevaron a cabo diversas estrategia­s para garantizar un acceso básico: desde clases virtuales, clases asincrónic­as (actividade­s que los estudiante­s asignaban vía Whatsapp o correo electrónic­o) o la entrega de guías impresas para que los estudiante­s trabajaran en sus guías, teniendo una comunicaci­ón constante con sus docentes.

En ese contexto, un niño se considera “privado en educación” si estaba en un colegio que ofrecía clases virtuales, pero no tenía computador ni internet, o si un colegio ofrecía clases vía Whatsapp, pero el estudiante no tenía celular en su casa, o si estaba en un colegio con acceso a las guías escritas, pero no tuvo comunicaci­ón con sus maestros, ni por teléfono ni Whatsapp, ni visitas de docentes.

Para Sandra García, PhD. en política social de la Universida­d de Columbia y profesora de la Escuela de Gobierno de los Andes, la cifra podría ser más grave de lo que parece: “El concepto de asistencia escolar cambió drásticame­nte. Aun teniendo cifras de deserción escolar, no necesariam­ente refleja exactament­e el número de niños que están teniendo contacto con su colegio. A los niños, sobre todo los rurales, les mandaban guías, pero no recibían retroalime­ntación. Ese está mucho más privado de educación que un niño con clases virtuales en vivo”.

“El indicador crítico es que muchos niños estuvieron matriculad­os, pero no tuvieron atención escolar. Tampoco sabemos efectivame­nte cuántos niños no regresaron al colegio, y si regresaron, cuál es su situación de aprendizaj­e. Aunque hayan tenido atención esporádica, eso no constituye interaccio­nes escolares con sus pares o sus docentes. ¿Los que no regresaron siguen matriculad­os o desertaron? ¿Alguien ha ido a ver qué pasó con ellos? De los que volvieron, ¿sabemos qué tan grande es el rezago en el aprendizaj­e? Estamos en septiembre de 2021 y no tenemos ningún análisis sobre esto para implementa­r políticas de recuperaci­ón”, dice Isabel Segovia, exministra de Educación.

La segunda conclusión sobre estas cifras es que se acrecentó considerab­lemente la brecha entre la educación en la ruralidad y en las ciudades. Según las cifras del DANE, la inasistenc­ia escolar en zonas rurales de Colombia pasó del 4,8 al 30,1 % en 2020, especialme­nte en Vaupés, Amazonas, Vichada, Chocó y La Guajira.

En Vaupés, el porcentaje de inasistenc­ia escolar pasó de un 9,8 % en 2019 a un 56,6 %. En Amazonas, pasó del 5,6 % en 2019 a un 41 % en 2020. Estas cifras coinciden con el uso de servicios de internet.

El 56,5 % de los hogares colombiano­s contaban con acceso a fijo o móvil en 2020 (4,6 % más que en 2019). Por otra parte, el 56,5 % de los hogares colombiano­s contaban en 2020 con acceso a internet a través de conexión fija o móvil (4,6 p.p. más que en 2019); en las cabeceras esta proporción fue del 66,6 % y en los centros poblados y rural disperso fue del 23,9 %.

En Vaupés, el 3,1 % de los hogares contaban con este acceso, así como el 7,0 % en Vichada, mientras que Bogotá el 78,0 % de los

Ahogares afirmaron tener acceso a internet, así como el 76,1 % en el Valle del Cauca. En cuanto a la tenencia de computador, el 39,3 % de los hogares del país afirmaron contar con computador de escritorio, portátil o tableta, proporción que se incrementa al 48,2 % en las cabeceras, pero que se reduce al 10,4 % en los centros poblados y rural disperso.

En Bogotá y Valle se registraro­n los porcentaje­s más altos de hogares conectados, mientras el que tiene menor conectivid­ad es Vaupés (3,1 %), seguido de Vichada (7,0 %), Chocó (13,2 %), Amazonas (15,6 %) y Guainía (18,9 %).

“Definitiva­mente la falta de acceso a la

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El 56,5% de los hogares colombiano­s tenía acceso internet en 2020, 4.6% más que 2019.

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