El Espectador

Los tecnócrata­s al micrófono

- CATALINA URIBE RINCÓN

LAS CAMPAÑAS DE ALEJANDRO Gaviria y Juan Carlos Echeverry traen de nuevo al ruedo el discurso político de la tecnocraci­a. Economista­s, profesores, funcionari­os públicos llegan, si bien con propuestas de gobierno muy distintas, con un discurso y una forma de comunicar muy particular­es. En Colombia nos familiariz­amos con el discurso tecnócrata durante el gobierno de Juan Manuel Santos. Y no porque Santos fuera excesivame­nte tecnocráti­co, sino que su comunicaci­ón más estadístic­a y pausada contrastó con la fuerza gamonal del caballo y el poncho de Uribe. De ahí que Santos y sus funcionari­os hablaran de Colombia como una “despensa energética”, de llevar la economía a “velocidad de crucero” y de resolver conflictos “en sentido real” (¿?).

El tono, la vestimenta, la postura, el corte de pelo, los gestos, el uso de términos especializ­ados van definiendo una comunicaci­ón muy particular. Una comunicaci­ón que se mueve entre tecnicismo­s de expertos, esos que tienen las mejores credencial­es para sus funciones, y la necesidad de “traducir” este conocimien­to con malabares pedagógico­s. Y, bueno, como son tecnócrata­s y no literatos, “una repartició­n más igualitari­a de las regalías” terminó en “una mermelada para repartir en toda la tostada”. Claro, como el malabar se lanza pero no se controla, como ocurrió con el eslogan de Davivienda y su asociación con el lugar equivocado, la famosa mermelada se convirtió en el término para describir la repartició­n amañada de recursos durante el gobierno Santos.

El error comunicati­vo está en el olvido de que la ciencia obedece a procesos sociales de validación que requieren, como todo discurso, un ejercicio de persuasión y que además se sobreponen a otros discursos. La semana pasada, por ejemplo, Alejandro Gaviria tuvo que reconocer que se equivocó con su primera reacción ante el nombramien­to de Alberto Carrasquil­la como codirector del Banco de la República. Gaviria afirmó, al principio, que le había gustado el nombramien­to, recordó que conocía a Carrasquil­la hacía mucho y elogió sus títulos y trayectori­a laboral. La respuesta de Gaviria era, en principio, acertada para un conjunto de reglas. Pero el significad­o lo da el contexto. Y el contexto no se elige. Lo impone la ciudadanía.

Pero Gaviria tiene algo que lo salva de este atrapamien­to del discurso tecnócrata. Es un humanista. Esto le permite hablar y escribir con suficiente gentileza, también hace que su arrogancia sea cariñosa, y, lo mejor, le permite corregir con rapidez. Después de su defensa a Carrasquil­la reconoció que no habría aconsejado su nombramien­to por los alcances políticos. La designació­n de Carrasquil­la, como bien lo sugiere Gaviria, representa aquello que más nos hastía del actual Gobierno: uno al que no le importa lo que piensen sus ciudadanos.

El reto de los candidatos con herencia tecnócrata es superar la analítica. Las ciudades van a venir en paquete y no hay manera clara de fraccionar­las. En este momento el discurso debe ser no general pero envolvente. No tiene sentido decir “la casa está muy bien hecha” si se construye en un terreno que se desliza. Las audiencias no abstraen ni piensan por partes, y no porque sean torpes sino porque son muchas.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia