Biodiversidad y otros teatros globales
LO PEOR DE LA FOTO DE ESTA SEMAna en que Duque aparece en una maloca y por encima de un grupo de indígenas no es el error en la forma de comunicar el mensaje sobre la importancia de la biodiversidad.
A este tipo de formas, de hecho, nos traen acostumbrados. Ni siquiera cuando se trata de plantear un diálogo en igualdad de condiciones con los supuestos guardianes de la biodiversidad son capaces los asesores de imaginar una puesta en escena que evite girar en torno al culto presidencial.
Quizás simplemente habría que agradecer que Duque no hubiese posado con un penacho de plumas para la transmisión. Algo que de seguro consideraron.
Más allá de si no se sentó al nivel de sus acompañantes y de si estos fueron invitados únicamente como extras y decorado (también se ha dicho que los indígenas que asistieron al evento en Leticia no corresponden a las organizaciones sociales y comunitarias representativas del territorio), un contexto que ayuda a aclarar la imagen es el de la insistencia de Duque en su liderazgo global.
Su discurso leído sin ninguna gracia sobre la biodiversidad, plagado de lugares comunes (maravillosas comunidades, salvemos a los delfines), es útil para leer el subtexto de la escena. La biodiversidad con la que Duque se conecta desde el Amazonas es en buena parte un eslogan turístico sacado de cualquier referencia gringa al realismo mágico.
El cambio climático, la deforestación y hasta las biodiverciudades propuestas son discursos que van bien a sus deseos personales de erigirse como un líder global, de avanzada y sintonizado con el mundo.
La bioeconomía, que no podría haber faltado, también fue anunciada.
Entre tanto, comunidades reales, problemáticas y directamente afectadas por las relaciones entre violencia y biodiversidad no caben en la composición.
Salvo que quieran promover el turismo, como en efecto es el caso de algunos de los fotografiados.