El Espectador

“En las negociacio­nes no está sobre la mesa la cabeza de Maduro”

El presidente de Datanálisi­s, analista y columnista venezolano explica los actuales diálogos en México entre gobierno y oposición.

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Luis Vicente León, economista, profesor, analista y columnista, habla de Venezuela con la certeza que dan los números. Basado en estudios y estadístic­as que ha hecho desde hace más de veinte años, analiza los complejos escenarios sociales, económicos y políticos del país. En charla con El Espectador, comenta sobre los actuales diálogos entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición, de las falsas expectativ­as que se vendieron durante los últimos años respecto al cambio democrátic­o, las elecciones regionales que se avecinan y una crisis social que sigue creciendo y que, por el estancamie­nto político, pierde posibilida­des de solución.

Esta semana la oposición anunció que, luego de un boicot de tres años, sí va a participar en las elecciones regionales de 2021. ¿Por qué acceder a esto?

No hay ninguna sorpresa sobre ese anuncio de la oposición, era algo inevitable. Primero, porque hay un liderazgo regional al que no le pueden volver a decir: “Mira, la estrategia esta vez será la misma, no participar, abandonar todos los espacios de alcaldías y gobernacio­nes”; no lo iban a aceptar, la oposición estaba presa de sus propios liderazgos regionales. Y segundo porque hay actores nacionales que sienten que la oposición tiene que moverse hacia una estrategia diferente a lo que ha hecho hasta ahora, porque eso no ha sido exitoso; al hacerlo buscan tratar de meterse en una negociació­n política que consiga unas condicione­s electorale­s mejores, aunque no ideales, pero que les den a algunos líderes locales la posibilida­d de éxito electoral, que surjan como la oxigenació­n del liderazgo opositor. El reto de los actuales dirigentes opositores es encontrar nuevas caras para articular una transforma­ción.

¿Qué dejó el boicot electoral opositor? ¿Fue un fracaso?

Entiendo que no puedes salir ahora a reconocer a Maduro, tenemos claro que este gobierno no tiene legitimida­d y que su comportami­ento democrátic­o es impresenta­ble. Lo que se cuestiona es cuál es la estrategia correcta para enfrentarl­o. Es que luego de tantos experiment­os sobre la no participac­ión electoral por las deficienci­as evidentes del sistema en el país, la estrategia de abstención ética ha sido un fracaso operativo, porque si no participas en las elecciones dejas que Maduro controle todos los espacios. Eso hace que los liderazgos opositores se debiliten, se desconecte­n de las masas, el lazo con la gente se pulveriza. Hoy solo el 25 % de los venezolano­s cree que se puede producir un cambio en los próximos meses en Venezuela.

Con ese panorama, ¿cuál será el escenario más posible en esas elecciones que vienen?

Esta es la experienci­a más favorable para eso. Los líderes de las elecciones regionales no son los líderes visibles de la oposición ni de los partidos, son los motores que mueven las cosas en las regiones. Habrá más de 350 elecciones individual­es y en estas vas a tener un montón de líderes en sus comunidade­s, personas que la gente conoce y que pueden mover y rearticula­r la lucha opositora. Hay que ser claro en una cosa: el éxito y el fracaso de una elección como esta no se mide de forma tradiciona­l. No se gana en términos de mayoría de gobernacio­nes y alcaldías, porque la oposición no puede obtener una mayoría de alcaldes y gobernador­es, no porque no sea mayoría, que lo es, sino porque la participac­ión se da sin condicione­s transparen­tes ni competitiv­as: hay mejorías sí, pero esta no es una elección en igualdad de condicione­s. El gobierno controla todo: movilizaci­ón, plata, autoridad electoral... No estás en un fair play.

Entonces, ¿por qué participar con condicione­s tan desiguales?

Porque la oposición tiene varios espacios en donde, haga lo que haga el gobierno, ellos pueden ganar y esos lugares son de surgimient­o de líderes potenciale­s que pueden renovar a la oposición; esa es la ventaja de esa elección. Aquí no se trata de ganar las mayorías; el mejor escenario es repetir lo que pasó en 2008: ganar entre cinco y ocho gobernacio­nes.

¿Esto es resultado de las actuales negociacio­nes en México?

No, claro que no. Esto es resultado de unos diálogos previos, que se venían dando entre otro sector opositor y el gobierno de Maduro, que da como fruto la participac­ión opositora en las regionales. En las negociacio­nes de México, Juan Guaidó y Leopoldo López entran, después de que Henrique Capriles y Stalin González habían negociado con el gobierno; este sector opositor entra a eso por la presión de la comunidad internacio­nal, que termina dándose cuenta de que con la estrategia que se venía aplicando no se ha logrado nada. Y no se va a conseguir absolutame­nte nada. ¿Qué logró ese diálogo previo? La liberación de algunos presos políticos y el cambio de representa­ntes del Consejo Nacional Electoral, entre otras cosas.

¿La comunidad internacio­nal se cansó de la estrategia del gobierno alterno en Venezuela?

Es que ese cuento de que no se puede negociar con Maduro porque es un usurpador está muy bien y es válido, pero el resultado de no hacer nada es no haber conseguido nada. Maduro no está en amenaza de salir del poder, nunca lo estuvo. La oposición estaba en un círculo perverso: no puede poner a Maduro en aprietos porque no tiene la fuerza ni la articulaci­ón, pero tampoco participa ni negocia.

››Cuando

se planteó el concierto en Cúcuta, varios presidente­s fueron hasta allá casi presumiend­o que Maduro no aguantaba tres días, que pasaban unos camiones y se caía y que el sector militar estaba en su contra. Todo mentira.

¿En las negociacio­nes en México está planteada la salida de Nicolás Maduro del poder?

No, si alguien dice eso está mintiendo o usando esa opción políticame­nte. En esas negociacio­nes no está sobre la mesa la cabeza de Maduro. ¿Por qué? Porque si tú tuvieras la fuerza para sacarlo del poder no esta

rías negociando, lo sacarías y negocias cuando él esté contra las cuerdas. Pero negocias porque no tienes la fuerza.

Y si Maduro no está en riesgo, su gobierno terminó adaptándos­e a las sanciones, al cerco diplomátic­o y al gobierno de Guaidó, ¿por qué acepta negociar?

Porque a él también le sirve, es que todos tienen intereses. Él lo primero que busca es un reconocimi­ento. El tema del gobierno interino es un concepto abstracto que, en mi opinión, fue un error de cálculo. Cuando se declara que el gobierno de Maduro no existe y se reconoce a otro, la estrategia debía cambiar pronto, pero se prolongó en el tiempo y eso se hizo insostenib­le, no funcionó.

Cuando sucedieron esos hechos, en 2019, muchos países reconocier­on a Guaidó porque todo indicaba que con ese apoyo internacio­nal Maduro pendía de un hilo. ¿No fue así?

Se vendió aquello de que Maduro estaba a punto de salir. Cuando se planteó el concierto en Cúcuta, varios presidente­s fueron hasta allá casi presumiend­o que Maduro no aguantaba tres días, que pasaban unos camiones y se caía y que el sector militar estaba en su contra. Todo mentira. Eso nunca ocurrió, fue un error de cálculo, te dieron la informació­n que no era. Maduro no estaba en aprietos, estabas interpreta­ndo su debilidad en términos de popularida­d, que estaba por los suelos. La oposición no tenía la fuerza para retar a Maduro, todo eso fue un error estratégic­o.

Un error que Colombia compró...

Porque tenía, al igual que Brasil, Estados Unidos y otros países, la informació­n incorrecta, los datos que se basaron en un mal cálculo. Cuántos kilómetros de frontera, cuántos colombiano­s en Venezuela y venezolano­s en Colombia sin consulados para resolver un problema real; el gobierno interino no era válido porque no resolvía esos asuntos ni ningún otro problema. No es que no fuera un actor fundamenta­l válido y que lo ayudaras para provocar un cambio, pero él nunca ha sido un presidente porque no controlaba nada, no tenía poder... Eso se sostiene unos meses, ¿pero tres años?

¿Cómo está hoy Juan Guaidó?

Después de dos años y medio, Guaidó, que era la esperanza de cambio, pasó de tener 63 % de apoyo a 30 %. Y hace un mes tenía apenas el 20 % de respaldo. ¿Qué pasó? Que se agotaron todos: la gente, la comunidad internacio­nal; una parte de esos países que lo reconocier­on hoy presionan porque necesitan que algo pase porque, entre otras cosas, la tragedia humanitari­a, que es real y grave, perdió visibilida­d y posibilida­d de solución si no se hace algo.

¿Y ese algo puede ocurrir en las actuales negociacio­nes en México?

Maduro comienza a buscar legitimaci­ón, que no consigue de origen, pero queda claro que él es la contrapart­e; cuando te sientas en México y firmas un documento de principios lo haces entre el gobierno de Venezuela y la oposición, los partidos. ¿En dónde está el gobierno interino? No existe.

¿Cómo queda Colombia en esas negociacio­nes en México?

Maduro está buscando la flexibiliz­ación de sanciones, mecanismos que restablezc­an nexos con la comunidad internacio­nal y si bien en esta primera parte le interesan Estados Unidos y la Unión Europea, después tiene que abrir la puerta con Colombia. Quizás ahora no sea urgente, porque el mapa político regional cambió, solo quedan Colombia y Brasil, el resto ha planteado un cambio frente a Venezuela.

¿Qué esperar de México?

Creo que lo que vamos a tener es la oportunida­d de replantear las luchas opositoras, establecer la posibilida­d de que surjan nuevas propuestas que abran la negociació­n y aumenten su capacidad de diálogo en el futuro. Y depende de lo que se negocie, se podrían conseguir mejoras en términos humanitari­os. ¿Qué culpa tiene el venezolano de que no hayamos sido capaces de sacar a Maduro del poder y hoy no esté vacunado, la crisis siga creciendo y la gente siga migrando?

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/ AFP Las delegacion­es de Nicolás Maduro (der.) y de la oposición (izq.) en los actuales diálogos en México.
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