El Espectador

La esperanza que crece en los viveros de Putumayo

Una escuela campesina de restauraci­ón y una red de viverismo comunitari­o hacen parte del proyecto Amazonia Sostenible para la Paz, que busca brindar oportunida­des a campesinos y excombatie­nte de las Farc.

- VALERIE CORTÉS VILLALBA vcortesv@elespectad­or.com @valeriecvv

A la selva, José Eustasio Rivera, escritor huilense y exponente de la literatura colombiana del siglo XX, le cantó: “Tus vegetales forman sobre la tierra la poderosa familia que no se traiciona nunca”, y con esas palabras, vaticinó, hace casi cien años, que la naturaleza reconcilia la tierra y el alma.

Como Arturo Cova, personaje de Rivera y el segundo protagonis­ta de La vorágine (porque el primero es la selva), todos los días Rafael Santofimio, exguerrill­ero de las antiguas Farc y ahora viverista de la Cooperativ­a Multiactiv­a Comunitari­a del Común (Comuccom), se adentra en los bosques del Bajo Putumayo y reconoce que ahí está la vida. Rafael se levanta a hablarles a las plantas que germinan en Musu Kaisai, el vivero de esta cooperativ­a, ubicada en el municipio de Puerto Guzmán, donde trabajan cerca de 35 hombres y mujeres firmantes de paz y civiles.

Este es uno de los cinco viveros que componen la red de viverismo comunitari­o en Putumayo, que hace parte del proyecto Amazonia Sostenible para la Paz, financiado y ejecutado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), con el liderazgo del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y de la institucio­nalidad ambiental de la región amazónica. A su vez, está incluido en el programa Paisajes Sostenible­s de la Amazonia, respaldado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF por sus siglas en inglés).

Las organizaci­ones Paisajes Rurales, Corporació­n Arando la Paz y Corpoamazo­nia engranan este proyecto con las comunidade­s campesinas y en proceso de reincorpor­ación. Ellos adelantan, de manera paralela, la Escuela Campesina de Restauraci­ón, un intercambi­o de saberes científico­s y tradiciona­les.

Los otros cuatro viveros ubicados en Putumayo son: el vivero Brisas de Paz, ubicado en el Espacio Territoria­l de Capacitaci­ón y Reincorpor­ación (ETCR) de La Carmelita - La Cabaña; la sede biofronter­iza Ambientes para la Paz, en el municipio del Valle del Guamuez; el vivero La Carmelina, de la Asociación Agropecuar­ia de Productos Alternativ­os del Cuebí, y el Vivero Tierra Nueva, de la Asociación de Desarrollo Integral Sostenible de La Perla Amazónica (Adispa), en el Bajo Cuembí. Juntos podrían producir cerca de 540.000 plántulas al año. Colombia+20 viajó al Putumayo para realizar la ruta de viverismo y conocer cómo inició esta iniciativa.

La producción de los viveros que hacen parte de la red en este departamen­to es liderada por excombatie­ntes de las extintas Farc y la población campesina. Actualment­e, las plántulas son destinadas a la restauraci­ón de bosques y ecosistema­s, la recuperaci­ón de especies que están en vía de extinción y la formación de alternativ­as económicas que sean autososten­ibles y amigables con el medio ambiente.

Los objetivos del proyecto son la recuperaci­ón de la conectivid­ad a través de paisajes productivo­s sostenible­s y la formulació­n e implementa­ción de herramient­as para combatir el cambio climático. Dos paisajes están en marcha: el primero está ubicado en la Zona de Reserva Campesina la Perla Amazónica en Puerto Asís (Putumayo) y el segundo, en las Sabanas del Yarí (La Macarena y San Vicente del Caguán). En total se han logrado intervenir y mantener 84.000 hectáreas.

De acuerdo con Miguel Mejía, ingeniero agrónomo de la Universida­d Nacional y coordinado­r de Amazonia Sostenible para la Paz, del PNUD, “la restauraci­ón uno no la hace solo en los ecosistema­s, primero hay que restaurar a las personas”. Se trata de un ‘cambio de chip’, como se dice coloquialm­ente, de empezar a ver una hectárea de bosque tan productiva como una destinada para la ganadería.

A restaurar por la paz

Volvamos al caso de Rafael, el viverista de Comuccom. El vivero fue creado hace diez meses, pero él asumió su cargo hace apenas tres. Lo ha mantenido con sus propias manos: se levanta a las cinco de la mañana, cuando riega las plantas y las revisa. “Ellas necesitan que uno les hable”, dice.

Para Rafael, “hay que bregar por restaurar todo esto, que haya vida buena, que el agua no se acabe, porque es el motor nuestro. Las plantas son las que purifican el aire. Vivo contento y muy orgulloso de este trabajo. Si yo tengo

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/ Gustavo Torrijos. Lindelia Álvarez tiene a cargo el vivero en el ETCR La Carmelita
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/ Gustavo Torrijos Rafael Santofimio, excombatie­nte y viverista en Puerto Guzmán.
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