De Neymar y otras figuras
Escribo esta columna antes del partido entre Brasil y Argentina por eliminatorias. En una de estas cuando usted la lea se sorprenderá porque el tipo fue la figura del duelo contra Argentina, ojalá, pero eso no cambia mi opinión. Edilson y Neto, exinternacionales con el pentacampeón, le dijeron a Neymar, después del partido de su selección contra Chile, que está gordo y fuera de forma. Es cierto, y no solo eso, es que cada día juega menos fútbol. Es el típico mañoso que se encarga de volarles la piedra a sus rivales para sacarlos de casillas y hacerlos cometer estupideces. Pero ese rol normalmente corresponde a los utilitarios, a los de overol, a los defensas o volantes de marca. Uno lo que espera del mejor jugador del continente (Messi está fuera de concurso), y más si es brasileño, es que se dedique a jugar, a levantarnos de la silla para aplaudir, a hacernos sentir que el sentido del amor al fútbol está de vuelta. Pero Neymar se aleja todos los días un poco más del que creímos que iba a ser.
El lío es que Neymar, a sus 29 años, y James, a sus 30, son la esperanza del fútbol suramericano para los próximos cuatro o cinco años. El brasileño al menos nos pone a hablar de lo que hace en la cancha. Del colombiano hace ya mucho tiempo que no tenemos noticias inherentes al fútbol y su talento, su regreso a la élite se ve cada día más lejano.
Bajo estas condiciones queda aferrarnos al ocaso de Messi, Suárez, Cavani, Falcao, Arturo Vidal, Alexis Sánchez y Cuadrado. Con más pasado que futuro, sus ausencias, cada vez más frecuentes, son notorias en sus selecciones. Sin ellos no hay alegría.
Sinceramente, pensé que en parte el bajo nivel de la Copa América se debió a que los futbolistas estaban cansados después de lo que significó la intensa acción después de la cuarentena de fútbol causada por la pandemia, pero la jornada eliminatoria que se está jugando demuestra que no.
En el continente estamos jugando a lo que no somos, a lo que no sabemos hacer bien. Se busca primero la seguridad atrás, por el temor a perder, aun cuando nuestra idiosincrasia incluye desconcentraciones propias del ser latinos, alegres y apasionados. Se busca velocidad y precisión para atacar aun cuando el biotipo de nuestros mejores hombres suramericanos no da para eso. La pelota produce pavor en los jugadores, tocarla, pasarla en corto, tenerla, hacer algo atrevido no hace parte del libreto.
No se entiende cómo en el único torneo del mundo que tiene cuatro campeones y un quinto medio campeón (todos ellos logran el objetivo de ir al Mundial) reine el miedo a perder.
Neymar, James, Luis Díaz, Almirón, el paraguayo, y si acaso Valverde, el uruguayo, tienen sobre su espalda la difícil labor de arrastrar a sus colegas a buscar la alegría que caracteriza del continente, pero parece no interesarles asumir la responsabilidad.