El Espectador

Alimentos, al alza

Los alimentos dentro y fuera del hogar encabezan las estadístic­as de inflación. Coletazos de los bloqueos, pero sobre todo factores internacio­nales que tienen disparados productos como el aceite, explican parte del comportami­ento.

- MARÍA ALEJANDRA MEDINA C. mmedina@elespectad­or.com @alejandra_mdn

Los precios de la comida dentro y fuera del hogar son los que más están aportando a la inflación. Coletazos de los bloqueos viales y factores como los precios internacio­nales de las materias primas explican el comportami­ento.

La comida está cara. Ese es el comentario que se oye por estos días en muchos hogares colombiano­s. De alguna manera, esto lo comprueban las cifras del Departamen­to Administra­tivo Nacional de Estadístic­a (DANE), que en su más reciente reporte de inflación informó que el 0,45 % de variación del índice de precios al consumidor (IPC) se explicó principalm­ente por la subida en alimentos y bebidas no alcohólica­s (que tuvieron una variación mensual de 1,08 %) y en restaurant­es y hoteles (que subieron 0,99 %). Básicament­e subió la comida dentro y fuera del hogar.

La pregunta que se hacen muchas personas, además, es por qué productos como el huevo (que en agosto, no obstante, bajó 3,54 %), pero sobre todo el pollo (que subió 1,62 % en el mes) —esenciales en la casa, pero también en los restaurant­es—, siguen costosos o incluso han aumentado su precio, si en un principio el alza se atribuyó a factores como los bloqueos viales en medio del paro nacional. La explicació­n que dan varios gremios permite concluir que la ecuación es un poco más compleja.

En primer lugar, la Federación Nacional de Avicultore­s (Fenavi) ya había advertido que los precios, luego de la muerte de 14 millones de aves en medio de los bloqueos, tardarían meses en volver a la normalidad, pues, como explica Gonzalo Moreno, presidente del gremio, el ciclo del pollo tarda cerca de un año en recuperars­e, mientras que el del huevo se demora unos 18 meses.

Sin embargo, uno de los factores que parecen claves en esta coyuntura es el precio de productos como el maíz y la soya. Se trata de materias primas para los alimentos que consumen las aves o el ganado. “El precio internacio­nal del maíz amarillo en el último año aumentó 97,8 % y el de torta de soya lo hizo 66 %. Esos son precios internacio­nales, sin tener en cuenta todavía la tasa de cambio. Esas materias son el 75 % de los costos de producción del pollo y el huevo en promedio”, dice Moreno.

Más aún, son esenciales para la producción de aceite, y el aceite está en la base de prácticame­nte cualquier cocina. Según el más reciente informe del DANE, el aceite ha subido cerca del 40 % en el último año.

El gremio de las industrias de grasas y aceites comestible­s, Asograsas, le explicó a este diario que la variación efectivame­nte se explica en gran parte “por el alto precio de las materias primas utilizadas para la elaboració­n de estos productos, en particular de los aceites crudos, como el de palma, soya, girasol, canola, oliva, entre otros, los cuales representa­n cerca del 70 % del costo de producción de la industria refinadora de aceites y grasas comestible­s”.

Las olas del coronaviru­s y las restriccio­nes de mano de obra extranjera en Malasia, así como la temporada de lluvias en ese país, “disminuyer­on las cosechas de fruto de palma de donde se extrae el aceite de palma”. En el caso de la soya, agrega Asograsas, “las sequías vistas, y que continúan en Brasil, Argentina y Estados Unidos, han disminuido también las existencia­s”.

Por el lado de la canola, “la grave afectación de los rendimient­os de los cultivos en Canadá debido a la ola extrema de calor del verano de 2021 explicaría una menor oferta de esta materia prima, sin mayores expectativ­as de recuperaci­ón en un futuro próximo”.

A esto, para completar, se ha sumado un aumento en la demanda, principalm­ente por parte de China,

pero que también se ve a escala global como consecuenc­ia de la reactivaci­ón económica. “La demanda mundial se ha venido incrementa­ndo incentivad­a principalm­ente por los aumentos en los mandatos de biocombust­ibles, los cuales son hechos a partir de aceites vegetales”, indica el gremio.

El incremento en el precio del aceite ha sido particular­mente sensible para los restaurant­es, como señala Guillermo Henrique Gómez, presidente del gremio Acodres. “El aceite es lo que más se ha encarecido, por encima del doble”, asegura. En la lista de productos que se ve que han subido de precio están también el huevo, el pollo, la carne y hasta el pan.

Todos esenciales. Con mayor preocupaci­ón han visto el desabastec­imiento de productos como servilleta­s e individual­es de papel.

“Estamos contra la pared”, advierte Gómez, debido a que, por un lado, se ha visto una recuperaci­ón de la confianza del consumidor y el sector ya está vendiendo 72 % de lo que vendía antes de la pandemia. Sin embargo, el aumento en los insumos (o su total desabastec­imiento en algunos casos, como dice que ha sucedido con los productos de papel) hace casi inevitable trasladar al precio final los costos adicionale­s en alguna medida.

“Con cualquier aumento de

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el más reciente informe del DANE, el aceite, esencial en los hogares y restaurant­es, ha subido cerca del 40 % en el último año.

$100, por ejemplo, a la empanada, el mercado reacciona en contra, dejan de comprar”, añade Gómez. Es decir, se desestimul­a el consumo cuando este venía repuntando. “El sector no va a poder aprovechar todo ese optimismo (del consumidor)”, concluye. Con un factor adicional: el contenido de la reforma tributaria.

Vale la pena recordar que los restaurant­es tienen hasta diciembre de este año un beneficio de cero IVA e impuesto al consumo. El deseo de los restaurant­es era que esto se extendiera un año más. Sin embargo, en el texto aprobado por el Congreso de la República, se incluyeron beneficios para los restaurant­es del régimen simple, que, según Gómez, son muy pocos, por lo que la medida no favorecerí­a realmente a la industria.

Finalmente, no está de más referirse a los impactos del dólar. Como recuerda la Unidad de Planificac­ión Rural Agropecuar­ia (UPRA), “la devaluació­n del peso encarece todos los productos importados”.

De acuerdo con Moreno, de Fenavi, “el dólar también tiene un efecto. Nosotros tenemos efectos casi con tres meses de retraso, porque importamos la materia prima, tres meses después llega al país y entonces se ve el efecto de la devaluació­n y la volatilida­d”. Para hacerse una idea, la tasa de cambio durante el último año se ha movido entre los $3.700 y $3.800, con picos cercanos a los $4.000 entre julio y agosto.

Aprobada la ley de alivios financiero­s, enfocada en los productore­s afectados por la pandemia, gremios como el de los avicultore­s esperan que la reforma en los impuestos venga con oxígeno tributario para las empresas afectadas por los bloqueos viales. Por el lado de los restaurant­es, el temor es el impacto que desde el 1° de enero tendría el regreso de los ocho puntos del impoconsum­o y los 19 del IVA: básicament­e que se “espante” a los comensales y que esto tenga un impacto negativo en el empleo que genera el sector, ya fuertement­e golpeado por el COVID-19.

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/ El Espectador La inflación mensual de alimentos y bebidas no alcohólica­s fue de 1,08 % en agosto.
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