El Espectador

“La universida­d debe ser centro de pensamient­o, no parte de la confrontac­ión”

El exmilician­o de las Farc e infiltrado en la U. del Magdalena habla de la penetració­n de la insurgenci­a y los paramilita­res en esa institució­n, además de los casos emblemátic­os en los que hasta hoy se sigue atribuyend­o responsabi­lidad al entonces rector,

- SEBASTIÁN FORERO RUEDA sforero@elespectad­or.com @SebastianF­orerr

“Muchos estudiante­s cayeron y no tenían ningún vínculo con la insurgenci­a armada, cayeron por pensar diferente”. Con esas palabras, Franklin Carreño, exmiembro de las Farc en el Magdalena, inició su intervenci­ón en el pasado encuentro de la Comisión de la Verdad sobre el conflicto en las universida­des. Carreño, conocido en las Farc como Emiliano Zapata, integró la red urbana de esa guerrilla en Santa Marta desde la Universida­d del Magdalena. Dice que nunca portó un fusil y desde ese centro educativo ejecutó trabajo clandestin­o y político.

En esta entrevista, el hoy funcionari­o de la secretaría de Movilidad de Santa Marta, entregó detalles sobre la penetració­n de las Farc en la Universida­d del Magdalena y contó la parte de la verdad que conoce sobre los casos emblemátic­os de los profesores Julio Otero y Roque Morelli, y el estudiante Hugo Maduro, asesinados por el paramilita­rismo entre 2000 y 2002. Hasta hoy, una línea de investigac­ión abierta sugiere que el entonces rector, Carlos Caicedo, actual gobernador del departamen­to, fue el determinad­or de esos homicidios.

¿Cómo era la presencia de las Farc en la U. del Magdalena a finales de los años 90 y principios del 2000?

La U. del Magdalena era para las Farc, como todas las universida­des públicas, el espacio político deliberati­vo donde se discutía la política en Colombia. Nosotros, como miembros del Partido Comunista Clandestin­o, teníamos estructura­s al interior de las universida­des, que les llamábamos células. Hacíamos presencia en el activismo político, propagandí­stico. Pero no se puede decir, nunca, que las universida­des públicas las convertimo­s en un escenario de guerra; ahí no se planificab­a absolutame­nte ningún tipo de

acción bélica o de guerra.

En la Comisión dijo que, en ese contexto de presencia de las Farc y de los paramilita­res, muchos estudiante­s cayeron, a pesar de no estar involucrad­os en la confrontac­ión. ¿Reconoce su responsabi­lidad en esas muertes?

La responsabi­lidad no sería material. No fuimos los perpetrado­res de esos homicidios. Simplement­e por el hecho del proselitis­mo político, muchos de pronto eran amigos y participab­an en las marchas, en los mítines. Y esas marchas eran infiltrada­s por la inteligenc­ia militar, los organismos de seguridad y los paramilita­res. Entonces estos muchachos eran activistas, eran beligerant­es, tiraban sus discursos en las marchas, eran fotografia­dos y después les hacían un seguimient­o y terminaban ultimados o desapareci­dos.

Algunos sabían, por la confianza, que yo era miembro de las Farc y éramos amigos, compañeros, y una que otra vez uno le pasaba una lectura, una revista, pero siempre teníamos el cuidado de pronto de darle militancia hasta cuando no estuviésem­os seguros de que estaba convencido de que quería ser parte de la organizaci­ón.

¿Tiene ejemplo de esos casos?

Hugo Maduro. Él fue estigmatiz­ado por los paramilita­res y asesinado por ellos por supuestame­nte pertenecer a la guerrilla. Eso era totalmente falso. Hugo Elías Maduro Rodríguez fue un estudiante de Economía de la Universida­d del Magdalena y hacía parte de los activistas estudianti­les. Desde finales de los 80 y durante los 90, estuvo vinculado a la universida­d durante quince años. Su crimen fue perpetrado en su propia residencia por paramilita­res el 16 de mayo de 2000 y por ese hecho fueron condenados Gelmet Sait Hincapié de la Cruz y Luis Carlos López Castro. En la versión libre que dio Hernán Giraldo, cabecilla del frente Resistenci­a Tayrona, el 20 de noviembre de 2007, cinco meses antes de ser extraditad­o, dijo: “Lo que olía a guerrilla había que darlo de baja. La orden del asesinato la dio Giovanni Ordóñez, Monoleche , y la ejecutó el Paisita”. Esa informació­n falsa de Hugo Maduro sería desmentida después por la intervenci­ón de su abogado José Humberto Torres, del Comité de Solidarida­d con los Presos Políticos. Quien consiguió ese abogado fue Carlos Caicedo.

El homicidio de Maduro se ha vinculado a los del vicerrecto­r Julio Otero y al decano Roque Morelli. ¿Qué sabe de la versión que vincula como determinad­or de esos homicidios a Carlos Caicedo?

No se puede hablar de Caicedo como determinad­or o con relaciones con paramilita­res, porque de hecho en ese momento eran públicamen­te conocidas las diferencia­s que tenía él con el gobernador del momento, Trino Luna, relacionad­o con paramilita­res. A Julio Otero los paramilita­res lo asesinaron por su pertenenci­a a la izquierda. Cuando llegó Carlos Caicedo a la universida­d, fue él quien le dio la oportunida­d y lo promovió hasta vicerrecto­r académico. Por otro lado, Roque Morelli fue de la Juventud Comunista. En ese momento había un activista social que fue Marcos Sánchez, abogado, que fue candidato por la Unión Patriótica al Concejo y fue asesinado. Sí puedo asegurar que Marcos Sánchez perteneció a las Farc. De hecho, dentro del frente 19 había una estructura que se llamaba Marcos Sánchez en honor a él. Roque Morelli estuvo mucho tiempo con Sánchez y en ese proceso de estigmatiz­ación los paramilita­res todo lo que les oliera a guerrilla o comunismo era enseguida objetivo militar.

¿Y las declaracio­nes de exparamili­tares que vinculan a Caicedo con esos crímenes?

En todas esas versiones de paramilita­res yo me he enfocado en lo que han dicho los jefes de esas organizaci­ones: Hernán Giraldo y José Gélvez Albarracín, el Canoso, que era el responsabl­e político en Santa Marta. Ellos han negado la participac­ión de Carlos Caicedo en esos crímenes, que se han atribuido ellos. El clan de los Rojas también ha dicho lo mismo.

¿Usted reconoce su responsabi­lidad y pide perdón a la comunidad universita­ria?

Sí, por supuesto. De una u otra forma, eran estudiante­s que cayeron porque unos compartían de pronto nuestras ideas. A sus familias les pedimos perdón por haber nosotros hecho parte de lo que pasó en ese campus universita­rio. Ojalá en el futuro realmente veamos a las universida­des solo como centros de pensamient­o, desarrollo académico y de investigac­ión, y no instrument­alicemos a los estudiante­s para meterlos en la confrontac­ión política.

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