“La universidad debe ser centro de pensamiento, no parte de la confrontación”
El exmiliciano de las Farc e infiltrado en la U. del Magdalena habla de la penetración de la insurgencia y los paramilitares en esa institución, además de los casos emblemáticos en los que hasta hoy se sigue atribuyendo responsabilidad al entonces rector,
“Muchos estudiantes cayeron y no tenían ningún vínculo con la insurgencia armada, cayeron por pensar diferente”. Con esas palabras, Franklin Carreño, exmiembro de las Farc en el Magdalena, inició su intervención en el pasado encuentro de la Comisión de la Verdad sobre el conflicto en las universidades. Carreño, conocido en las Farc como Emiliano Zapata, integró la red urbana de esa guerrilla en Santa Marta desde la Universidad del Magdalena. Dice que nunca portó un fusil y desde ese centro educativo ejecutó trabajo clandestino y político.
En esta entrevista, el hoy funcionario de la secretaría de Movilidad de Santa Marta, entregó detalles sobre la penetración de las Farc en la Universidad del Magdalena y contó la parte de la verdad que conoce sobre los casos emblemáticos de los profesores Julio Otero y Roque Morelli, y el estudiante Hugo Maduro, asesinados por el paramilitarismo entre 2000 y 2002. Hasta hoy, una línea de investigación abierta sugiere que el entonces rector, Carlos Caicedo, actual gobernador del departamento, fue el determinador de esos homicidios.
¿Cómo era la presencia de las Farc en la U. del Magdalena a finales de los años 90 y principios del 2000?
La U. del Magdalena era para las Farc, como todas las universidades públicas, el espacio político deliberativo donde se discutía la política en Colombia. Nosotros, como miembros del Partido Comunista Clandestino, teníamos estructuras al interior de las universidades, que les llamábamos células. Hacíamos presencia en el activismo político, propagandístico. Pero no se puede decir, nunca, que las universidades públicas las convertimos en un escenario de guerra; ahí no se planificaba absolutamente ningún tipo de
acción bélica o de guerra.
En la Comisión dijo que, en ese contexto de presencia de las Farc y de los paramilitares, muchos estudiantes cayeron, a pesar de no estar involucrados en la confrontación. ¿Reconoce su responsabilidad en esas muertes?
La responsabilidad no sería material. No fuimos los perpetradores de esos homicidios. Simplemente por el hecho del proselitismo político, muchos de pronto eran amigos y participaban en las marchas, en los mítines. Y esas marchas eran infiltradas por la inteligencia militar, los organismos de seguridad y los paramilitares. Entonces estos muchachos eran activistas, eran beligerantes, tiraban sus discursos en las marchas, eran fotografiados y después les hacían un seguimiento y terminaban ultimados o desaparecidos.
Algunos sabían, por la confianza, que yo era miembro de las Farc y éramos amigos, compañeros, y una que otra vez uno le pasaba una lectura, una revista, pero siempre teníamos el cuidado de pronto de darle militancia hasta cuando no estuviésemos seguros de que estaba convencido de que quería ser parte de la organización.
¿Tiene ejemplo de esos casos?
Hugo Maduro. Él fue estigmatizado por los paramilitares y asesinado por ellos por supuestamente pertenecer a la guerrilla. Eso era totalmente falso. Hugo Elías Maduro Rodríguez fue un estudiante de Economía de la Universidad del Magdalena y hacía parte de los activistas estudiantiles. Desde finales de los 80 y durante los 90, estuvo vinculado a la universidad durante quince años. Su crimen fue perpetrado en su propia residencia por paramilitares el 16 de mayo de 2000 y por ese hecho fueron condenados Gelmet Sait Hincapié de la Cruz y Luis Carlos López Castro. En la versión libre que dio Hernán Giraldo, cabecilla del frente Resistencia Tayrona, el 20 de noviembre de 2007, cinco meses antes de ser extraditado, dijo: “Lo que olía a guerrilla había que darlo de baja. La orden del asesinato la dio Giovanni Ordóñez, Monoleche , y la ejecutó el Paisita”. Esa información falsa de Hugo Maduro sería desmentida después por la intervención de su abogado José Humberto Torres, del Comité de Solidaridad con los Presos Políticos. Quien consiguió ese abogado fue Carlos Caicedo.
El homicidio de Maduro se ha vinculado a los del vicerrector Julio Otero y al decano Roque Morelli. ¿Qué sabe de la versión que vincula como determinador de esos homicidios a Carlos Caicedo?
No se puede hablar de Caicedo como determinador o con relaciones con paramilitares, porque de hecho en ese momento eran públicamente conocidas las diferencias que tenía él con el gobernador del momento, Trino Luna, relacionado con paramilitares. A Julio Otero los paramilitares lo asesinaron por su pertenencia a la izquierda. Cuando llegó Carlos Caicedo a la universidad, fue él quien le dio la oportunidad y lo promovió hasta vicerrector académico. Por otro lado, Roque Morelli fue de la Juventud Comunista. En ese momento había un activista social que fue Marcos Sánchez, abogado, que fue candidato por la Unión Patriótica al Concejo y fue asesinado. Sí puedo asegurar que Marcos Sánchez perteneció a las Farc. De hecho, dentro del frente 19 había una estructura que se llamaba Marcos Sánchez en honor a él. Roque Morelli estuvo mucho tiempo con Sánchez y en ese proceso de estigmatización los paramilitares todo lo que les oliera a guerrilla o comunismo era enseguida objetivo militar.
¿Y las declaraciones de exparamilitares que vinculan a Caicedo con esos crímenes?
En todas esas versiones de paramilitares yo me he enfocado en lo que han dicho los jefes de esas organizaciones: Hernán Giraldo y José Gélvez Albarracín, el Canoso, que era el responsable político en Santa Marta. Ellos han negado la participación de Carlos Caicedo en esos crímenes, que se han atribuido ellos. El clan de los Rojas también ha dicho lo mismo.
¿Usted reconoce su responsabilidad y pide perdón a la comunidad universitaria?
Sí, por supuesto. De una u otra forma, eran estudiantes que cayeron porque unos compartían de pronto nuestras ideas. A sus familias les pedimos perdón por haber nosotros hecho parte de lo que pasó en ese campus universitario. Ojalá en el futuro realmente veamos a las universidades solo como centros de pensamiento, desarrollo académico y de investigación, y no instrumentalicemos a los estudiantes para meterlos en la confrontación política.