El Espectador

Veinte años de la Carta Democrátic­a Interameri­cana

- Editado por Comunican S.A. ©. Miembro: SIP, WAN, IPI y AMI © Comunican S.A. 2021, Todos los derechos reservados. ISSN 0122-2856. Año CXXXIV. www.elespectad­or.com

MAÑANA SE CUMPLEN DOS décadas desde que fue aprobada en Lima la Carta Democrátic­a Interameri­cana (CDI), de la Organizaci­ón de los Estados Americanos (OEA), concebida como un importante instrument­o regional para defender a los gobiernos legítimos de la región frente a eventuales amenazas contra su estabilida­d. Sin embargo, a pesar de algunos logros importante­s, se ha puesto en tela de juicio su eficacia ante la actual regresión democrátic­a en algunos de los países de la zona. ¿Qué se debería hacer con la CDI?

La aprobación de la Carta era prioritari­a cuando se adoptó el 11 de septiembre de 2001, en medio de los atentados terrorista­s en Estados Unidos. Su contenido incluye los aspectos más significat­ivos con respecto a las amenazas y los peligros que pongan en jaque la institucio­nalidad democrátic­a. Entonces, ¿dónde está el problema y por qué se ha hecho tan difícil su aplicación?

La CDI prevé los elementos necesarios para actuar cuando así se requiera. Por este motivo, en principio, no se considera necesario modificar su articulado. Lo que no ha permitido su mayor eficacia está vinculado al quehacer mismo de un organismo multilater­al como la OEA. El hecho de que esté conformada por 34 Estados miembros activos, cada uno de ellos con su propia agenda política internacio­nal y, por lo mismo, de relaciones con los demás países de la región, lleva a que sean los alineamien­tos los que definan las decisiones que se tomen. Desde comienzos del presente siglo y hasta mediados del mismo, no fue fácil que se aprobara una resolución en contra de la Venezuela del Socialismo del Siglo XXI.

Dentro del complejo mecanismo previsto para que se aplique la Carta se requiere una mayoría de 24 votos, lo cual no es fácil de lograr. A pesar de las acciones adelantada­s por su secretario general, Luis Almagro, los apoyos mayoritari­os de los países del Caribe y algunos centroamer­icanos no permitiero­n ir más allá en la puesta en práctica de las medidas previstas por la CDI. Tampoco se ha podido actuar de manera contundent­e contra la dictadura de Daniel Ortega, en Nicaragua.

Una de las disyuntiva­s que se presentan es la manera como algunos candidatos llegan al poder mediante propuestas populistas y autoritari­as, sin que sus electores se den cuenta de que en poco tiempo estos comenzarán a erosionar los fundamento­s propios del Estado de derecho. Contando para ello con la aceptación popular de la cual gozan, entran a desmontar la institucio­nalidad cooptando los demás poderes del Estado, sus mecanismos de control y, en últimas, promoviend­o reformas constituci­onales que les permitan asegurarse la reelección y, con el tiempo, entronizar­se en el poder.

La Carta establece que “los pueblos de las Américas tienen derecho a la democracia y sus gobiernos tienen la obligación de promoverla y defenderla”. Ahora que la democracia vuelve a estar bajo amenaza en la región, les correspond­e a los propios Estados promover su respeto y actuar en consonanci­a al momento de aplicar los mecanismos para su defensa en los organismos multilater­ales como la OEA.

‘‘Ahora

que la democracia vuelve a estar bajo amenaza en la región, les correspond­e a los propios Estados promover su respeto”.

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