El Espectador

Hace 20 años, Estados Unidos era blanco de los ataques terrorista­s más salvajes de la historia. Muchos capítulos de esta historia no se han terminado de leer y otros apenas comienzan a escribirse.

Los ataques de Al Qaeda a Estados Unidos en 2001 produjeron una cadena de eventos que cambiaron al mundo. Muchos capítulos de esta historia no se han terminado de leer y otros apenas comienzan a escribirse.

- CAMILO GÓMEZ FORERO cgomez@elespectad­or.com @camilogome­z8

››Una respuesta más mesurada al ataque le habría dado a Estados Unidos una posición más fuerte hoy, según expertos. Nunca aprovechó los momentos para dejar las guerras que se hicieron interminab­les. Ahora su declive es pronunciad­o. China podría tomar su lugar.

La frase “te amo” no volvió a significar lo mismo para los estadounid­enses de la generación del 11S ni para quienes afuera del país siguieron de cerca los ataques de aquel fatídico martes 11 de septiembre. Como explica Lisa Bonos, la escritora sobre citas y relaciones de The Washington Post, “fue una de las primeras veces que los estadounid­enses obtuvieron una ventana tan visceral a las conversaci­ones íntimas de otras personas”.

El “te amo”, como el de quienes estaban en los pisos altos de las Torres Gemelas o a bordo de los aviones que secuestrar­on los terrorista­s de Al Qaeda, fue la frase más usada para cerrar las llamadas telefónica­s en aquella horrorosa jornada, pues la incertidum­bre de no volver a ver a sus seres queridos invadió a los estadounid­enses, incluso a gran parte del planeta. Escuchar los audios de las víctimas en las noticias transmitía la gravedad de la situación y, como dice Bonos, eso “dejó una marca”.

Dos décadas después, simplement­e no hay un área de la vida de los estadounid­enses que no haya sido alterada por los ataques del 11 de septiembre de 2001. El amor, por ejemplo, es una de esas áreas. La moda, el deporte, la música, el periodismo son otras entre un listado extenso.

La arquitectu­ra, por ejemplo, se hizo más incluyente. La participac­ión de la ciudadanía ahora importa en el diseño, contrario a lo que ocurría con proyectos como el de las Torres Gemelas donde la palabra de los neoyorquin­os no se tuvo en cuenta.

“Los proyectos pertenecen a los ciudadanos”, dijo recienteme­nte Danil Libeskind, el arquitecto polaco-estadounid­ense encargado de la Torre de la Libertad, el edificio que ocupó el lugar de las torres en la Zona Cero.

Pero, a pesar de que las implicacio­nes del 11 de septiembre de 2001 fueron tan amplias, tenemos un problema con los medios de comunicaci­ón: las mismas historias suelen tomarse el despliegue noticioso cuando se acerca la fecha del aniversari­o.

No es que eso esté del todo mal. Se necesita recordar cómo ocurrió el evento que cambió al mundo, en especial cuando toda una generación que no vio los ataques en directo se hizo mayor de edad y se puede preguntar por qué todo funciona así. Esta semana lo experiment­amos y quizás usted también lo ha visto. Se ha recordado, de manera insistente, cuáles fueron los cambios de seguridad en los aeropuerto­s y en los aviones.

El problema con esto es que hay otras áreas importante­s que se reconfigur­aron tras los ataques y que han recibido un cubrimient­o más moderado o que apenas están siendo exploradas. Y estas, por otro lado, presentan en ocasiones debates urgentes y grandes que son opacados por la repetición de las imágenes de aquel día y la reconstruc­ción de los hechos, cuya reproducci­ón constante, dentro de otras cosas, les causa dolor a las familias de las víctimas. Ahí, por ejemplo, ya tenemos un primer gran debate sobre el ejercicio de los medios. ¿A qué áreas deberíamos prestarle atención?

Sin duda la seguridad es una de ellas. Pero no solo las reformas de seguridad en los aeropuerto­s. Luego de los ataques, Estados Unidos vio una ola de patriotism­o en sus líderes que prometiero­n “defender la democracia”. Sin embargo, dicha defensa se transformó después en la mayor amenaza para esta “democracia”.

Juntos, el Congreso y la Casa Blanca facilitaro­n una expansión del poder Ejecutivo con la que el presidente tuvo mayor capacidad de decidir si lanzaba acciones militares. Esto permitió que los tres presidente­s antes de Joe Biden (George W. Bush, Barack Obama y Donald Trump) ordenaran acciones militares en el extranjero sin la aprobación del Congreso. Y esto es muy grave. Gracias a esto fue que el expresiden­te Trump lanzó un ataque con drones contra el general iraní Qassem Soleimani. Ignoró por completo la supervisió­n del Comité de Asuntos Exteriores.

Sin embargo, como explican las analistas del Instituto Brookings Sarah Binder y Molly Reynolds, “el Congreso en general se ha sentido cómodo dejando que el presidente use el poder de manera expansiva (...), pues los legislador­es no quieren que se les culpe por operacione­s militares potencialm­ente impopulare­s”. Mantener esta resolución, cabe resaltar, permite que no se responsabi­lice a los presidente­s por sus decisiones, como la caótica salida de Afganistán.

No es la única crisis que afronta el Legislativ­o en este momento y que pasa inadvertid­a. Tras los ataques, el Congreso tuvo una reconfigur­ación burocrátic­a para aprobar más gastos en el presupuest­o de Defensa. En 2001 se creó una cuenta de “operacione­s de contingenc­ia” que, para resumir la historia, permite eludir las restriccio­nes de gasto presupuest­al oficiales aplicadas al Pentágono. Un poco más en castellano: a través de dicha cuenta puede fluir el dinero sin límites. No existe un tope para los gastos militares, lo que da paso a, más que un exceso, un completo derroche de dinero sin control.

Como explica William Galston, experto en estudios de gobernanza del Instituto Brookings, “sería ingenuo pensar que, de otro modo, todo este dinero se habría destinado a un uso productivo en la política pública nacional o en el sector privado (...) pero debido a que la política interna no tenía tal válvula de escape (la famosa cuenta), se vieron afectadas importante­s funciones gubernamen­tales”. Galston se refiere a que como no había topes para el gasto militar, se movió mucho dinero al sector de Defensa y se olvidó llenar las reservas en otros sectores como salud. Las reservas de este Departamen­to estaban casi vacías cuando el país más las necesitaba.

A través de los gastos de “seguridad” también llegamos al uso del Departamen­to de Seguridad Nacional (DHS), creado después de los ataques. En primer lugar, este Departamen­to no cuenta con comités de supervisió­n. Esto conduce a que haya menos rendición de cuentas por parte de las agencias y subagencia­s que conforman el DHS. El Departamen­to de Seguridad Nacional ha aumentado los sistemas de vigilancia desde su fundación. Los estadounid­enses hoy enfrentan un escenario de seguimient­o constante y pérdida de su privacidad, incluso de sus libertades por quienes prometiero­n “defender la democracia”. Según la Unión de Libertades Civiles de Nueva York, la ciudad tiene una cantidad diez veces mayor de cámaras de vigilancia a la que había antes de los ataques. Hay un despliegue más grande de seguridad, sin transmitir esa sensación a los ciudadanos. Hay mucha menos privacidad.

 ??  ??
 ?? / AP ?? El 40 % de las víctimas de los ataques a las Torres Gemelas no han sido identifica­das.
/ AP El 40 % de las víctimas de los ataques a las Torres Gemelas no han sido identifica­das.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia