Hace 20 años, Estados Unidos era blanco de los ataques terroristas más salvajes de la historia. Muchos capítulos de esta historia no se han terminado de leer y otros apenas comienzan a escribirse.
Los ataques de Al Qaeda a Estados Unidos en 2001 produjeron una cadena de eventos que cambiaron al mundo. Muchos capítulos de esta historia no se han terminado de leer y otros apenas comienzan a escribirse.
››Una respuesta más mesurada al ataque le habría dado a Estados Unidos una posición más fuerte hoy, según expertos. Nunca aprovechó los momentos para dejar las guerras que se hicieron interminables. Ahora su declive es pronunciado. China podría tomar su lugar.
La frase “te amo” no volvió a significar lo mismo para los estadounidenses de la generación del 11S ni para quienes afuera del país siguieron de cerca los ataques de aquel fatídico martes 11 de septiembre. Como explica Lisa Bonos, la escritora sobre citas y relaciones de The Washington Post, “fue una de las primeras veces que los estadounidenses obtuvieron una ventana tan visceral a las conversaciones íntimas de otras personas”.
El “te amo”, como el de quienes estaban en los pisos altos de las Torres Gemelas o a bordo de los aviones que secuestraron los terroristas de Al Qaeda, fue la frase más usada para cerrar las llamadas telefónicas en aquella horrorosa jornada, pues la incertidumbre de no volver a ver a sus seres queridos invadió a los estadounidenses, incluso a gran parte del planeta. Escuchar los audios de las víctimas en las noticias transmitía la gravedad de la situación y, como dice Bonos, eso “dejó una marca”.
Dos décadas después, simplemente no hay un área de la vida de los estadounidenses que no haya sido alterada por los ataques del 11 de septiembre de 2001. El amor, por ejemplo, es una de esas áreas. La moda, el deporte, la música, el periodismo son otras entre un listado extenso.
La arquitectura, por ejemplo, se hizo más incluyente. La participación de la ciudadanía ahora importa en el diseño, contrario a lo que ocurría con proyectos como el de las Torres Gemelas donde la palabra de los neoyorquinos no se tuvo en cuenta.
“Los proyectos pertenecen a los ciudadanos”, dijo recientemente Danil Libeskind, el arquitecto polaco-estadounidense encargado de la Torre de la Libertad, el edificio que ocupó el lugar de las torres en la Zona Cero.
Pero, a pesar de que las implicaciones del 11 de septiembre de 2001 fueron tan amplias, tenemos un problema con los medios de comunicación: las mismas historias suelen tomarse el despliegue noticioso cuando se acerca la fecha del aniversario.
No es que eso esté del todo mal. Se necesita recordar cómo ocurrió el evento que cambió al mundo, en especial cuando toda una generación que no vio los ataques en directo se hizo mayor de edad y se puede preguntar por qué todo funciona así. Esta semana lo experimentamos y quizás usted también lo ha visto. Se ha recordado, de manera insistente, cuáles fueron los cambios de seguridad en los aeropuertos y en los aviones.
El problema con esto es que hay otras áreas importantes que se reconfiguraron tras los ataques y que han recibido un cubrimiento más moderado o que apenas están siendo exploradas. Y estas, por otro lado, presentan en ocasiones debates urgentes y grandes que son opacados por la repetición de las imágenes de aquel día y la reconstrucción de los hechos, cuya reproducción constante, dentro de otras cosas, les causa dolor a las familias de las víctimas. Ahí, por ejemplo, ya tenemos un primer gran debate sobre el ejercicio de los medios. ¿A qué áreas deberíamos prestarle atención?
Sin duda la seguridad es una de ellas. Pero no solo las reformas de seguridad en los aeropuertos. Luego de los ataques, Estados Unidos vio una ola de patriotismo en sus líderes que prometieron “defender la democracia”. Sin embargo, dicha defensa se transformó después en la mayor amenaza para esta “democracia”.
Juntos, el Congreso y la Casa Blanca facilitaron una expansión del poder Ejecutivo con la que el presidente tuvo mayor capacidad de decidir si lanzaba acciones militares. Esto permitió que los tres presidentes antes de Joe Biden (George W. Bush, Barack Obama y Donald Trump) ordenaran acciones militares en el extranjero sin la aprobación del Congreso. Y esto es muy grave. Gracias a esto fue que el expresidente Trump lanzó un ataque con drones contra el general iraní Qassem Soleimani. Ignoró por completo la supervisión del Comité de Asuntos Exteriores.
Sin embargo, como explican las analistas del Instituto Brookings Sarah Binder y Molly Reynolds, “el Congreso en general se ha sentido cómodo dejando que el presidente use el poder de manera expansiva (...), pues los legisladores no quieren que se les culpe por operaciones militares potencialmente impopulares”. Mantener esta resolución, cabe resaltar, permite que no se responsabilice a los presidentes por sus decisiones, como la caótica salida de Afganistán.
No es la única crisis que afronta el Legislativo en este momento y que pasa inadvertida. Tras los ataques, el Congreso tuvo una reconfiguración burocrática para aprobar más gastos en el presupuesto de Defensa. En 2001 se creó una cuenta de “operaciones de contingencia” que, para resumir la historia, permite eludir las restricciones de gasto presupuestal oficiales aplicadas al Pentágono. Un poco más en castellano: a través de dicha cuenta puede fluir el dinero sin límites. No existe un tope para los gastos militares, lo que da paso a, más que un exceso, un completo derroche de dinero sin control.
Como explica William Galston, experto en estudios de gobernanza del Instituto Brookings, “sería ingenuo pensar que, de otro modo, todo este dinero se habría destinado a un uso productivo en la política pública nacional o en el sector privado (...) pero debido a que la política interna no tenía tal válvula de escape (la famosa cuenta), se vieron afectadas importantes funciones gubernamentales”. Galston se refiere a que como no había topes para el gasto militar, se movió mucho dinero al sector de Defensa y se olvidó llenar las reservas en otros sectores como salud. Las reservas de este Departamento estaban casi vacías cuando el país más las necesitaba.
A través de los gastos de “seguridad” también llegamos al uso del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), creado después de los ataques. En primer lugar, este Departamento no cuenta con comités de supervisión. Esto conduce a que haya menos rendición de cuentas por parte de las agencias y subagencias que conforman el DHS. El Departamento de Seguridad Nacional ha aumentado los sistemas de vigilancia desde su fundación. Los estadounidenses hoy enfrentan un escenario de seguimiento constante y pérdida de su privacidad, incluso de sus libertades por quienes prometieron “defender la democracia”. Según la Unión de Libertades Civiles de Nueva York, la ciudad tiene una cantidad diez veces mayor de cámaras de vigilancia a la que había antes de los ataques. Hay un despliegue más grande de seguridad, sin transmitir esa sensación a los ciudadanos. Hay mucha menos privacidad.