La guerra terrorista contra el terror
VEINTE AÑOS DESPUÉS DE LOS ATAques a las Torres Gemelas, los legados de la reacción estadounidense convirtieron el aniversario en una fecha aún más oscura.
Un evento de violencia excepcional protagonizado por un grupo de fundamentalistas desató una guerra global sobre la base de un igualmente terrorífico: “O están con nosotros o están con los terroristas”.
Una guerra contra todos y cualquiera. El unanimismo en la respuesta de buena parte de la ciudadanía marcó la pauta. La presencia de herederos de la Guerra Fría entre los encargados de asesorar al presidente Bush hijo aceitó el alcance de la reacción. La confianza en el poderío militar y su inteligencia se erigió como la única respuesta.
La certeza moral de ser los elegidos y de estar haciendo el bien (contra “el eje del mal”) llevó a una situación de violación permanente de los derechos humanos.
Pese a la impunidad en que fueron practicadas, las tácticas de la guerra contra el terror han sido ampliamente discutidas: centros clandestinos de detención, torturas…
Lo que era una retaliación contra el grupo terrorista Al Qaeda se prolongó espacial y temporalmente hasta convertirse en la guerra más larga de los Estados Unidos.
De republicanos a demócratas, la continuidad se impuso a las rupturas.
Obama se preocupó por incorporar las leyes internacionales a una guerra que de cualquiera forma consideraba justa. No la llamó guerra contra el terror y sí le dio vía libre al uso desbocado de drones.
Obama pretendía limitar la brutalidad, sostiene el historiador Samuel Moyn, pero ayudó a que la guerra se eternizara. Trump habló de terminar la guerra, pero la avivó contra los musulmanes en Estados Unidos.
La guerra se libraba por igual en lo doméstico desde que el aparato estatal se acomodó para restringir libertades en nombre de las amenazas terroristas. Y sembrar terror.
La xenofobia es otro de los legados de la guerra contra el terror.
The Point,