El Espectador

La dignidad de la palabra

- EL CAMINANTE FERNANDO ARAÚJO VÉLEZ

Creo. Creo en los libros, en la palabra impresa, que por impresa es eterna. Creo en la honestidad de quienes escriben, y creo que en algún párrafo voy a encontrar una frase que me va a hacer cambiar mi percepción de la vida, o mejor, que me va a hacer caminar por un sendero que desconocía. Creo en el arduo trabajo que hay detrás de la elección de una frase, en las miles de palabras que los escritores eliminan para dejar una, y en la labor de los correctore­s y de los impresores, y creo que las ilustracio­nes que se cuelgan de algunas páginas han sido pensadas durante días y noches y semanas y meses, y dibujadas y vueltas a dibujar. Creo en la magia de las palabras, y ahora que voy escribiend­o me siento en estado de magia, pero soy consciente de que la escritura es más que nada observació­n y constancia y ensayo y error, y esa es su magia.

Y creo en el error, en la caída, en la derrota y el dolor, tanto para escribir como para vivir. Creo que tras el título de un libro hay decenas de horas de insomnio, y también que ese título puede surgir un minuto antes de un mediodía por una imagen aleatoria, pero que va acompañado por los desvelos de las noches anteriores. Creo en el comienzo y el fin de una novela como el principio y el final de cientos de vidas y de historias que fueron reales, más allá de que las llamen ficción, e indefectib­lemente, me he creído parte de esos relatos, de esos personajes, y he vivido sus vidas y he caminado por las calles que caminaron, pese a que mi tiempo haya sido otro y a que jamás haya pisado las ciudades en las que vivieron. Creo en la palabra, en su pasado y en su origen, en su recorrido, y por creer en ella, estoy convencido de que borramos la historia cada vez que la abreviamos o la volvemos sigla.

Creo en la dignidad de la palabra, y en su honor, creo en la palabra de la gente, aunque eso haya pasado de moda. Creo en la búsqueda, en la voluntad de escudriñar y de dudar, y en el encontrar y volver a buscar, y creo en la sorpresa y me regocijo por ella, aunque muchas sorpresas vayan en contra de lo que pienso. Creo en lo humano, aunque a veces sea “demasiado humano”, y creo en la fuerza de todo aquello que dignifica el ser humano: pensamient­o, creación, coherencia. De acuerdo con todo lo anterior, y de mucho más, creo que cada quien debería escribir su propia historia, plasmar su testimonio, su propia versión de los hechos, independie­ntemente de que esa versión se haga libro o gane premios o sea leída en ferias y festivales, para que luego no tengamos que abocarnos a la única versión de los vencedores.

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