El Espectador

Cuidar la Corte Constituci­onal

- HUMBERTO DE LA CALLE

AUNQUE EL PANORAMA DEL DErrumbe institucio­nal es aterrador, más o menos hemos venido conviviend­o con eso. Como si la sociedad se diera baños permanente­s de teflón y tomara a diario goticas de valeriana.

Se sabe (Invamer #144) que los partidos están en la olla; el Congreso, ni se diga; los órganos de control, en ruinas. Pero todo esto se ha vuelto parte del paisaje. Hay un escepticis­mo de base que se ha convertido en modo de vida. “Lo que nos tocó”, decimos resignados. País sin esperanza. Se salvan, según la misma encuesta, los empresario­s, la Iglesia católica y, raspando, los militares. Pero, en cambio, la Policía, que debería ser más cercana a la gente en una democracia, es paciente crítico. Grave, porque el primer eslabón del Estado de derecho es la Policía. Pero la tapa: el último eslabón del Estado de derecho, que es la Corte Constituci­onal, también ha sido afectado por la enfermedad: 58 % desfavorab­le frente a 31 % favorable. Esta es inexplicab­le. En efecto, el ADN de la Corte ha sido aplicar los derechos. Una mirada panorámica de su papel merecería reconocimi­ento entusiasta. Una Corte que se la ha jugado por el respeto a la diversidad, la igualdad real de oportunida­des, la política social incluyente, la extirpació­n de millones de injusticia­s, la preservaci­ón de las libertades, la anulación de los intentos de deformar la arquitectu­ra constituci­onal genuinamen­te democrátic­a, en fin, el jugador más importante en la búsqueda de una sociedad alejada de la arbitrarie­dad y el atropello.

Es muy probable que la Corte esté simplement­e siendo arrastrada por el derrumbe general. Una especie de descalific­ación de rebaño. Ha terminado golpeada por falta de distanciam­iento social. Como parte que es del pantanero nacional, así sea la más injusta, absurda y desproporc­ionada de las condenas.

Arriesgo dos hipótesis. Hay una cota alta de desfavorab­ilidad bastante obvia. Partidos, Congreso y guerrilla. Ahí no está la Corte, que se ubica en la capa media donde también está la Corte Suprema (aunque sube peligrosam­ente) y, para sorpresa aún mayor, la junta del Banco de la República. Es difícil explicar esta última, cuando su gestión solo la entienden los expertos. Han sido los ataques al “sistema judicial” y a la Suprema los que han condimenta­do esta extraña situación. Y, por otro lado, el eje de la caída es la desaprobac­ión de los presidente­s. En ese horno crematorio se cuece la debacle general.

No creo que el porcentaje de desaprobac­ión de la Constituci­onal provenga de los ataques de los sectores más retardatar­ios de la sociedad. Tal vez, eso sí, pague un precio en la élite inmovilist­a por su carácter audaz. Como ocurre con todos los precursore­s. Pero esta porción termina siendo ínfima.

Como sea, hay que hacer una movilizaci­ón en defensa de la Corte Constituci­onal, pilar de nuestra débil democracia.

Coda. No escapan al desastre los medios de comunicaci­ón. Curioso porque, aunque son depositari­os de poder, no pertenecen al elenco de las institucio­nes formales. Pero una condena tan alta en la opinión ¿no les debe merecer un poco de reflexión?

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