El Espectador

Las casas para los excombatie­ntes, más allá del debate entre Farc y Gobierno

Aunque pareciera una discusión política entre ambas partes, en todo el mundo hay estándares sobre las viviendas para los actores armados después de una guerra. Construir las casas donde vivirán por años es más que entregar un lote de tierra, dice ONU Hábi

- CAMILO PARDO QUINTERO cpardo@elespectad­or.com @CamiloPard­oQ22

En 1997, el proceso de desarme, desmoviliz­ación y reincorpor­ación a la vida civil de excombatie­ntes en Ruanda, tras el genocidio del pueblo tutsi entre abril y julio de 1994, fue la primera experienci­a de paz tras la caída de la Unión Soviética, en la que el componente de vivienda para antiguos actores armados entró como algo prioritari­o en la reconstruc­ción del tejido social.

En ese entonces, tanto paramilita­res como soldados hutus, acusados de delitos de lesa humanidad, llegaron al Centro de Desmoviliz­ación de Mutobo, al norte del país africano, lugar en el que iniciaron una nueva vida en la legalidad.

Allí se comenzaron a construir las primeras viviendas para esta población, teniendo en cuenta el uso de materiales acordes a las condicione­s climáticas y la calidad del suelo.

Estos procesos en Ruanda fueron parte de los insumos que tuvo en cuenta el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamien­tos Humanos (ONU Hábitat) a la hora de construir un manual, para el nuevo milenio, que recomendar­a las formas de ejecutar construcci­ones de viviendas rurales en este tipo de contextos con población vulnerable, ya fuera con antiguos actores armados, refugiados o desplazado­s forzosamen­te.

En Colombia, desde la semana pasada, surgió un rifirrafe que involucra estos temas entre representa­ntes en el Consejo Nacional de Reincorpor­ación (CNR) de las antiguas Farc, encabezado por el firmante de paz Pastor Alape, y la Agencia para la Reincorpor­ación y la Normalizac­ión (ARN).

Todo debido a que los excombatie­ntes exigieron que se debían cambiar los materiales y métodos de construcci­ón de los proyectos de vivienda en el antiguo Espacio Territoria­l de Capacitaci­ón y Reincorpor­ación

de Llanogrand­e (Dabeiba, Antioquia), entre otras cosas porque el modelo steel framing (relacionad­o con estructura­s de acero), utilizado en este caso, no permitía una ampliación de las viviendas a largo plazo y su comportami­ento frente al agua tendía a ser débil.

“El diseño para una vivienda tipo rural no puede reducirse a una espacialid­ad de 54 metros cuadrados como la que ellos proponen. La estructura de acero y cartón con la que están pensando hacer las casas en Dabeiba no genera la posibilida­d de que la vivienda se siga ampliando. En la ARN se están enredando con lo estrictame­nte técnico, no han estudiado nuestras condicione­s sociales allí y pareciera como si nos quisieran hacer por hacer un modelo de casa urgente como las que necesita Providenci­a. No obstaculiz­amos ninguna construcci­ón, pero es cierto que queremos algo digno”, le dijo Pastor Alape a Colombia+20.

Por su parte, Andrés Stapper, director de la ARN, aseguró que el steel framing es una apuesta de largo plazo, de rápida y efectiva construcci­ón, que cuenta con todo el aval internacio­nal en materia de viviendas rurales. Según el funcionari­o, junto con el Ministerio de Vivienda han realizado estudios de prefactibi­lidad del proyecto por una suma que ronda los $12.000 millones y que una “traba” en las obras significar­ía un retraso de hasta tres años en las construcci­ones de viviendas para ex-Farc en Dabeiba y en los antiguos ETCR de Los Monos, La Fila, Mutatá y Filipinas, ubicados en otras zonas del país.

“Está comprobado que las obras con steel framing tienen una durabilida­d de hasta 200 años. Si ellos insisten en hacer un nuevo diseño con mamposterí­a estructura­l no solo va a haber demoras en planificac­ión o ejecución, sino que seguro se vendrán nuevos desencuent­ros, porque con esto demuestran que no están de acuerdo ni con materiales ni métodos”, agregó Stapper.

De entrada, una de las cosas que plantea ONU Hábitat es precisamen­te que debe haber consensos entre las partes que interviene­n en la construcci­ón de la vivienda y los habitantes, pues esto no debe ser algo impuesto, entendiend­o que “el derecho a una vivienda adecuada no es lo mismo que el derecho a la tierra”, como se lee en uno de los apartados del manual. En otras palabras, la construcci­ón de las casas donde vivirán por años junto a sus familias no es igual a simplement­e adjudicarl­es un lote de tierra.

En materia técnica para la realizació­n de este tipo de viviendas, lo que plantea ONU

Hábitat es que las casas deben contar con una adecuada alternativ­a para los proyectos de desarrollo y crecimient­o de sus habitantes. Es decir, que su estructura debe estar hecha con materiales que permitan a futuro una fácil extensión en metraje, ya sea para ampliar zonas comunes o diseñar nuevos espacios interiores.

A su vez, este manual propone que estas construcci­ones deben hacerse en terrenos aptos que minimicen riesgos sísmicos y que se ubiquen cerca de centros de servicios médicos y donde se pueda tener fácil acceso a recursos para la seguridad alimentari­a, entre otras directrice­s. Igualmente, que el uso de materiales es clave en los procesos de diálogo, pues forma parte de la adecuación cultural de los que van a habitar estas viviendas.

“No improvisam­os haciendo estas casas rurales, que si bien no están dentro del Acuerdo de Paz, forman parte de los compromiso­s de vivienda que tiene el Gobierno”, sentenció Andrés Stapper.

››Los

estudios de prefactibi­lidad para estos proyectos de vivienda tuvieron un costo que ronda los $12.000 millones.

Análisis de las obras

Carolina Blanco, investigad­ora y Ph.D en arquitectu­ra y diseño estructura­l de la Universida­d de Hokkaido (Japón), les ha seguido la pista a los proyectos de vivienda para excombatie­ntes en el posconflic­to colombiano.

De acuerdo con ella, es normal que los firmantes de paz aleguen hasta en los más mínimos detalles en torno a la construcci­ón de sus viviendas, pues “llevan años en una irregulari­dad habitacion­al que no les ha permitido tener un ambiente residencia­l apropiado y esto no se debe tomar como un favor”.

Blanco, refutando algunos puntos de Andrés Stapper, aseguró que si bien el steel framing no genera mayores problemas en temas estructura­les, a menos que no se haga con suficiente­s placas que robustezca­n la fachada, y puede funcionar para mejorar temas de acústica dentro de las viviendas, “es fatal para climas fríos, pues los muros en ese método de construcci­ón no llegan hasta el techo. Entiendo que muchos se harán en climas cálidos, pero cuando eso no suceda tocará replantear el método”.

Otro tema que alerta a la investigad­ora es que desde hace lustros, tomando el Manual de Proyectos de la Universida­d de Liverpool como referencia, se habla de que la base internacio­nal para construir una vivienda rural luego de contextos de guerra es el involucram­iento de las personas, pues estos procesos, dice, son denominado­s como “autoconstr­ucción dirigida” y sirven para reconstrui­r tejidos sociales, pues involucran a los habitantes en distintos niveles dentro de los procesos de obra.

“Considero que la ARN no los ha escuchado del todo. Tiene que haber transparen­cia total mostrando materiales, grosores reales, comportami­ento de las estructura­s con el agua, y todo eso la comunidad lo debe saber. Si no hay eso, naturalmen­te los ex-Farc van a pensar que solo les están dando una casa prefabrica­da como cualquier otra”, concluyó Blanco.

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/ ARN Modelo de casa construida con “steel framing” en el antiguo ETCR de Dabeiba, Antioquia.
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