El Espectador

Defender el Pacífico nariñense: el legado de Yolanda Cerón

Veinte años después de su asesinato sigue vigente su legado entre líderes y lideresas de las comunidade­s afrodescen­dientes con las que trabajó en la defensa del territorio. Familiares y amigos aún esperan más verdades sobre quiénes ordenaron su ejecución.

- ANDRÉS CÓRDOBA * aacordoba9­0@gmail.com

La hermana Yolanda Cerón Delgado sabía que la iban a matar, pero no cuándo ni cómo. Tenía la certeza de que ofrendaría su vida por el trabajo que desarrolla­ba con las comunidade­s afrodescen­dientes del Pacífico nariñense. Las amenazas llegaron a medida que denunciaba la presencia de grupos armados ilegales en la zona, la corrupción y negligenci­a de las autoridade­s frente a las necesidade­s de las comunidade­s y la complicida­d entre las Fuerzas Armadas y los paramilita­res del Frente Libertador­es del Sur (FLS), comandado por Pablo Sevillano en Tumaco.

Una mañana de 2001, cuando ingresaba a la iglesia La Merced de ese municipio, encontró una misiva anónima al pie de la puerta. La leyó detenidame­nte, en silencio, y luego en medio de un llanto inevitable dijo: “Yo sé que me van a matar”.

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La hermana Yolanda nació el 15 de septiembre de 1958 en Berruecos, cabecera del municipio de Arboleda (Nariño). Heredó la devoción católica que su familia pregonaba por tradición y entendió que su camino estaría forjado por dos designios que no abandonarí­a jamás: su amor por la religión y el servicio hacia los desahuciad­os.

A mediados de 1970, después de sus estudios de primaria y secundaria, llegó al barrio popular La Rosa, en la ciudad de Pasto, para integrarse a una casa de misión de la orden religiosa de la Compañía de María Nuestra Señora. Allí conoció a la hermana Diana Lucía Gaviria, una de las mejores amigas en la comunidad religiosa.

Cuenta que Yolanda llegó hasta el Pacífico nariñense gracias a que la Compañía de María tenía una casa de inserción en la vereda La Playa y Salahonda, en Francisco Pizarro, uno de los municipios que conforman la costa Pacífica nariñense. Fue tanto el interés que despertó este lugar en la hermana Yolanda, que dejó sus estudios en ciencias de la educación y religión en la Universida­d Mariana de Pasto para ir al territorio que con los años no estaría dispuesta a abandonar.

A Francisco Pizarro se llega desde Tumaco. Luego, sobre el margen izquierdo de un estero, aparece Salahonda. Desde allí se camina por algunos minutos para atravesar un puente hecho en madera que marca el camino hacia la vereda La Playa.

Estos dos lugares los recorrió la hermana Yolanda a sus 22, en 1980. La Playa fue su residencia principal, pues allí estaba la casa misional de la Compañía de María y la institució­n educativa La Playa, donde inició su labor como educadora y líder religiosa.

“En la parte política era la más destacada de todas”, asegura Juan Carlos Angulo, integrante del Consejo Comunitari­o Acapa. Él la conoció en La Playa a sus ocho años, cuando ingresó a la escuela. Dice que la hermana Yolanda viajaba los fines de semana río arriba hacia otras veredas con la Biblia en mano. Hablaba del territorio como un regalo de Dios donde debían convivir en paz y tranquilid­ad.

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La década de 1990 estuvo marcada por hechos que complicaro­n la labor de los afrodescen­dientes y la hermana Yolanda. La periodista María Teresa Ronderos, en su libro Guerras recicladas, la historia periodísti­ca del paramilita­rismo en Colombia, asegura que las pocas agroindust­rias de cultivo de palma aceitera, palmito y camaronera­s existentes en Nariño temían que la titulación colectiva significar­a la pérdida de territorio­s en los cuales habían invertido millones. Entonces defendiero­n sus intereses de formas diferentes: las palmiteras, empujando la formación de consejos comunitari­os afines y con los que pudieran acordar pactos de explotació­n del territorio; otras, como algunas palmeras, se enfrentaro­n a los consejos ya existentes.

Ronderos también relata que en 1998 llegaron los narcotrafi­cantes para asentarse inicialmen­te en las rondas de los ríos Mira, Patía y Rosario, y que tumbaron selva a punta de machete para sembrar la mata de coca. Y a finales de 1999 arrimaron los paramilita­res del Frente Libertador­es del Sur (FLS), comandados por Guillermo Pérez Alzate o Pablo Sevillano, nombre de guerra. A esto se le sumaría la complicida­d con las Fuerzas Armadas estatales.

Yolanda Cerón no guardó silencio y denunció la presencia del FLS en el territorio, los atropellos contra la población y sus nexos con miembros de la Fuerza Pública. En el libro Aquellas muertes que hicieron resplandec­er la vida, de Javier Giraldo, publicado en 2012, se afirma que el capitán de fragata de Infantería de Marina y comandante de Base de Entrenamie­nto N° 2 Nicolás Montenegro Montenegro le pidió a la Pastoral Social, liderada por la hermana Yolanda, el envío de informació­n sobre los nexos que denunciaba. Ella no dudó en hacerlo.

“El documento parece escrito por subversivo­s”, dijo Juan David Múnera, capitán de Fragata de Infantería de Mariana, refiriéndo­se a las denuncias de Yolanda. Esta calificaci­ón, escrita en la publicació­n de Javier Giraldo y que reseña la Sala de Justicia y Paz del Tribunal de Bogotá, fue realizada el 30 de abril de 2001 en un consejo extraordin­ario de seguridad en Tumaco, donde se analizó la denuncia realizada por la hermana.

Aquella acusación contra la hermana Yolanda fue su sentencia de muerte. El 19 de septiembre de 2001, a las 12:15 del día, fue asesinada frente a la iglesia La Merced, en el parque Nariño. Los dos hombres del FLS que ejecutaron la acción fueron alias Capulina y Julio César Posada, alias Tribilín, según la sentencia de la Sala de Justicia y Paz del Tribunal de Bogotá. Hecho que fue ratificado en fallo de segunda instancia en diciembre de 2015.

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El Santuario de las Víctimas de la Casa de la Memoria en Tumaco aloja 700 retratos de desapareci­dos o asesinados en medio del conflicto armado en el Pacífico nariñense. A veces llegan familiares o amigos para buscar la foto de su ser querido y la besan, le hablan, le rezan. Todo un homenaje

‘‘Ella sigue siendo faro para no perder el norte. Si uno se olvida de su proceso nos perderíamo­s en las tinieblas”. Laddie Vernaza, integrante de Acapa.

a la memoria.

La hermana Yolanda es la esencia de la casa. También lo es en la Pastoral Social que ella misma dirigió y trabajó en la defensa de los derechos humanos. Además, habita en las nuevas y viejas generacion­es que integran consejos comunitari­os, como Acapa, y que resisten en territorio. Allí aún se tejen murallas de solidarida­d para enfrentar la realidad que los golpea.

Mercedes Yepes carga en sus manos una cartilla de tonalidad verde. En la portada, un título de letras blancas y color café se ubica a la izquierda: “Yolanda Cerón Delgado, vida, misión y legado”. A la derecha, el retrato de una mujer de piel trigueña que sonríe, pelo liso recogido y dientes grandes. “Ella era la hermana Yolanda”, explica mientras señala la imagen. La portada es replicada, compartida, guardada o expuesta en los lugares donde vive su legado. También apareció el 25 de junio de 2021, en el “Encuentro por la verdad: reconocimi­ento de responsabi­lidades en el caso del asesinato de Yolanda Cerón Delgado” en Rionegro, Antioquia. Fue sostenida con ímpetu por familiares y amigos, mientras Guillermo Pérez Alzate o Pablo Sevillano reconocía desde Miami, Estados Unidos, su responsabi­lidad en el asesinato de la hermana Yolanda.

“No era guerriller­a, fue una gran líder social que no merecía morir de la forma en que se hizo. Hoy ante ustedes manifiesto mi sentimient­o de vergüenza”, dijo Pérez Alzate a través de una videollama­da. Las palabras también fueron escuchadas por Jorge Enrique Ríos y Julio César Posada, quienes participar­on en el crimen. Los tres actualment­e están en libertad, pues con la desmoviliz­ación del FLS se acogieron a la Ley de Justicia y Paz.

A pesar del reconocimi­ento de responsabi­lidades, aún falta la verdad sobre otras teorías que manejó la Fiscalía de Justicia y Paz y que la periodista María Teresa Ronderos describe en su libro: que a Yolanda la mandaron a matar los militares involucrad­os con el FLS, para evitar denuncias por corrupción; que la mandaron a matar empresario­s palmeros que veían la recuperaci­ón de tierras como un obstáculo para su expansión; que ordenaron su muerte narcotrafi­cantes socios de Sevillano para silenciar las denuncias sobre el uso de los territorio­s colectivos como rutas de la coca y sus playas como embarcader­os ilegales.

Las confesione­s por ahora escuchadas son insuficien­tes y mientras llegan más verdades las comunidade­s resisten. Laddie Vernaza, integrante de Acapa, asegura que junto a otros miembros de la organizaci­ón tienen la idea de crear una escuela de liderazgo para transmitir a los jóvenes las enseñanzas de la hermana Yolanda: “Ella sigue siendo faro para no perder el norte. Si uno se olvida de su proceso nos perderíamo­s en las tinieblas”.

* Producción coordinada por Consejo de Redacción, en alianza con Internatio­nal Media Support y Constructi­ve Institute de Dinamarca.

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/ Comisión de la Verdad. La hermana Yolanda Cerón, nacida en Arboleda (Nariño), denunció los nexos entre miembros de la Fuerza Pública con paramilita­res en la costa Pacífica nariñense.
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