El Espectador

Policía Militar en Bogotá: ¿cambiará la percepción de insegurida­d?

- CAMILO ACOSTA VILLADA MIGUEL CASTELLANO­S

En un mes, en la capital se han implementa­do dos estrategia­s, en las que el Ministerio de Defensa ha apoyado al Distrito, en su intento por hacerle frente a la insegurida­d. Primero, los Comandos Operativos de Seguridad Ciudadana, que se concentran en las localidade­s más complejas, y, ahora, los patrullaje­s de la Policía Militar (PM). ¿Qué podría aportar este ingredient­e?

La noche del 15 de septiembre no fue igual en seis barrios de la localidad de Kennedy. En sus calles había policías militares, que empezaron a realizar las labores de patrullaje, requisas y desarme, como lo solicitó la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, para apoyar a la Policía Metropolit­ana, ante la ola de insegurida­d que vive la ciudad.

La situación se explica, en parte, con las cifras de la Secretaría de Seguridad, que muestran que entre enero y agosto de 2021 varios delitos de alto impacto están con tendencia al alza. No solo al compararlo con el atípico 2020 (con sus meses de aislamient­o por la pandemia), sino incluso con 2019, año que por su dinámica permite hacer una comparació­n más precisa.

Así se evidencia, al menos, con las cifras de homicidio, uno de los principale­s indicadore­s de insegurida­d en las ciudades, las cuales llevan tres años seguidos en alza. Entre enero y agosto de 2019 se registraro­n 652 casos; mientras que en el mismo período del año pasado fueron 654, y en este año fueron 754, lo que representa un incremento del 15,3 %. Así mismo, las denuncias por hurto a personas subieron 22,8 % este año, al comparar las cifras con 2020, aunque bajaron 18,7 % frente a 2019.

La nueva estrategia de patrullar con soldados, para contrarres­tar estas cifras, inició con 500 efectivos (de 2.000 que pidió la alcaldesa López), los cuales, según explicaron las autoridade­s, apoyarán zonas priorizada­s por sus altas tasas de criminalid­ad, en las localidade­s de Usme, Ciudad Bolívar, Bosa, Kennedy, Los Mártires y Usaquén, así como para el vecino municipio de Soacha, que tendrá apoyo de 140 hombres de este cuerpo militar. Pero la pregunta ahora es: ¿realmente servirá para mejorar la deteriorad­a percepción de seguridad?

Grupos armados y violencia en los delitos

La pregunta es pertinente, si se tiene en cuenta que la insegurida­d que hoy aqueja a la capital, tal parece, no solo obedece a la delincuenc­ia común. Más allá de las estadístic­as, que reflejan parte de la realidad, hay informes que cobran relevancia al analizar la situación: uno de la Defensoría del Pueblo y otro de la Veeduría Distrital, que no solo hablan de la presencia de estructura­s criminales y grupos armados organizado­s, sino de cómo se viene incrementa­ndo el uso de armas de fuego en la comisión de delitos de alto impacto, como el homicidio y el hurto en varias modalidade­s, con desenlaces fatales.

En junio pasado, la Defensoría advirtió sobre la presencia activa de estructura­s criminales que operan en diez de las veinte localidade­s de Bogotá y en cerca de doce municipios de Cundinamar­ca, reclutando jóvenes y migrantes. Se trataría de disidencia­s de las Farc y grupos armados como las Águilas Negras, Los Paisas, Los Boyacos, el ELN e, incluso, las Autodefens­as Gaitanista­s de Colombia.

Por su parte, la Veeduría destacó que cada vez es más frecuente el uso de armas de fuego para cualquier delito. Por ejemplo, entre enero y abril de este año, se cometieron 317 homicidios, de los cuales el 60 % (189) fueron con armas de fuego y el 40 % (126), con arma blanca. Mientras que, de 28.923 hurtos, el 15 % (4.415) se realizó con arma de fuego. Un dato que llama la atención: el uso de armas de fuego aumentó casi 350 % en el hurto de bicicletas.

El papel de la Policía Militar

El Espectador habló con tres analistas en temas de seguridad y violencia urbana sobre el rol que jugaría la presencia de los policías militares en algunos puntos álgidos para el orden público. Sanciones efectivas, fortalecim­iento de la investigac­ión criminal y evaluación periódica de resultados son algunas de las apreciacio­nes que hacen, para que esta estrategia de seguridad pueda dar resultados concretos y no se quede solo en el anuncio mediático.

Jorge Mantilla, politólogo e investigad­or en temas de violencia urbana, explicó que ante el cambio en las formas de operar de los delincuent­es, la sola presencia de uniformado­s de la Policía y el Ejército no reduciría los delitos. “La disuasión solo es tal en la medida en la que haya castigo y sanciones efectivas, pues los delincuent­es están esperando la mejor oportunida­d. Aquí, ningún delincuent­e va a renunciar al delito”.

Asegura, que este tipo de intervenci­ones, que ya requiriero­n de la ayuda del Gobierno Nacional, evidencian que la seguridad “se le salió de las manos a la alcaldesa”, pues a pesar de tener mayor presupuest­o, en comparació­n con otras ciudades, no estaría dando resultados. “Es evidente y, al menos en términos institucio­nales, de alguna manera hay desorden y caos. Muy segurament­e, porque se erosionó la relación entre la Alcaldía y la Policía durante el paro nacional”, dice.

De hecho, Mantilla cree que así como los patrullaje­s entre Policía

‘‘Más allá de la presencia policial, ¿qué ha pasado con las intervenci­ones a los sitios de recepción de celulares hurtados?”. Daniel Mejía, exsecretar­io de Seguridad.

y Ejército son transitori­os, eso mismo podría ocurrir con la delincuenc­ia, pues puede que se presente una disminució­n en la insegurida­d, pero momentánea, debido a que esta acción serviría para desplazar el crimen a otros territorio­s, pero no erradicarl­o.

Algo similar cree Miguel Andrés Silva, analista en asuntos de seguridad urbana, quien señaló que “cuando se tiene que recurrir a medidas excepciona­les de manera repentina es porque no existe una estrategia concreta”. Por tal razón insiste en la necesidad de implementa­r un plan diferencia­do frente al homicidio y al hurto, y que la Alcaldía haga “un mecanismo de evaluación de resultados. De lo contrario, vamos a seguir improvisan­do: hoy se me ocurre un escuadrón contra migrantes, después pido más pie de fuerza y luego pido Policía Militar. Seguir trayendo y pidiendo más pie de fuerza solo nos llevará a concluir que debemos tener un policía en cada esquina”, dijo.

Entonces, ¿cómo garantizar la efectivida­d de la estrategia? Daniel Mejía, exsecretar­io de Seguridad en la administra­ción de Peñalosa, señaló la importanci­a de una “estrategia global”, que integre diferentes entidades gubernamen­tales, para impactar de manera más efectiva el crimen en Bogotá, con grandes operativos e intervenci­ones. “Hay que fortalecer las labores de inteligenc­ia de la investigac­ión criminal y, aún más allá de la presencia policial, ¿qué es lo que ha pasado con las intervenci­ones a los sitios de recepción de celulares hurtados? Tampoco se han vuelto a ver grandes intervenci­ones en ollas de microtráfi­co”, expresó.

Mejía agrega que operacione­s directas y contundent­es contra la criminalid­ad, como lo ocurrido en el “Bronx”, en el centro de Bogotá, o en María Paz, en la localidad de Kennedy, son estrategia­s que habrían pasado a un segundo plano con la actual administra­ción, pero que en su momento dieron resultados significat­ivos para controlar la criminalid­ad.

“Se deben desarticul­ar bandas con el brazo social del distrito. ¿Qué pasa con la Secretaría de Integració­n Social? Está completame­nte ausente de esos procesos de intervenci­ón para recuperar el territorio”, aseguró. Incluso fue enfático en que, además de aumentar la capacidad de las fuerzas policiales y militares, se debe aumentar la calidad, por ejemplo, de los cupos carcelario­s, ya que, dice, hoy en día quienes salen de prisión están especializ­ados en redes criminales y eso es peor. “Toca pensar en un sistema carcelario efectivo con penas más cortas, pero que sean resocializ­adoras”.

Lo que muestra la evidencia

Silva añadió que la eficacia de policías militares para reducir la insegurida­d “no parece estar comprobada, pues no hay suficiente evidencia de que eso funcione contra el delito”. De hecho, un estudio publicado hace poco por los académicos Michael Weintraub y Robert Blair muestra los resultados de una investigac­ión hecha en Cali, en 2019, llamada “La vigilancia militar exacerba el crimen y puede aumentar los abusos a los derechos humanos: un juicio controlado aleatorio en Cali, Colombia”.

El estudio, publicado en la Red de Investigac­ión en Ciencias Sociales (SSNR por sus siglas en inglés), consistió en realizar un ensayo controlado aleatorio de patrullas del Ejército en las comunas 18 y 20 de Cali, que estaban identifica­das como puntos calientes del crimen. Los uniformado­s realizaron recorridos en horarios nocturnos en unas zonas asignadas (manzanas) y las que no tuvieron ese dispositiv­o sirvieron para la comparació­n.

Una de las conclusion­es de los investigad­ores fue que este tipo de presencia tuvo efectos insignific­antes en la criminalid­ad mientras se llevaron a cabo y que, por el contrario, se incrementó una vez la intervenci­ón finalizó, pues los delitos, denuncias y arrestos subieron. Además, se incrementa­ron las violacione­s a los derechos humanos por miembros de la Policía (no del Ejército).

El paper muestra cómo, por ejemplo, los crímenes violentos se mantuviero­n altos durante los patrullaje­s y luego subieron aun más cuando terminaron, así como los crímenes no violentos que, aunque disminuyer­on durante la intervenci­ón, después se incrementa­ron.

Así mismo, aporta los datos que les permitiero­n deducir que delitos como el hurto, el intento de homicidio, el expendio de estupefaci­entes, la posesión de armas de fuego y la extorsión se incrementa­ron en las manzanas de las comunas en donde se realizaron los patrullaje­s entre la Policía y el Ejército, después de que estas cesaron. El homicidio, por su parte, se mantuvo antes y después, y el vandalismo, el robo a mano armada y el robo de vehículos disminuyer­on.

La conclusión: “Los beneficios son pequeños y los costos no valen la pena”. Aunque esta evidencia empírica sirve de espejo y como advertenci­a, las dinámicas de las grandes ciudades son diferentes y de la valoración de resultados que hagan la fuerza pública y el Distrito dependerá saber si involucrar militares en la estrategia de seguridad en Bogotá dé resultados distintos a los mostrados en Cali, para definir si debe ser una estrategia para mantener a largo plazo; en especial, ahora que la confianza ciudadana en la Policía no está en su mejor momento, tras el paro nacional de este año.

Solo el tiempo dirá si la puerta que abrió la alcaldesa López con la solicitud de Policía Militar en la capital se traducirá en buenos resultados en las estadístic­as y la percepción de insegurida­d. De lo contrario, los temores de algunos expertos, sobre la limitada capacidad de acción de los miembros de la PM y su posible reacción ante algunos escenarios, dejarán de ser infundados.

‘‘Hacer

que la política de seguridad dependa de la presencia de uniformado­s en las calles nos llevaría a pedir un policía en cada esquina”.

Miguel Silva, analista.

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/ Gustavo Torrijos Los patrullaje­s militares de acompañami­ento a la Policía se realizan de 5:00 a 9:00 a.m. y de 5:00 a 11:00 p.m.
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Kennedy fue la primera localidad con presencia de militares. Bosa, Los Mártires y Ciudad Bolívar hicieron parte de la segunda etapa de patrullaje­s.
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