“Es posible que no haya medido las consecuencias”
Charla con Gabriel Santos, el niño rebelde del uribismo que empezó siendo el novato de los políticos de derechas y que les salió “general de división” a sus copartidarios con sus posiciones, que contradicen los dogmas y la disciplina de hierro que impone
¿Está o no dentro del uribismo? A juzgar por el trino del jefe único de ese partido que le jala las orejas —sin mencionarlo— y apoya a la ungida presidenta de la Cámara, su copartidaria Jennifer Arias, me parece que usted tiene un presente estropeado y no tendrá futuro en esa colectividad. ¿Es así?
A pesar de que los más acostumbrados a las prácticas clientelistas y a la política tradicional intenten llevarme a las orillas ideológicas para sacarme, yo estoy convencido de que las luchas se deben dar desde adentro y en eso estoy: ¿qué tipo de partido es el Centro Democrático? ¿Qué tipo de partido será? ¿Va a cohonestar las prácticas tradicionales de abuso de poder? Una vez llegamos al gobierno, ¿nos olvidamos de todos los cuestionamientos que le hicimos a la administración anterior? Creo de debemos recordar la molestia que nos causaban las triquiñuelas y “jugaditas” y no debemos hacer caso omiso de los principios que nos llevaron a ser una colectividad seria en este país.
¿Y qué reacción el trino de su jefe?
Me produjo un desconcierto enorme. Hay ciertas personas con interés específico en que no haya voces independientes, autónomas ni mucho menos críticas que le hablan al oído al expresidente Uribe. Y pienso que lo están induciendo a error, pues hemos sido vehementes en nuestro reclamo para que la presidenta de la Cámara de Representes cumpla con sus funciones legales, pero con respeto.
No ha sido irrespetuoso, pero sí la ha confrontado. Y, claramente, el exmandatario ya mostró su preferencia por ella. ¿Ha podido hablar con él después de ese trino?
Estoy esperando que la espuma baje para poder hablar con él.
Aludiendo a una frase de su primera respuesta, en su partido ¿quiénes son “los más acostumbrados a esas prácticas clientelistas y a la política tradicional”?
Es evidente quiénes son: los menos destacados, los menos reflexivos y los más acostumbrados a aplicar las “jugaditas”.
En algunas declaraciones usted ha admitido que hay personas del Centro Democrático que no lo ven con buenos ojos y que quieren sacarlo. Le insisto, ¿quiénes son?
Hay distintas vertientes, desde el más recalcitrante oficialismo que no reconoce en la crítica ningún valor, como el senador Ernesto Macías o el representante Edward Rodríguez,
que son absolutamente alérgicos a las voces independientes, hasta quienes pretendiendo lo mismo; es decir, tener un partido monolítico que no permite otro tipo de opiniones, actúan de manera soterrada para pedir sanciones internas mientras se mueven en el oscuro entramado de las deliberaciones internas.
¡Qué panorama! Con absoluta seguridad de su parte, ¿hay quienes insisten en que lo sancionen?
Sí. Es más: el miércoles pasado recibí, por escrito, una “advertencia” oficial del partido en que me amonestan para que me apegue a la “disciplina interna”. Y también hay miembros de la bancada que han solicitado, con insistencia, más sanciones por nuestras discusiones públicas. Otras personas de la base me han hecho conocer, de manera respetuosa, su interés en que me vaya a otras toldas. Algunos creen, genuinamente, que debería buscar otros caminos. Pero los que son políticos tradicionales pretenden tener una colectividad más parecida al inflexible Partido Comunista chino que a las que se conforman, como en nuestro caso y como su nombre lo indica, en el centro democrático.
Después de saber que el exsenador Uribe tomó partido por la representante Arias, ¿se reafirma en su polémica o admite que la embarró, no con el país, pero sí con el Centro Democrático?
Me reafirmo. En nada cambia mi posición de exigirle a una persona tan poderosa como la presidenta de la Cámara que no abuse de ese poder para cobrar venganzas personales tratando de hundir proyectos que pueden o no gustarle, que vienen de personas con quienes tiene grandes diferencias, pero que tienen derecho a ser debatidos. Hemos sido vehementes para exigir el cumplimiento de la ley por parte de la presidenta y seguiremos haciéndolo, con respeto. No puede hacer carrera que haya quienes, en el Congreso, utilicen su posición para hundir iniciativas que reclama la ciudadanía.
Entonces, usted está, al menos hasta hoy, por fuera de la línea oficial del uribismo...
Es posible. No puedo estar de acuerdo con que la posición mayoritaria, confesional, monolítica y religiosa del partido pretenda convertir todas las opiniones en voces que repiten como autómatas unos dogmas. Hoy, tenemos la posibilidad de representar a quienes, aun con ausencia de religión y dogmas, son afines a nosotros en otros temas, como, por ejemplo, en el Estado austero. Tenemos la posibilidad de reconectarnos con esos sectores con los que hemos perdido la identidad política.
Hablando de padres e hijos, Francisco Santos fue el vicepresidente de Uribe y el embajador, en Washington, de Duque. Sin embargo, también parece que se ha apartado de la línea de mando único: él lo apoya a usted y, además, ha dado declaraciones molestas para el Centro Democrático, por ejemplo, cuando dijo que había que reconocer que la intervención de varios congresistas en la campaña electoral en Estados Unidos, contra Biden, había hecho daño. ¿Francisco y Gabriel Santos se están yendo de la política activista? No veo muchas opciones...
Ese es un cálculo que no debe hacer uno. Algo que le aprendí a mi papá fue a actuar con convicción, aunque haya un costo político, pues hacerlo también conlleva el reconocimiento de quienes han trabajado con nosotros y a quienes uno les ha pedido el voto. Entonces, esto no obedece a ningún cálculo electoral. Por otro lado, tampoco creo que esta sea una forma de cerrar las posibilidades de participar en política, sino, por el contrario, de expresar que nos hicimos elegir por cuatro años para trabajar con verticalidad y apego a nuestros principios sin mirar las consecuencias.
En la práctica, no obstante, lo más probable es que usted esté cerrándole las puertas a su futuro político, dado el poder inmenso del jefe del Centro Democrático.
Es posible que, por ingenuo o por cándido, no haya medido las consecuencias para mi participación política futura, pero si de esta situación que enfrento al menos queda una lección para los jóvenes que están interesados en participar en los asuntos públicos de manera distinta; si esto les permite entender que el pensamiento unánime y sin criterio propio hace daño; si les enseña que no se pueden defender las actitudes cuestionables así vengan del partido de uno; si logro dejar ese aprendizaje, todo habrá valido la pena. Si el costo de enaltecer el debate democrático dentro de los partidos es no tener más espacio en la política, lo asumo con gusto y dignidad.
Además de hijo de Francisco Santos, usted es el yerno del general Óscar Naranjo, vicepresidente de Juan Manuel Santos. Algunos de sus críticos murmuran que el general influye en usted y en sus posiciones. ¿Cierto o falso? ¿Usted consulta con él, como dicen en su partido?
Esa es una de las críticas que más risa me da, porque proviene de quienes siguen viendo la política como un ejercicio de enemistad. Con mi suegro tengo una relación fenomenal. Es el abuelo de mi hija, un superabuelo. Por supuesto, reconozco su experiencia en el sector público. Los consulto a él, a mi papá, a mi mamá y a mi esposa, pero nunca he hecho nada que me digan los demás si no estoy plenamente de acuerdo con sus opiniones. En política hay que perder el miedo a preguntarles a quienes piensan diferente a nosotros. En el país viene haciendo carrera la política binaria. Se cree que si alguien no cree exactamente lo que nosotros creemos, debe ser nuestro enemigo y hay que contra
‘‘Es
curioso: si hay algo que puede unir a las bases del partido (Centro Democrático) en este momento es la desilusión con el gobierno del presidente Duque”.
riar todo lo que diga. A diferencia de los que miran la política de esa forma, yo valoro los consejos que me dan no solo mi suegro, sino los de muchas personas cercanas o no al uribismo. En definitiva, lo consulto a él y lo consultaré en el futuro porque considero importante el consejo de los que saben más, en cualquier tema.
Usted ha dicho que el Centro Democrático ha relegado “los principios” por defender a los miembros del partido o del gobierno, incluso si incurren en hechos cuestionables, como paralizar mañosamente el proyecto para recortarles vacaciones a los congresistas —caso de la señora Arias— o como la pérdida de $70.000 millones en un contrato de internet, caso de la exministra Abudinen. ¿Se podría afirmar, entonces, que el uribismo, como cualquier otro partido, dice una cosa en campaña y practica otra cuando llega al poder?
Este es el momento de decidir si somos parte de esa camada de partidos tradicionales que se convirtieron en máquinas de avales para entregárselos a personas sin importar lo que piensen, simplemente por la cantidad de votos que pueden aportar, o si somos un partido que respeta los principios y cuenta con la posibilidad de deliberar por dentro. No podemos afirmar que defendemos nuestros principios si llegamos al Congreso y los desconocemos cuando votamos: el Centro Democrático ha proclamado, como una de sus banderas, un Estado austero, pero en el Congreso aprobamos cuanta ampliación de nómina nos presenten.
A propósito de las críticas que se escucharon cuando se supo que la Casa de Nariño había firmado un contrato para comprar 1.400 monedas de cobre y oro con la firma de Iván Duque para regalarlas a personajes, usted dijo en un trino: “Ni almendras ni monedas. Respeten a la gente”. Es una frase desafiante. ¿Tal vez piensa unirse a una campaña presidencial diferente a la del Centro Democrático?
Ese es otro problema y, también, a la distancia del Gobierno con los principios del partido. Una de las razones por las que el Centro Democrático tiene, hoy, presidente de la República, es que fuimos vehementes en unas críticas, que aún considero justas, al gobierno anterior. No puede ser que lleguemos y convirtamos esas críticas en paisajismo. No puede ser que fuéramos persistentes en la crítica a los regalos de almendras de Santos y ahora mandemos a hacer unas monedas recubiertas de oro. Esa es una violación mayor a las promesas de campaña. No puede ser que habláramos con molestia de un gobierno “derrochón” hace cuatro años y ahora tengamos más consejerías que la administración anterior. No puede ser que criticáramos el despilfarro del cuatrienio pasado y que ahora nos quedemos callados cuando se desaparecen $70.000 millones por la omisión de una ministra. Así que no, esto no obedece a querer acercarme a otra campaña presidencial, sino simplemente a reconocer que este Gobierno incumplió muchas de sus promesas de campaña. Hoy me atrevo a pensar que el primer opositor de la actual administración hubiera sido el senador Iván Duque.
¿O sea que usted está entre quienes cree, en el ala del uribismo que se opone al Gobierno y al presidente, que Duque senador pintaba mucho mejor que lo que ha demostrado ser Duque presidente?
Sí, y sin duda. Yo creo que una cosa es entender la dificultad de gobernar y otra que el gobernante desconozca los principios que lo —y nos— llevaron a ganar. Las críticas a su administración nacen, precisamente, de ese desconocimiento.
¿Habrá división en su partido, como algunas que se están produciendo en otras colectividades con ocasión de la contienda electoral y, más específicamente, en el caso de ustedes, por desilusión con el gobierno Duque; uno de los más impopulares de las últimas décadas?
Es curioso: si hay algo que puede unir a las bases del partido en este momento es la desilusión con el gobierno del presidente Duque. Hay casi unanimidad en reconocer el incumplimiento de las promesas de campaña, el mal gobierno y su mala ejecutoria pública; pero hay disensos hacia dos lados: el de quienes creen que el Gobierno fue excesivamente blando y el de los que pensamos que se desconectó de las promesas que hizo en campaña. Frente a las elecciones, espero que después de un tiempo se logre identificar a un candidato propio o a un candidato de afuera que represente algunos de esos principios y que esta sea la fórmula de unión. Hoy, hay que reconocer que existe fragmentación por la desconexión de un sector del Congreso más apegado a la representación política tradicional, frente a quienes pretendemos hacer política de una manera diferente, tratando de conectar lo que hacemos con los ideales de unas generaciones que nos exigen ser distintos.
Francisco Santos publicó hace poco un trino en que afirma que usted no hace política “con puestos ni lambonerías”. ¿También critican a su papá por ese mensaje y por sus otras declaraciones?
Sí, a pesar de que él no tiene ningún cargo público ni en el partido. Esas críticas hablan mal de la vanidad de ciertos congresistas que, de nuevo, no soportan la controversia pública ni siquiera de parte de quienes tienen carreras más destacadas que ellos dentro del uribismo.
Lo cierto es que usted se ha definido como de “centro derecha” y no parece tener mucho en común con la “religión” uribista. Por ejemplo, sus posiciones en cuanto a legalización de la droga, eutanasia y aborto son contrarias a las del Centro Democrático. La pregunta es ¿qué hace allí? ¿No es mejor retirarse antes de que lo retiren?
Ciertamente eso hace parte de la discusión que estamos tratando de plantear: si dentro del Centro Democrático caben las posiciones liberales de la centro derecha en que el Estado no tiene la facultad de intervenir en las decisiones individuales de los ciudadanos; es distante de la religión para que no apliquen en las políticas públicas credos morales ni dogmas religiosos; en que se es austero. Esto es lo que reclama un sector muy grande, que es capaz de transigir sus diferencias con los demás grupos ideológicos, de forma respetuosa y que no ve a quienes tienen una visión distinta de país pero legítima, como enemigos mortales.
Volviendo al inicio del problema, ¿por qué se opuso a la elección de la señora Arias? Los medios publicamos —con pruebas documentales— muchas objeciones éticas acerca de ella y su familia. ¿Usted estuvo de acuerdo con esas críticas?
Desafortunadamente, lo que ha ocurrido en estos días me ha dado la razón. Desde cuando llegué al Congreso, he tenido el convencimiento íntimo de que quienes aspiren a esas altas dignidades deben tener sus hojas de vida sin tacha y, también, una buena forma de relacionarse con los demás partidos. Después de tres años, puedo decir que entre los que ostentaron esas dignidades quienes más se destacaron fueron los que mantuvieron una conducta respetuosa con las personas que opinaban diferente a ellos; los que fueron garantistas con la oposición y los que permitieron que quienes no estaban de acuerdo con el Gobierno tuvieran tanto protagonismo como el oficialismo, como quienes daban trámite ágil a los proyectos que venían de todas las orillas ideológicas. Creo que la representante Arias, además de los cuestionamientos públicos que se le hicieron, ha tenido actitudes no acordes con la democracia.
¿Cómo cuál?
Como no tener la capacidad de reconocer que los que opinan diferente a ella y al partido pueden tener razón, y como ser excesivamente ácida con los representantes de los partidos de oposición. En los pocos meses que lleva presidiendo la Cámara, se ha visto que no ofrece garantías a los representantes por igual. El palo no está para cucharas: el Congreso es una institución desprestigiada en mayor medida que las Farc; así que quienes llegan a ostentar estos cargos deben contar con el respeto de todas las personas dentro y fuera del Congreso. Finalmente, tampoco creo que quienes ejercen esas dignidades, deban tener una cercanía tan fuerte con la administración, porque se vuelve casi un apéndice de otra rama del poder público, lo que resulta lesivo para la separación e independencia de poderes.