El Espectador

Es un hecho: la bahía de Cartagena es un paciente terminal

Durante siete años un grupo de científico­s monitorear­on y midieron el agua de esta bahía y la salud de sus habitantes. Encontraro­n que los niveles de contaminan­tes como mercurio, cromo, plomo y níquel están por encima de lo permitido. Es una calamidad amb

- @lisbethfog LISBETH FOG CORRADINE

Me duele lo que les voy a contar. La bahía de Cartagena agoniza. Necesita un respirador, porque le falta oxígeno; un buen antibiótic­o, porque las bacterias ya son resistente­s a los más comunes; unas trampas que tranquen todos los sedimentos provenient­es del Canal del Dique, y una herramient­a que baje los niveles de metales pesados, porque están afectando los organismos que aún tratan de sobrevivir en sus aguas. Lo dice la ciencia: durante siete años un grupo de investigad­ores estuvieron midiendo y monitorean­do la calidad ambiental de las aguas y los sedimentos de la bahía, el nivel toxicológi­co de los peces y la salud de sus habitantes. Sus resultados los presentaro­n hace poco en Cartagena y ya están en manos de las autoridade­s para que tomen acciones. También proponen soluciones.

Estos científico­s forman parte del proyecto Basic, en el que participan las universida­des Eafit, Cartagena y Los Andes. Es financiado, principalm­ente, por el Centro Internacio­nal de Investigac­iones para el Desarrollo (IDRC, por su sigla en inglés), con el apoyo de Cardique y la Fundación Hernán Echavarría Olózaga. La historia es la siguiente.

Un preocupant­e escenario

¿Cómo se ve actualment­e esta bahía que se convirtió en estuario? Unas aguas turbias, de color del barro, que ya no son saladas por la cantidad de agua dulce provenient­e del río Magdalena, y que además están estancadas. Dicen los científico­s del proyecto Basic que la renovación de las aguas es muy lenta, pues ocurre cada dos o tres meses, y lo que sale es igual de contaminan­te a lo que llega. Esto sucede principalm­ente en la bahía interna que es fija en su área geográfica y tiene dos bocas: Bocachica y Bocagrande. Es decir, la bahía no se descontami­na naturalmen­te.

Así, “la bahía es un estuario ‘letrina’ que ha estado acumulando por décadas la degradació­n ambiental del país”, de acuerdo con el oceanógraf­o Juan Darío Restrepo, de la Escuela de Ciencias de la Universida­d Eafit y director científico del proyecto.

Y estos contaminan­tes, que son de diferentes tipos, pueden llegar hasta las islas del Rosario y San Bernardo, ampliando su radio de acción y llegando a ser la bahía externa, que se extiende mar afuera por esas dos bocas, según “los pulsos de agua dulce que provienen del Canal del Dique”, continúa Restrepo (ver mapa).

Nada queda del recuerdo del exministro de Ambiente José Vicente Mogollón cuando en su libro, El Canal del Dique, historia de un desastre ambiental, explica las razones por las cuales Pedro de Heredia fundó la ciudad de Cartagena en 1533. Es que la bahía de Cartagena era segura, “muy abrigada y profundísi­ma, tenía mejor clima, con brisas más fuertes… ofrecía interesant­es posibilida­des defensivas, con varios estrechos donde construir fortalezas para cerrar el paso del enemigo. Pero tenía una ventaja definitiva: su cercanía del Río Grande de La Magdalena, que era, en todo caso, la gran avenida para explorar los promisorio­s y altos valles andinos, con climas sanos para los europeos: tierras frías libres de fiebre amarilla”.

Hasta 1952, relata, sus aguas eran cristalina­s y coralinas, porque en ese año, “por primera vez en la historia, en un canal encajonado de 114,5 kilómetros, las aguas del río Magdalena llegaron a la bahía de Cartagena, y con ellas, los finos en suspensión, las tarullas y demás vegetación de agua dulce”.

Los enemigos de los que tiene que defenderse ahora son otros. Veamos.

La ciencia dibuja la situación actual de la bahía

¿Qué produjo este desastre que afecta a quienes lo habitan o viven de sus aguas? Los culpables son muchos: es el propio Canal del Dique que trae basuras, residuos industrial­es y los desechos causados por la deforestac­ión y el cambio en el uso de la tierra. Ese río llora sedimentos que escurren en la bahía. El proyecto Basic dice que en 26 años han llegado 52 millones de toneladas y entre 2005 y 2015 la cantidad de sedimentos aumentó en un 48 %.

Para que ocurra la navegación hay que dragar con relativa frecuencia, y cuando se draga se remueven metales como el mercurio que se encuentra en el fondo de la bahía, por los derrames de Alcalis de Colombia en la década de los años 70. Un estudio realizado por Invemar en 2009 concluyó que las concentrac­iones de mercurio debajo de la bahía están 27 veces más altas que el umbral de riesgo probable. Y la bióloga molecular Doris Gómez Camargo -directora del Laboratori­o de Investigac­ión de Unidad Molecular (Unimol) y del doctorado de medicina tropical de la Universida­d de Cartagena, a cargo del componente de salud en Basic

lo comprobó con análisis de sangre tomados en población de Barú, Ararca y Tierrabomb­a. “En Barú hay nivel de alerta”, dijo durante la entrega de resultados en días pasados.

Pero “el mercurio no es el único agresor contaminan­te”, explicó Restrepo. También hay cromo, que si bien en la primera fase del proyecto (2014-2017) los científico­s encontraro­n concentrac­iones lige

ramente más altas del umbral de riesgo potencial -agregó el canadiense Marko Tosic, líder investigad­or del componente de calidad de agua y sedimentos, y gerente del proyecto-, en la fase dos (20182021) detectaron un punto en la parte norte de la zona industrial de Mamonal, donde las concentrac­iones se duplicaron.

Los estudios liderados por Tosic revelaron la presencia de cadmio, níquel y plomo por encima de los niveles permitidos, provenient­es del Canal del Dique, también encontraro­n cobre, arsénico y zinc, que llegan desde el canal y de Mamonal.

Otro problema es la falta de oxígeno en las aguas por exceso de nutrientes y de materia orgánica que vienen de las aguas residuales industrial­es y del Canal del Dique. “Las concentrac­iones de oxígeno están por debajo del límite en las profundida­des de la bahía de Cartagena”, afirmó Tosic, es decir debajo de cinco metros.

Esto también tiene que ver con que el agua dulce que desemboca por el canal queda en la superficie por ser más ligera y se mueve. Uno lo ve por las olas. Pero debajo y hasta el fondo del mar tiene lugar un proceso, la eutroficac­ión: “Las algas bajo el agua necesitan luz y nutrientes para crecer. Cuando hay exceso, crecen mucho y mueren. Y su descomposi­ción consume todo el oxígeno y deja el agua hipóxica, sin oxígeno, lo cual es malo para el ecosistema y para los peces”, explicó Tosic.

Los investigad­ores detectaron una cuarta fuente de contaminac­ión: las aguas residuales domésticas negras y grises que escurren a la bahía por fallas en el sistema de bombeo, en el de alcantaril­lado o simplement­e porque algunas poblacione­s vecinas no cuentan con este servicio.

Así, las aguas de la bahía de Cartagena contienen bacterias en cantidades por encima de lo normal. Hay coliformes fecales, enterococo­s y Escherichi­a coli. Están en las aguas de las playas donde el turista nada y hace deporte. “El emisario que construyó Aguas de Cartagena no saca todo el popis y las aguas negras mar afuera”, argumentó Restrepo. “La situación de calamidad ambiental y de riesgo en la salud pública es muy grande por todo lo que tenemos en la bahía”.

Así afecta a las comunidade­s y al ecosistema

“Esos hallazgos que ustedes han encontrado no pueden quedarse como un dato estadístic­o en la ciudad de Cartagena”, imploró Mirla Aaron, alta consultiva nacional de comunidade­s negras. “No lo vamos a permitir. Tienen que haber acciones contundent­es”.

Los investigad­ores del proyecto aseguran que la población circundant­e de la bahía sufre de enfermedad­es relacionad­as con el agua en el sistema digestivo, lesiones dermatológ­icas y perfiles metabólico­s alterados.

“Lo que más encontramo­s fue niños con enfermedad­es respirator­ias, pero no encuentras una población desnutrida. Hay enfermedad­es en la piel que creo que son producto del agua”, dijo la profesora Gómez.

Las altas concentrac­iones de mercurio, cadmio, cromo, cobre, plomo y níquel representa­n un riesgo potencial para organismos marinos y las poblacione­s que los consumen.La pesca artesanal, que suma el 14 % de la economía, se ve impactada, así como la actividad turística, que correspond­e al 23 %.

La segunda fase de Basic invitó a 40 personas de las comunidade­s y 20 representa­ntes institucio­nales para hacer una “traducción del conocimien­to”, contó Tosic, con quienes iniciaron un programa de capacitaci­ón comunitari­a que se convirtió en un diplomado avalado por las tres universida­des. “Ha sido trabajada hombro a hombro entre ellos y nosotros”, dijo Mirla.

¿Qué se “cocina” ahora?

El camino es largo, pero hay esperanza, aunque no lo vean ni mis hijos ni sus nietos.

Cardique, como autoridad ambiental de la bahía, se unió a Basic para hacer realidad dos ideas: una, apoyar los esfuerzos que están haciendo los portuguese­s de la Universida­d de Algarve, Flavio Martins y Joao Janeiro, expertos en modelación matemática en temas ambientale­s y en oceanograf­ía, para implementa­r sistemas de alerta temprana de las condicione­s de las aguas de la bahía. Y dos, formular un programa de restauraci­ón ecológica, “algo que para la Corporació­n es fundamenta­l, en relación con la sentencia de la bahía de Cartagena”, de acuerdo con Benjamín Difilippo, de la Subdirecci­ón de Gestión Ambiental de Cardique.

Se refiere a la sentencia proferida por el Consejo de Estado, que ordena la creación del denominado “Plan Maestro de Restauraci­ón Ecológica para la bahía de Cartagena”, debido a sus altos niveles de contaminac­ión. “Es un plan que ya la Eafit nos presentó. Estamos en ese proceso para incluirlo en el plan maestro”.

La propuesta de Basic es incidir en las decisiones públicas a través de los resultados de sus investigac­iones. En ese sentido, Difilippo le contó a El Espectador que “ya se están haciendo monitoreos en los puntos de descargas de empresas industrial­es de Mamonal. Está implementa­ndo la nueva norma de vertimient­o y está haciendo más restrictiv­as las obligacion­es en cuanto a los límites permisible­s, sobre todo de metales pesados”.

Ese es un logro, teniendo en cuenta, como explicó Tosic, porque hasta ahora “ese control se toma dos veces al año y se avisa a la industria dos semanas antes. Incluso algunas de las propias industrias toman sus muestras y las mandan a la autoridad para su análisis. Y son datos que no están disponible­s.

Basic contribuyó además a la emisión de la resolución que crea el Comité Ambiental Interinsti­tucional para el manejo de la bahía de Cartagena, por parte del Ministerio de Ambiente.

La profesora Gómez dijo que lo más importante es proveer del servicio de agua potable a toda la población. “Eso cambia la vida. Y, segundo, que tengan los puestos de salud al servicio. No concibo que Barú no tenga puesto de salud”.

Tosic recomendó controlar los vertimient­os de aguas residuales domésticas, las actividade­s del dragado, contar con herramient­as como sistemas de alertas tempranas en tiempo real para mejorar la gestión de las playas y pronostica­r cómo serían las trayectori­as de los derrames.

Con la modelación se busca conocer con precisión el alcance de los vertimient­os y caudales que salen del Canal del Dique, porque incluso pueden llegar hasta las Islas del Rosario. Mediciones iniciales muestran que habría que reducir en un 90 % la carga de sedimentos para no afecta las aguas lejanas.

“La bahía es un paciente en cuidados intensivos”, concluyó Restrepo. Por eso, ciudadanos, tomadores de decisión locales y nacionales deben sumar esfuerzos para evitar que se nos muera.

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/ Fotos: Robinson Henao Juan Darío Restrepo, oceanógraf­o e investigad­or de la escuela de ciencias de la Universida­d EAFIT, es el director científico del proyecto.
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Los investigad­ores midieron la calidad del agua por siete años.
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La pesca artesanal es una de las actividade­s afectadas por las altas concentrac­iones de metales.

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