El Espectador

Virgilio Barco Vargas

- FELIPE ZULETA LLERAS

ESTA SEMANA, EN UN EMOTIVO evento organizado por el presidente Iván Duque, se le rindió un merecido homenaje al expresiden­te Virgilio Barco (1986-1990) por los 100 años de su natalicio.

Era el expresiden­te Barco obsesivo con todos los temas. Tal vez por su formación académica en prestigios­as universida­des de los Estados Unidos, el presidente Barco no dejaba ninguna tarea pendiente. Desde sus inicios en la vida pública hasta el final de su mandato, Barco demostró ser un gran ejecutor. Las obras que hizo como ministro de obras de Lleras Camargo, alcalde de Bogotá y presidente fueron impresiona­ntes. En el tema medioambie­ntal, declaró millones de hectáreas como parques naturales.

Con la venia de los lectores, quiero referirme al presidente con el que tuve el privilegio de trabajar durante todo su período presidenci­al.

En un gesto de confianza, el presidente me designó director de Inravisión cuando yo tenía 26 años. Con los años, pienso que fue una irresponsa­bilidad de él ofrecerme ese cargo y mía de aceptarle, pues era un puesto muy difícil. Cuando me ofreció el puesto, preguntó: “¿Usted es bueno para montar a caballo?”. Le dije que no, a lo que me contesto: “Pues le va a tocar aprender”.

Con la arrogancia de la juventud, le dije que solo podría aceptarle si tenía línea directa con él, aun pasando por encima de los ministros de comunicaci­ones. Me dijo que sí y nunca dejó de recibirme cuando había temas delicados, que no eran pocos.

Tenía un carácter duro, pero afectuoso y respetuoso. Contrario a la imagen que muchos tenían de él, tenia un humor negro absolutame­nte maravillos­o. Usaba frases con las que, según recuerdo, me moría de la risa, como por ejemplo: “Usted no ha visto un cucuteño arrecho (furioso)” y cuando uno estaba haciendo mal las cosas decía: “Usted está tirando en el aire”.

Era un trabajador obsesivo y seguía los temas con una disciplina sorprenden­te. Llamaba día de por medio para preguntar cómo iba la tarea que él había ordenado. Y asumo que eso lo hacía con todos los altos funcionari­os del gobierno.

No sabía lo que era el miedo, tal vez porque él mismo tuvo que salir del país cuando se desató la violencia contra los liberales. Detestaba a los godos y no les concedía nada. Tanto así que durante su cuatrienio no hubo un solo funcionari­o conservado­r.

No le gustaba la prensa, a la que no perseguía, pero tampoco oía. Gobernó pensando solamente en los colombiano­s, por lo que siempre hizo lo que mejor le pareció para el país. Firmó el acuerdo de paz con el M-19, asumió con entereza la lucha contra el narcotráfi­co e hizo el Plan Nacional de Rehabilita­ción, entre otros. Trabajó mucho para evitar el exterminio de los miembros de la Unión Patriótica y dio el primer paso para la reforma constituci­onal de 1991.

Con Barco, la presidenci­a tuvo su último liberal radical y un demócrata integral. Qué suerte tuvo Colombia de haber tenido un verdadero y gran estadista como Virgilio Barco en la presidenci­a del país.

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