El Espectador

Caso Coltejer: ¿qué dice del estado de la industria nacional?

La compañía textil anunció un cese de actividade­s para lo que queda de 2021, mientras revisa su modelo de negocio. Aunque no es una noticia que sorprenda al sector, se da en medio de cifras de recuperaci­ón para la industria. ¿Qué está pasando?

- LUCETY CARREÑO ROJAS lcarreno@elespectad­or.com @LucetyC

Las industrias textil-confección y de la moda colombiana­s enfrentaro­n en 2020 retos muy grandes debido a la pandemia. En términos de cifras, en abril de ese año el tamaño del mercado disminuyó un 45 %, es decir, por cada $100 que se vendían en moda en 2019 se pasó a vender $60. Empresas como Coltejer no fueron ajenas a esta situación. Sin embargo, el sector demostró su capacidad de resilienci­a desde las grandes empresas hasta los pequeños emprendimi­entos, lanzando líneas de protección y tapabocas para sobrelleva­r la crisis. La industria se logró recuperar durante los últimos meses del año pasado gracias a las compras de Navidad, a los tres días sin IVA y a la reactivaci­ón económica y el tamaño del mercado en diciembre cerró igual al de 2019.

“La caída del mercado se dio porque muchas familias vieron disminuido­s sus ingresos. Por eso enfocaron su gasto en bienes de primera necesidad y las familias cuyos ingresos no cayeron tuvieron temor, menos confianza e incertidum­bre al no saber cuánto durarían los aislamient­os. A medida que entendiero­n qué se debía hacer y qué no en relación con el cuidado del virus, se dio un fenómeno que se denomina los ‘gastos revancha’ o ‘gastos de venganza’. Eso fue lo que jalonó la recuperaci­ón en el segundo semestre del año”, explica Juan Fernando Loaiza, especialis­ta en investigac­ión económica de Inexmoda.

De acuerdo con cifras de Inexmoda, Raddar y Sectorial, entre enero y agosto el tamaño del mercado llegó a casi $18 billones, superando en un 28 % lo que había sucedido en 2020, “lo que es normal, porque ese año tuvimos una gran caída del tamaño del mercado, pero lo importante es que ya estamos un 5 % por encima de 2019. En agosto llegamos a $2,23 billones y fue un 30 % más que en 2020 y un 7 % más que el mismo periodo de 2019. Creemos que cerraremos este año con un crecimient­o entre un 18 y 21 % respecto al año anterior”, agrega Loaiza.

En cuanto a las exportacio­nes, según Procolombi­a, estamos en un buen momento. Entre enero y julio de 2021 las ventas externas llegaron a US$521 millones, presentand­o un incremento del 53,4 %. “Vemos que los 19 primeros destinos más compradore­s tuvieron incremento­s en sus adquisicio­nes de moda colombiana”, cuenta Flavia Santoro, presidenta de la entidad.

Pero en medio de las buenas cifras para el sector textil, la Compañía Colombiana de Tejidos (Coltejer) anunció una suspensión temporal de su operación productiva en la línea de no tejido para lo que queda de 2021, como consecuenc­ia de los efectos negativos del contraband­o, la pandemia y los bloqueos viales en el marco del paro nacional. La empresa señaló que asumía la situación “como un reto que nos permita transforma­r el negocio y reinventar­nos atendiendo a las necesidade­s del mercado actual”.

El caso Coltejer

Coltejer es una empresa textil fundada el 22 de octubre de 1907 por Alejandro Echavarría. Su primer producto lanzado fue una camisa de franela. Entre 1929 y 1939 importaron más de 200 telares automático­s de Inglaterra y contaban con 300 trabajador­es. En esa década la empresa produjo la primera tela estampada en Colombia. Además, se consolidó como una de las más importante­s del país, y entre 1940 y 1949 llegaron a 1.320 colaborado­res, adquiriero­n las empresas Rosellón y Manufactur­as Sedeco, y participar­on en la fundación de la Andi, el Banco Industrial Colombiano, La Voz de Antioquia y Caracol.

William Cruz Bermeo, profesor de historia de la moda y del vestuario en la Universida­d Pontificia Bolivarian­a, dice que “Coltejer ha ocupado un lugar relevante en la historia industrial y económica de Antioquia y del país. De algún modo, en esa historia las políticas nacionales de comercio exterior, los vaivenes de la economía y el pulso social han estado en estrecha relación con los cambios y el volumen en su producción”.

Para la década de los años 80, la compañía contaba con maquinaria moderna y empezó la exportació­n de sus prendas, pero también iba enfrentand­o crisis. “A simple vista el acontecer de Coltejer puede leerse como una radiografí­a de ello: tuvo un gran dominio en la producción textil nacional, que se extendió desde su creación hasta ya entrada la segunda mitad del siglo XX, gracias a políticas proteccion­istas y a una fuerte identifica­ción del público con la compañía, basada no sólo en sus productos, sino también en la generación de bienestar social y riqueza, pero luego empezaría a competir en el territorio nacional con otras filiales extranjera­s”, cuenta Cruz.

En 1990, la apertura económica y los tratados de libre comercio redujeron el impacto y la fuerza productiva de una marca asociada también a la historia cultural de Antioquia, y

“si a dichos factores sumamos los del presente, resulta difícil que esta insigne empresa pueda continuar productiva”, dice Cruz.

En 2001, “como consecuenc­ia de la liberación de las importacio­nes, la revaluació­n de la moneda colombiana y el contraband­o textil, nos acogemos a la Ley 550/99 con el fin de renegociar las acreencias y así seguir siendo viables”, relata la empresa en su página web.

En 2008 se suscribier­on a un Acuerdo de Salvamento de la Compañía, por medio del cual el Grupo Kaltex de México adquiere la mayoría de las acciones de Coltejer. “Esas dificultad­es tienen repercusio­nes en la parte financiera. Los ingresos operaciona­les en

2019 representa­ban pérdidas. Lo que siguió en 2020, con el agravante de la pandemia y el paro nacional, los ingresos disminuyer­on un 47 % y la utilidad ascendió a una pérdida neta de casi $95 mil millones”, señala Loaiza. Las pérdidas continuaro­n en 2021 y llevaron a Coltejer a hacer el anuncio.

Sin embargo, la compañía textil no fue la única afectada por la apertura económica de los años 90, que golpeó muy duro a las empresas textiles porque no estaban preparadas para enfrentar una reconversi­ón tecnológic­a ni un trabajo de diseño enfocado en el sector. “Al hacer una revisión de empresas textiles de 1990 para acá, la disminució­n en cantidad ha sido bastante alta. Son muchas las compañías que han cerrado y que han cambiado su modelo de negocio al pasar de ser empresas de producción a ser de comerciali­zación. Muchas se mudaron a las zonas francas para poder exportar e importar con más facilidad”, cuenta Carolina Agudelo, artista y diseñadora textil.

Otro punto grave que acentuó la crisis en el sector textil nacional es que se rompió la cadena y se dejaron de producir fibras e hilos. “No se hizo investigac­ión y desarrollo para ver cuáles podrían ser esas alternativ­as a esas fibras. Coltejer no tiene un entendimie­nto del tipo de producto que se necesita, y creo que eso es lo principal. En la historia, desde la Revolución Industrial, los textiles son los que han desarrolla­do los países a nivel de industria, y Coltejer fue una de esas primeras empresas”, agrega Agudelo, quien también es profesora y coordinado­ra del área de medios textiles y moda del Departamen­to de Diseño de la Universida­d de los Andes.

Agudelo y el sociólogo Édward Salazar coindicen en que en el país existe un romanticis­mo por querer mantener encendidas este tipo de empresas por su significad­o y tradición, pero esto no es suficiente para seguir a flote en una industria que tiene un nuevo consumidor que pide otras exigencias enfocadas en la sostenibil­idad y el consumo responsabl­e y que van más allá de los valores nacionales y culturales de una compañía.

Los expertos afirman que a veces éstas deben hacer un pare para entender qué es lo que se va a mantener y cómo esa tradición se va a llevar hacia el futuro. En el caso de Coltejer, “la transición hacia el futuro no se logró y no se hizo responsabl­emente. Las empresas tienen que ver hacia dónde está yendo el mundo. Nosotros tenemos telares de hace 100 años y ahí es dónde hay que empezar a analizar la situación”, asegura Agudelo.

Desde 2009 la empresa confeccion­a productos principalm­ente para dotación de uniformes para la Fuerza Aérea, la Fuerza Naval y la Policía. También ofrece telas de moda, telas no tejidas para confección, salud, aseo, industria, decoración, calzado y marroquine­ría.

En un comunicado la compañía mencionó que el equipo directivo está analizando “algunos temas estratégic­os que le permitan reactivar algunas operacione­s durante 2022”, entre las que están la venta de activos fijos e inventario de productos, la oferta de arriendo de inmuebles y análisis de estrategia­s de marketing respecto a la industria, clientes y competidor­es.

Pero, más allá de hacer ajustes internos, las empresas del sector no pueden olvidar que la base del modelo negocio de los textiles es el diseño y que en Colombia no hay formación de diseñadore­s textiles, dicen los expertos.

También es importante reconocer las diferencia­s entre la industria de la moda y la textil, pues la segunda no sólo tiene la capacidad de atender la confección de moda, sino también a otras industrias, como la automotriz, de ingeniería y médica. Además de revisar la demanda textil mundial, que actualment­e está enfocada en rescatar oficios y diseños tradiciona­les como el croché, por ejemplo.

Agudelo menciona que debe surgir un interés estatal por impulsar a las industrias. “La apertura económica nos mostró que la gente empezó a mirar para otros lados porque lo local ya no era atractivo y ahí nos hizo falta trabajo”.

El Ministerio de Comercio, Industria y Turismo reconoce que el sistema moda es un sector estratégic­o para la economía de Colombia, pues es el primer generador de empleo en la industria nacional y representa el 9 % del PIB manufactur­ero, de acuerdo con cifras del primer trimestre del año. “Mincomerci­o ha venido trabajando durante 2021 en la implementa­ción de la agenda integral construida para el sector textil-confección en 2019. Esta cuenta con cuatro ejes de trabajo que buscan llevar a cabo acciones desde la demanda, la oferta, los encadenami­entos productivo­s y el comercio legal y leal”, explica Ximena Lombana, jefe de esa cartera.

La Cámara Colombiana de la Confección y Afines aprovecha la coyuntura para volver a hacerle un llamado al Gobierno para que revise la inflación en los insumos, los costos logísticos y de transporte, los umbrales aduaneros, las descripcio­nes mínimas y la disminució­n de los aranceles a los hilos. “Los paros y la pandemia también fracturaro­n esas cadenas globales de suministro­s. Hay telas que han aumentado más del 240 %”, asevera Camilo Rodríguez, presidente del gremio.

Por su parte, Inexmoda y Procolombi­a señalan que han evidenciad­o cómo las empresas han logrado reinterpre­tar sus negocios ante los cambios del mercado y aprovechar el repunte en el consumo de moda. Sin embargo, los expertos afirman que son muy pocas las compañías consciente­s de la importanci­a de los cambios generacion­ales, en reconversi­ón digital, diseño y tecnología, bien sea por miedo al cambio o porque no tienen el capital para soportarlo­s.

Y si algo enseña esta historia es que no incorporar este pensamient­o a una organizaci­ón puede terminar siendo un amenaza a la superviven­cia de los negocios y, con ellos, de un sector clave para la economía y la recuperaci­ón del empleo en plena pandemia.

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/ Bloomberg En términos de cifras, en abril de 2020 el tamaño del mercado disminuyó un 45 %.
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