Pongámosle seriedad: el palo no está para cucharas
EL CABALLISTA CASANAREÑO JOSUÉ Alirio Barrera, tan cercano a Uribe como parece ser y tan similar en su gusto por las jornadas de doma y la pinta de vaquero venido a más, es otro de los 60 aspirantes a presidir el Gobierno colombiano después de Iván Duque, quien, según dicho de un amigo, “ha dejado el palo’e mango muy bajito”, o lo que es lo mismo, la vara para medir al Ejecutivo, al alcance de cualquiera. El de Barrera es el más reciente nombre de la lista de precandidatos del partido del exsenador expresidente y nos lo han presentado como una maravilla de ser apolítico que llegó a la Gobernación de su departamento caído del cielo para hacer milagros en su región. Viene a completar —con su historia idealizada— el aburrido cuadro de los uribistas que pretenden reemplazar, haciéndolo olvidar, al saliente mandatario: Óscar Iván Zuluaga, Paloma Valencia, Rafael Nieto, María Fernanda Cabal y hasta Edward Rodríguez. El caballista Barrera no es ajeno a la politiquería de caciques, clanes y casas de los territorios nacionales: se alió y ascendió al lado del mal reputado excongresista José
Rodolfo Pérez, un maltratador de mujeres que fue denunciado por sus nexos con alias Martín Llanos, el tenebroso paramilitar que actuaba en esa zona, y que es hermano del fallecido Miguel Ángel Pérez, también exgobernador y condenado por parapolítica. O sea que el pintoresco hombre del sombrero llanero encaja mejor como neobarón electoral que como personaje de leyenda.
El uribismo no es la única colectividad que cuenta con una frondosa cola de candidatos a presidente. Según un bien documentado artículo de El Nuevo Siglo (ver web), hasta el viernes pasado, la cuenta de aspirantes a suceder a Duque iba en 59, 30 de los cuales se someterían a las normas de sus desangelados partidos y 29 se habían inscrito para recoger firmas en la calle con sus propios movimientos: una locura si se considera que, de acuerdo con la citada nota, cada uno debe demostrar que consiguió, mínimo, a 580.000 ciudadanos presuntamente dispuestos a votar por él. Sumadas las firmas que lograrían todos antes de que termine este año, resultarían cerca de 17 millones en el menor de los casos pues todos tienden a presentar un número superior. Como se sabe, la Registraduría debe verificar las rúbricas, una por una, para constatar su autenticidad.
Entre los 29 precandidatos con movimientos recién creados, se encuentran algunos que pueden tener posibilidades de llegar a la carrera de mayo y junio del 2022 y otros que juegan con la democracia: nadie los conoce ni los conocerá. Unos nombres con trayectoria pública: Alejandro Gaviria, Colombia tiene Futuro; Enrique Peñalosa, Colombia Posible; Federico Gutiérrez, Creemos Colombia; Francia Márquez, Movimiento Político Soy porque Somos; Juan Carlos Echeverry, Vamos pa’lante con Echeverry; Roy Barreras, La Fuerza de la Paz. Otros de menor reconocimiento: Rodolfo Hernández, Miguel Ceballos, Luis Pérez Gutiérrez, Carlos Alfonso Velásquez. Unos más se anotaron por diversión: Álvaro López, La Purga; Efraín Torres, Eliminemos las Ratas Políticas Marcando Aquí; Alejandro Tiquidimas Fernández, Movimiento la I. Y quienes invocan la patria de manera sesgada: Publio Hernán Mejía (condenado y compareciente ante la JEP), Primero la Patria; Jaime Arturo Fonseca, Republicanos Patriotas de Colombia; Rafael Capacho, Movimiento Republicano Patriota. La norma que permite aspirar a la Presidencia de la República mediante firmas se estableció para abrir el sistema político y para que los colombianos que no cuenten con las máquinas de avales partidistas puedan participar. Pero hay que ponerle coto al chiste y a la vagabundería, empezando por impedir que quien le firme a un candidato pueda hacer lo mismo para uno, dos o tres más. El palo no está para cucharas.