El Espectador

Modificar la Ley de Garantías sería un desastre

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EL GOBIERNO DE IVÁN DUQUE Y SUS aliados están haciendo todo mal con su iniciativa para desmantela­r la Ley de Garantías, así sea parcialmen­te. Un debate que debería ser transparen­te, dado con tiempo y prudencia, de tal manera que no afecte la confianza de los colombiano­s en las elecciones que tenemos encima, se ha dado con tácticas poco éticas, como esconder una modificaci­ón a las restriccio­nes de la ley en medio del proyecto de presupuest­o general. No solo sería un desastre en este momento debilitar la Ley de Garantías, sino que se les estaría dando fuego retórico a quienes desean cuestionar la legitimida­d del proceso electoral en curso. Por donde se le mire, es una catástrofe que debe ser atajada.

Todos los argumentos impulsados por el presidente Iván Duque para modificar la Ley de Garantías son frágiles. Desde Nueva York dijo que “en Colombia ya no hay reelección, al no haber reelección tenemos una circunstan­cia distinta”. También dijo, a propósito de la capacidad de ejecución de alcaldías y gobernacio­nes, que “si usted mira lo que sería limitar por seis meses su capacidad de firmar convenios y después lo que tendrían que enfrentar seis meses antes de su elección, esto quiere decir que perderían un año adicional a las afectacion­es que han sufrido por la pandemia”. Finalmente, agregó que la manera de evitar la corrupción es con el “más claro escrutinio y seguimient­o por parte de los organismos de control”.

Vamos uno por uno. En efecto, la reelección ya no existe en el país, pero los efectos de ese desajuste institucio­nal siguen vigentes. Bienvenido el debate sobre cómo modificar la estructura del Estado para evitar los abusos de poder, pasando por el nombramien­to de los entes de control y, sí, la convenienc­ia de la Ley de Garantías. Pero esa discusión tiene que darse con tiempo, de manera amplia y concertada, no a las carreras, en vísperas de elecciones, despertand­o todas las sospechas.

También es verdad que los alcaldes y gobernador­es tuvieron que enfrentar la pandemia. Pero para eso, precisamen­te, fueron elegidos: para darle cara a cualquier situación que se presente y modificar los planes de manera adecuada. Ya vamos para dos años de pandemia, con elecciones programada­s desde hace cuatro. Si los mandatario­s no fueron capaces de ajustar sus presupuest­os, la falla es de liderazgo político. ¿O acaso la cultura política en Colombia cambió y de repente no hay el riesgo de corrupción a punta de contratos estatales? ¿Puede el presidente decir, con la conciencia tranquila, que en todo el país se usarán esos recursos para la reactivaci­ón y no para favorecer a sectores políticos? ¿Acaso en el pasado los entes de control no se han quedado cortísimos para evitar intervenci­ones indebidas en el proceso electoral?

Les queda muy mal a un presidente con niveles de impopulari­dad históricos y a un partido de gobierno luchando erráticame­nte por su vida política ser los impulsores de la modificaci­ón de la Ley de Garantías. En 2015, el entonces senador Iván Duque escribió que “quieren acabar la Ley de Garantías para que la mermelada se irrigue de cara a las elecciones regionales. Sería la reforma antigarant­ías”. El Iván Duque de 2021 debería escucharlo.

‘‘No tiene sentido que el Gobierno pretenda modificar la Ley de Garantías tan cerca de las próximas elecciones”.

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