Sin partidos no hay democracia
LA DESCONFIANZA DE LOS CIUDADAnos en los partidos políticos no es un fenómeno nuevo ni exclusivo de Colombia. Esto responde a que los ciudadanos consideran que los partidos han perdido su capacidad de representarlos y a que los ven como focos de corrupción y clanes que solo buscan favorecer a unos pocos con prácticas clientelistas y excluyentes. Esto explica, en parte, la proliferación de candidatos y movimientos que se proclaman antipartidos y que muchas veces, con propuestas populistas y amparados en ese discurso, son elegidos a pesar de no tener las condiciones para ejercer sus cargos. La reciente elección presidencial en Perú es un ejemplo de esto. En otros casos, sustenta la decisión de quienes consideran que deben deslindarse de los partidos políticos por su desprestigio y optan por presentarse como independientes. La independencia se convierte así en un símbolo de renovación y de rechazo al clientelismo. Sin embargo, si revisamos las hojas de vida de los precandidatos presidenciales que se han proclamado como tales, varios de ellos han tenido o tienen vínculos con los partidos políticos que tanto critican. Esto es un llamado de atención para que los electores evalúen si realmente son independientes o si utilizan este apelativo para atraer votos. Sin embargo, es importante tener presente que al final, cuando se depure el panorama electoral, el apoyo de uno o varios partidos políticos a los aspirantes es imprescindible. Esta es una realidad política, porque sin ellos no podrían gobernar.
En el libro Del lado de los ángeles: una apreciación de los partidos y el partidismo, la politóloga Nancy L. Rosenblum sostiene que el antipartidismo es en sí mismo una estrategia partidista. En su defensa de estas colectividades, la autora plantea que le dan vida a la política. Por eso existen en casi todo el mundo a pesar de sus innegables problemas. Sin ellos se rompe la esencia de la representación política. Si bien no son la única forma de organizar y canalizar los disensos y conflictos políticos, ni excluyen otras formas de participación como los movimientos sociales, los grupos de interés y las ONG, ni los mecanismos de democracia directa como los referendos, sin partidos la democracia no existe. Es a través de estos mecanismos que los ciudadanos pueden exigirles a los candidatos presidenciales y al Congreso que en caso de ser elegidos apoyen una reforma política conducente a fortalecer, democratizar y hacer más transparentes e incluyentes los partidos políticos. Algunas propuestas están contenidas en las recomendaciones que en su momento hizo la Misión Electoral Especial y en otras presentadas por algunos congresistas durante esta legislatura. Esta es una reforma que no da espera. De lo contrario, le estamos abriendo las puertas al populismo antipartidista, que tanto daño le ha hecho a la democracia en otros países. Una democracia donde los ciudadanos deprecian a los partidos es una democracia coja que corre el riesgo de desaparecer. La democracia representativa y la democracia participativa se necesitan mutuamente.
Para sacar adelante estas propuestas se requiere voluntad política y, sobre todo, el apoyo militante de los ciudadanos. El próximo presidente y los congresistas que elijamos en el 2022 son quienes tendrán la responsabilidad de asumir esta tarea, y la de los ciudadanos es exigirles que esto suceda.